"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 3 de agosto de 2008

Olimpíadas de Beijing, el Gran Fiasco




































Occidente, capitulación. Ése podría ser el gran titular. Porque el negocio es demasiado poderoso como para renunciar a él. La influencia del Estado chino, extraordinariamente desmesurada. El comercio y las exportaciones no deben sacrificarse por ninguna causa justa, es decir, a ninguna causa que no se deba al negocio en sí. La industria deportiva, una inversión de múltiples ramificaciones. El tanteo delicado en la política internacional vive al día, y nadie quiere arriesgarse a pasos en falso que cuestione hegemonías y proporcionen recambios arriesgados. Las Olimpíadas se consagran una vez más como parte de este mundo de macroeconomías donde lo mediático se erige en mamporrero del motor productivo. El negocio se nos mostrará una vez más disfrazado de espectáculo, de deportividad, de competición y de pacifismo de naftalina. Pero en realidad lo que sucede es que nadie quiere saber nada de lo que no sea business. ¿Qué importan los Derechos Humanos? ¿En qué Bolsa cotizan y producen dividendos? La Gran Fábrica de las Órdenes y los Acatamientos ha sido puesta al día con el mayor rigor en China a lo largo de todo el tiempo de preparación de los Juegos Olímpicos de Pekín. Como en los años más férreos y gloriosos del Gran Timoner, aunque la senda del capitalismo con la aquiescencia y participación del Estado pudiera habernos hecho creer que con el libre mercado también sería viable la democracia. Pero no. Todas las medidas que las autoridades chinas han tomado últimamente para evitar que se trasladen fuera de sus fronteras las disidencias, las protestas o las reclamaciones de los ciudadanos que no piensan igual que el Gran Hermano de Beijing han adquirido el tono más altamente represivo que podamos imaginar. El control tajante y prohibitivo del uso de internet, con el acuerdo de los propietarios de los buscadores y con el silencio cómplice de todos los gobiernos, la intervención de los periodistas desplazados o el aleccionamiento a la población por si los turistas les hacen preguntas, deja chica la imaginación del más agudo Georges Orwell de 1984. Pues miren, yo estoy triste y enfadado. ¿Mi granito de arena de protesta? De momento, no colgarme como incauto de la transmisión del acto de inauguración de las Olimpíadas. Suena a rabieta, pero ya se sabe lo que puede esperarse de uno: que la mitad de mi tiempo me la pase indignado y la otra mitad resistiendo a la ignominia, al ataque a la libertad y a la hipocresía de las democracias occidentales. Tal vez algún día, los Juegos Olímpicos sean otra cosa.


(El fotógrafo y perfomista chino Zhang Huan pone con sus gestos el lenguaje de los hechos)





5 comentarios:

  1. ¿Has visto Naturaleza muerta, de Jia Zhang Ke?

    Muy revelador de cómo el gigante chino no se arredra a la hora de desafiar a la geografía y al tiempo. Una película asombrosa, como también lo es "Al oeste de los raíles", documental de nueve horas de Wang Bing...

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  2. Y un articulito de propina, aparecido el mes pasado en Babelia:

    "La pregunta por la relación entre poesía y pensamiento ha llegado a ser uno de los tópicos de los encuentros poéticos. Aparentemente, el tema da para mucho, pero una termina preguntándose si no será ésta otra de tantas falsas dicotomías que se inventan, al nombrarlas, para poder hablar de algo, que de eso, al fin y al cabo, se trata.

    Obtuve la respuesta de repente, mientras leía el Fiat umbra (Pre-Textos) de Isabel Escudero cuando, al darme cuenta de que levantaba los ojos del libro y me quedaba con la mirada perdida después de la lectura de uno de sus fragmentos, recordé un ejemplo que ponía Miguel Palacios en sus clases de Ética: el que lee filosofía, decía, levanta a menudo la cabeza, como hace un pájaro al beber. Así, lo leído se filtra, como el agua en la garganta del pájaro, y se asienta en el entendimiento. Pues bien, tomé conciencia, en ese instante, de que no estaba leyendo un ensayo sino unos poemas y que, sin embargo, hacía el mismo gesto; la misma necesidad había de dejar que el agua se filtrase y hallase su camino hacia el núcleo. Si, pues, para beber el verso hay que levantar la cabeza, ¿qué diferencia existía entre el poema y el pensamiento?

    No obstante, fiel al principio de sospecha, volví a la pregunta: ¿era realmente el mismo gesto? ¿Acaso no había, en la recepción de un buen poema, además del placer del entendimiento, un cierto paladeo? Ciertamente, el verso se "saborea". Y esto, el sabor, al que los filósofos de la India llamaban rasa, es algo que viene dado por la buena elaboración, por la sabia combinación de los ingredientes. No otra cosa es la poíesis.

    Pero si bien la poíesis es el arte de hacer poemas, el poema no es la poesía. El poema es algo más. Nos abre una ventana, a veces pequeña, a veces grande, sobre el mundo. Nos cuenta algo que, sin saber, sabíamos, y que reconocemos. El poema es una evidencia que nos asombra. Derrida lo comparaba con un erizo. Lo encontramos indefenso, hecho una bola en la autopista, y nos dan ganas de cogerlo, de protegerlo porque allí, muy a ras de suelo, murmura, dice algo muy bajito. Algo importante. Pero sin aspavientos. Y repetimos lo que murmura, nos lo aprendemos de memoria (par coeur) y el corazón, entonces, el corazón que no había, se hace.

