Robert Walser y su Jakob von Gunten, en la antítesis del trepador social
LA FUGA
Fuga del sonriente de Goya
EL PASEANTE VALLISOLETANO
CHITÓN
El mar de Aral
LA SILLA DE K
TÚ, LA EVANESCENTE
TAKLAMAKÁN
DICHOS Y CONTRADICHOS
LA DAME AU CHIEN
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
Bello. Primera vez que te leo. Saludos.
ResponderEliminarLo has dicho todo.
ResponderEliminarUn abrazo.
preciosa foto y delicado poema.
ResponderEliminarComo dice Ataúlfa, está dicho todo.
Saludos
Es como un hueco, una inmensa oquedad... Los huecos duelen. Hermoso poema-
ResponderEliminarAmrrast. Puedes seguir leyendo. Gracias por tu apreciación particular.
ResponderEliminarSalud.
Vaya, tu concisión, Ataúlfa, supera la mía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aquí. Es el mar lo que genera preciosidad a cada instante. Y el oleaje que pare espuma, mientras las rocas se consumen lentamente.
ResponderEliminarGracias.
Ramón. Las oquedades pueden ser también abrigos. Me quedo con los abrigos protectores.
ResponderEliminarGracias y bona nit.
La espuma, el fuego del mar, es hija del aire y del agua. Y moldea la tierra.
ResponderEliminarPrecioso poema.
Un beso
Rat. Y por lo tanto a la materia. Y por lo tanto al hombre.
ResponderEliminarQué descripción conceptual tan enorme la tuya.
Gracias.
Bellos versos que acarician esa ausencia tan querida.
ResponderEliminarUn placer de lectura
Salen de dentro.
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