"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 9 de septiembre de 2008

Preludio






Escuchas la Suite Nr 1 für cello de Bach, estás solo, estás dentro de una habitación que crece a medida que el cello se dispersa, creces con él, giras a su compás, crepitas como un rescoldo que no se apaga, que sigue alimentando la música que aún mana dentro de ti, sientes el vaivén que te sigue moldeando, las subidas que escalan y mantienen en vuelo sus arpegios, cierras los ojos, escuchas el ramaje denso y preciso que te embriaga, vuelas la mirada lejos de tu extensión, las geografías no se dirigen entonces sólo hacia el este ni hacia el sur, están en tu propia vertical, te atraviesan como la tormenta que te despertó violentamente esta madrugada, el oleaje del preludio te arrastra, pero no es un horizonte desconocido el que te acosa, es el hallazgo de ti mismo lo que te seduce, nada estuvo jamás tan lejos de la ignorancia tras la que te resguardabas para no asumir responsabilidades, las tormentas acaban trayendo claridades, envuelven como la suite de Bach, te desbordan, empapan y revuelven, pero acaban centrándote, nunca te arredraste ante el movimiento oscilante de los acontecimientos, en él veías la nave, era tu nave, se adaptaba a la travesía, Bach te lo hace comprender en una composición de apenas unos minutos, una descarga de altibajos y sonidos que te estructuran, pero estás solo, y esa soledad es decisiva para sentir, y te temes y no te temes, y aunque aúlles hacia vientos lejanos sabes que está en tu raíz, sabes que tu raíz despliega el tallo de tus ganas de vivir intensas, sabes que flotas como las calas acuáticas y te nutres de la levedad licuosa, sabes que la música que antes te consolaba ahora te recrea, te hace renacer, y sus sones llegan desde muy adentro, porque has interiorizado lo soñado, has llevado a tu médula la sustancia que perseguiste siempre sin rostro ni voz, pero que ahora se materializa, se apodera de ti, te fortalece, te roza, te susurra, y danzas entre los planetas sabiendo que al bailar también se pisa la tierra, se asienta uno en ella con más realidad que la realidad de las dudas, y en esa calidez con que la aproximación de la música te posee hallas la encarnadura que siempre deseaste comprobar en ti, sobre la vertical inerte y ardorosa de tu cuerpo emerge la horizontal de tu sentido, te funden como los elementos antiguos que formaron nuestro suelo, y te sabes ahíto de perplejidad una vez más, tal el poder de la sorpresa, tal la consistencia con que te recoges.

(Las calas son obra fotográfica de Tina Modotti)


3 comentarios:

  1. maravilloso bach.

    he intentado alguna vez describir lo que siento, percibo, tiemblo, al escuchar música -cuando escucho a bach que es mi predilecto, o gorecki, u otro- y no lo consigo. pero tú si lo has hecho, felicidades.

    un saludo. me gusta tu blog.

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  2. Gracias por tu comentario estimulante, Ana. No sé si lo importante es expresarlo por escrito o hacia los demás, pero lo que sí es vital es emocionarse uno en su interior cuando se oye, se ve, se siente. Hay una expresión interior que simplemente es eso: emocionarse, y ya es válido y gratificante. Piensa que hay mucha gente insensible. Saludos.

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  3. Ah, las calas, esos lirios acuáticos que he estado desconociendo desde hace tanto tiempo, qué valor nuevo y elevado tienen para mi desde que Niké Moritz me los trajo envolviendo sus letras y sus imágenes y sus sentimientos de una precisión mágica...

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