"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 26 de junio de 2008

Saborearse



No brindas, alzas la copa de cerveza para invitar a las máscaras, pero las máscaras no se conmueven nunca porque, si no, no serían máscaras; es, por lo tanto, una invitación fallida, y sus rostros agrios, exponentes de las cóleras más variadas, no podrán entender nunca tu ofrecimiento. Pero está bien que levantes el puño acrisolado de la hija del lúpulo. Su amargor se torna en una variedad de fermentos y gustos que se desparraman por tus vísceras generosas. Tú estás más allá de cualquier ira del instante, de cualquier desasosiego, de cualquier duda. Tu barro no te fue dado para constituir en ti un edificio blando, sino estancias acogedoras, una fortaleza ante las adversidades, una sustancia abierta a todas las sustancias que quieran aproximarse a ti, una atalaya desde la que observar lo lejano como si fuera cercanía. No te perturbes con el gesto hierático de las caretas. Desprovistas de una figura viva que desde detrás las dotase de agitación y movimiento, sólo son meras representaciones cuyo patetismo te da lástima. Así que alza la copa para que ingieras la propia aceptación de ti mismo. Bebe hasta el fondo. Saboréate.

2 comentarios:

  1. Sensacional texto y fotografía, Fackel... aunque vete a saber si las máscaras no se com-padecen o sienten de alguna forma secreta, invisible...

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, Hacker. Tras la aparente rigidez suelen encontrarse también corazones tiernos. Pero entonces ya no serán máscaras. Gracias por tu seguimiento. Buen festivo.

    ResponderEliminar