    Este hacerse el corazón no es cosa de artificio. Es tiempo de deponer las ansias, los poetas, y estar atentos. Caracol, mejor que erizo, el poema -y el poeta- es la más humilde de las criaturas. Indefenso pero ligero, lleva consigo su casa, su morada; la construye con su propia saliva a medida que va creciendo. Así ha de ser el poeta para los tiempos que vienen. Humilde, anónimo si pudiera. Porque lo que dice, lo dice para todos y es en boca de todos cuando halla cumplimiento.

    Vuelvo al Fiat umbra. A medio camino entre el haiku y la sentencia popular o la métrica breve castellana, estos "farolillos" expanden su luz en mi penumbra. Brevemente, a modo de estampas para la imaginación o para la inteligencia, permitiendo ese sesgo de la mente que tanto abreva. Sirvan de ejemplo para lo dicho. Beber un sorbo y levantar la cabeza. Como el pájaro".

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    Chantal Maillard (Bruselas, 1951), premio Nacional de Poesía en 2004, ha publicado recientemente Hilos (Tusquets, 2007, Premio de la Crítica 2008) y, en colaboración con Óscar Pujol, Rasa: el placer estético en la tradición india (José J. de Olañeta, 2007).

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  3. PD: estimado Fackel:

    te honra no querer ver los juegos y cumplir así con un acto simbólico de repulsa (que no una pataleta).

    Sin embargo, muestro cierto malestar ante lo que parece una soberbia occidental: ¿desde qué podio de superioridad moral impartimos lecciones sobre derechos humanos? ¿Nosotros, con nuestra sangrienta historia y nuestras guerras de conquista, con la Inquisición? ¿Estados Unidos, con sus guerras preventivas, sus Guantánomos y el Acta Patriótica? Creo que sería bueno ser conscientes de que no somos muy indicados para darle lecciones de democracia a nadie. La hipocresía de un Bush diciendo que tienen que mejorar los derechos humanos en China es, cuando menos, sangrante.

    Mi idea es que hay que dejar que los países realicen su propio camino: ya llegarán a la democracia, tarde o temprano, es lo que pide la ley del mercado. Nada de intervencionismo.

    Y mejor quedarnos con este dato: la dictadura china no ha promovido en el siglo XX una guerra a escala internacional, practica la no injerencia en asuntos ajenos... no podemos decir lo mismo de las democracias occidentales, sometidas a la política belicista del tío Sam.

    Me ha hecho gracia que en el Babelia alguien arremetía contra el hecho de que las Meditaciones de Marco Aurelio se han convertido en un best-seller en China... hasta eso se objeto de crítica y mofa... y ya me gustaría a mí saber cuántos españoles han leído esa obra admirable.

    En fin, Fackel, que simpatizo contigo y tus ideas, pero un poco menos con quienes, y no es tu caso, por supuesto, pretenden impartir lecciones de moralidad y democracia.

    PPD: lo de Maillard no debe hacerte mucha gracia, no has dicho nada ni de la entrevista ni del artículo. ¡O es que eres tímido!

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  4. Hola, Hacker. Tranquilo, que ya te responderé. Es que no me das tiempo y necesito mi momento. Casi comparto parte de tus afirmaciones. Tampoco los temas son sencillos y afirmar a la carrera -yo mismo también lo he hecho- no da la clave. En efecto, no somos los occidentales -¿quién lo es?- los mejores para dar lecciones a nadie. Pero de democracia -con todas sus imperfecciones, contradicciones, avances y retrocesos- al menos un poquito sí, no me quites esa esperanza. Pero el tema es arduo y no me apetece debatirlo ahora y aquí, supongo que ya tendremos otra oportunidad. Yo tampoco simpatizo con los moralistas del Poder, se llamen religiosos, políticos o administradores meramente. Como dice el refrán..."predican pero no dan trigo" (adaptado)

    Tampoco hay garantías de que la democracia llegue a muchos países. Mira Rusia y China, relanzados como los primeros tras el más viejo proyecto de capitalismo, a sangre y fuego y bajos salarios, claro. Si no aceptan las reglas democráticas convencionales al uso hoy día, ¿crees que van a dar con otras fórmulas de participación, de reconocimiento múltiple de la librtad? Mis dudas, claro.

    Las meditaciones de Marco Aurelio, como las de Confucio o de Gracián son interesantísimas, no me cabe duda. Y poquitos españoles las habrán leído. Lo que sucede es que todos los escritos hay que enmarcarlos en su tiempo y lugar, y ver que fueron utilizados y se escribieron para algo. Las palabras no son inocientes, y menos en política. Ahora bien, ciertamente hay consideraciones de autores del pasado que vienen bien al menos para hacernos reflexionar: la escritura también es método, acaso más que lo que asevera y categoriza en axiomas, acaso es lo verdaderamente importante.

    Buen lunes.

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  5. Gracias, Fackel, tan fino como siempre. Y, como siempre, de Maillard no dices ni mú...

    Buen martes!

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