Betsy Blair, la solterana de provincias de la película Calle Mayor, de Bardem, murió hace una semana a los 83 años. Sorpresa. La noticia se descuelga ahora y me descubre que la protagonista de la película había sido una actriz norteamericana, casada durante varios años con Gene Kelly, y que resultó ominosamente sospechosa en la caza de brujas del tristemente célebre senador de la ultraderecha estadounidense Mc Carthy.
La vida es larga y a veces desconocida. Y para los españoles resulta másoculta aún y pletórica de perplejidades. Nunca supe ni hice tampoco por enterarme sobre esta actriz, entre otras cosas porque el cine ha sido siempre para mi una educación sentimental (en el concepto de Vázquez Montalbán) más que un aprendizaje medido. Uno ha sido un correoso espectador, para quien cine y realidad aparecían fundidos en su infancia y adolescencia. La sabiduría y el conocimiento más exhaustivo se lo he dejado a otros.
La vida es larga y a veces desconocida. Y para los españoles resulta másoculta aún y pletórica de perplejidades. Nunca supe ni hice tampoco por enterarme sobre esta actriz, entre otras cosas porque el cine ha sido siempre para mi una educación sentimental (en el concepto de Vázquez Montalbán) más que un aprendizaje medido. Uno ha sido un correoso espectador, para quien cine y realidad aparecían fundidos en su infancia y adolescencia. La sabiduría y el conocimiento más exhaustivo se lo he dejado a otros.
Sin embargo, siempre tuve muy claro que Calle Mayor es una de las mejores películas del cine español. Por su temática, por su fotografía de la negra, triste y machista sociedad española de la época franquista, por su interpretación, por su exposición socioetnológica de una ciudad de provincias.
Y es que siempre me impresionó la historia de una mujer soltera, una solterona, según la terminología al uso en los años cincuenta del siglo veinte (la película es de 1956), que es seducida en falso por un señorito de una pequeña capital, como resultado de una broma pesada y desgarradora urdida por un grupo de amigotes de poco quehacer y menos pensar. El proceso del engañoso enamoramiento del protagonista masculino y de la entrega ansiada y sincera de la protagonista femenina es de una dureza que no he visto en otra película. Nunca he visto una descripción tan cercana del dolor de la mentira y de la traición en origen. Algo que me fustigó sobre manera. La burla y la diversión que terceros practicaban para entretener su ocio malsano y obsceno -el grupo de amigotes y por extensión la sociedad provinciana- resulta terrible, despreciable y sobrecogedor. Siempre vi la película desde un lado ético absolutamente laico, crítico y nada machista, y sentí un agudo dolor y repugnancia. Pero no voy a seguir con la historia, pero sí invitar a que quienes no la conozcan, principalmente entre las generaciones posteriores a la famosa transición democrática, intenten hacerse con ella o bajarla por internet, si es que es posible.
Lo que sí garantizo es que quien la visualice ahora, si pertenece a las viejas generaciones, volverá a comprobar, con la sabiduría que permite la distancia histórica, qué tipo de sociedad cerril, hipócrita, deshonesta, inculta y mentirosa era la de la católica España heredada de 1939. Y si quien la ve pertenece a posteriores generaciones, puede tener dos actitudes: o no creer lo que está viendo -para los jóvenes de ahora ver lo que era esa España de semanasantas y silencios forzosos puede ser casi inaccesible- o forzarse a descubrir su propio pasado, le hayan hablado o no sus padres del mismo (no siempre los padres son los mejores informadores, obviamente)
Adiós a la entrañable Betsy Blair, cuya representación en la película la llevaré siempre en mi corazón.
Stalker. Echo en falta un comentario tuyo en este post. Sin compromiso, ni forzado, ¿eh?
ResponderEliminarBs.ns.
PD. También de otros.