"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 21 de marzo de 2009

La ventana


Por esta ventana que mira a Oriente entra tímida y prudente la luz en el pequeño templo. Como un gran ojo de cerradura en el tosco ábside la rescata y la desparrama por la nave antigua. El espacio interior es modesto. Por ese ventanal de filigranas se doblega al sol. Por él se pronuncian los relámpagos, recorriendo el templo para establecer una comunión con la naturaleza. Ante él se detiene la fuerza de los aguaceros. Pero allí dentro no se clausura el mundo. Simplemente, lo aparta. Lo mantiene en una distancia donde el Yo, y acaso la memoria de los hombres, puede y debe concentrarse. Allí dentro otros elementos formados por columnas y arcos, que insinúan puntos de herradura de lejanos territorios, siguen transmitiendo la fuerza y la anatomía civil de las basílicas de la Roma imperial. Esto ya lo entendieron los constructores de los templos paleocristianos. Y logran ampliar su reducida superficie. La ventana es una celosía de elementos geométricos cuyos orígenes se pierden. Tal vez se esquematiza en ellos una abstracción simbólica que nuestra mentalidad precisa y figurativa de hoy no capta. Se me antoja que en cada filigrana flota el aroma de mundos del Asia Menor que acaban depositándose en un campo de Castilla, como lo hacen las esporas conducidas por el viento. Cada rincón del templo, cada hosquedad dura de sus muros externos, me pasman.

La arquitectura -por extensión todo el arte- siempre ha sido el gran milagro que se ha sobrepuesto a ideologías, religiones y mercados, es decir, a los poderes. Aunque haya estado a su servicio para poder materializarse. Lo más minúsculo, resulta grandioso. Lo más disimulado en su perímetro exterior preserva un útero misterioso y rico. Los fines de exaltación quedan en segundo plano, porque lo que se eleva y permanece es arte y oficio de los hombres. Arte como concepto, no importan los motivos y las pretensiones exultantes. Las formas puras no existen en la historia del Arte. Toda creación tiene algo anterior que la sugiere o la alimenta. El mundo se puebla de influencias desde las primeras realizaciones del Paleolítico. La plasmación iconográfica de la vida es una sucesión desigual, alterna, incesante.


(Ventana del ábside de la iglesia visigótica de San Juan de Baños, Palencia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario