"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 17 de junio de 2008

Redentoras



¿Qué fue de tus muñecas sufrientes? Las meciste, las vestiste, las desnudaste, las peinaste, las enseñaste a caminar, las diste de comer, las sacaste de paseo, las hablaste. Ellas se dejaban, pasivas, entregadas a tus manejos y a tus habilidades. Proyectaste en ellas tus insuficiencias y volcaste tus odios. Te adentraste en su corporeidad y las cediste parte de la tuya. Atendiste sus caprichos y las castigaste. Salías a su encuentro y luego te alterabas y las encerrabas en la oscuridad del cuarto austral. Las trataste con ternura pero también con desdén. Las acogías protectora y de pronto mostrabas tu despecho enérgico. Te dirigías a ellas exigente e impositiva para luego manifestarte como salvadora. Cuánto haz y envés en tu comportamiento. Cuánta atracción, cuánto rechazo. Cuánto elevarlas para luego hundirlas. ¿Qué hicieron por ti más que tú por ellas? Tal vez permitieron que te manifestaras. ¿Cuántos gritos no habrían salido de tu pecho si no hubiera sido por ellas? ¿Cuántos lloros echaron ellas por ti, que no rompían aguas tus lágrimas? ¿Cuántos silencios de la niña no fueron consolados por los silencios expectantes de las muñecas? ¿Cuántas confusiones desviaste a su lento aprendizaje de muñecas rotas? ¿De cuántas desdichas tuyas no fueron ellas valedoras y pagaron por tus obcecaciones? Recuerda la tarde de tormenta tropical, que parecía no cesar nunca, cuando la calima húmeda te arrastraba al fondo de la estancia, huidiza y apartada de todos. Tu hastío desbordaba tus dimensiones. Te ahogabas. Nadie hablaba, nadie escuchaba, nadie parecía existir allí sino como estatuas apesadumbradas y frágiles, pero llenas de ira. No pudiste más y sacaste tus más bellas muñecas a aquella parte del zaguán que quedaba al descubierto, dejándolas a merced de los relámpagos y de la lluvia copiosa, abrumadora. Pero resistieron. No las reconociste cuando, pasado todo el aparato infernal, saliste vergonzante y temerosa a buscarlas. Pero habían resistido. Habían padecido por ti. De alguna manera, una vez más te habían salvado.






(Obras de Hans Bellmer)

2 comentarios:

  1. No me mires así que me asustas

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  2. Desde luego, las muñecas -¿son sólo muñecas?- son muy tétricas. Cuando descubrí estas composiciones me horrorizaron. Hay algo metamorboso en estas fotosperfomance de Hans Bellmer. Tienen una carga que supera y van más allá de cualquier cuento, de cualquier experiencia. ¿O no? Quién sabe de la violencia contenida de tantas niñas que volcaron su Yo en sus otros Ego (las muñecas, por ejemplo)

    Pero sí, lógico que asusten...y hay más que no reproducido...Me corté.

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