¿Quién dijo que el principio fue el desierto? El origen fue fértil, y los dos ríos transcurrían trazando un círculo amplio que se fue ovalando. Y en esa geometría de humedad y espacio, las vidas fueron creciendo y engendraron otras vidas. Y las formas se multiplicaron, en función de la necesidad. Los hombre comieron de la tierra. Y los campos germinaron y las cosechas fueron recolectadas. Los seres se protegieron del cielo. Y los cubículos se adaptaron a los usos y a la subsistencia. Los habitantes necesitaron transcurrir. Y surgió el diseño de las urbes. Y las líneas invisibles entre unas ciudades y otras desbordaron oasis, atravesaron praderas y acariciaron riberas fecundas. Los materiales del suelo hablaron, y los hombres los interpretaron con tesón y con ocurrencia. El barro se elevó hasta cubrir los goces y los llantos. Luego se revistió de cristal hasta revestir los palacios. Las canteras parieron para exultar los hombres dioses, pues sin la materia que los representase no podrían existir. Se trajeron basaltos lejanos para urdir en ellos las leyes más exactas de su tiempo, que regularan vidas y justificaran privilegios. Aun el limo más sensible se hizo cuajar para hornear la fragua de las palabras. Y los pictogramas de la cuña invadieron la tierra desde donde fueron engendrados. Y el misterio del alfabeto rasgó el pensamiento de las vecindades y se desperdigó y se transfiguró por apartadas extensiones. Hubo muchas caídas después, nuevos ascensos de dominios, y luego el extravío. El ajuar de las vidas acabó simplemente elevando los terrenos con la acumulación de detritus y de polvo. El tiempo hizo el resto. Desgaste, ocultación, silencio, olvido. Mucho después, no se sabe bien si por el viento, el azar o el renacimiento de otros hombres volvió a ser habitada pujante la tierra efectiva. Su emblema se llamó Bagdad. La ciudad se contemplaba en el Tigris y éste corría sin temor hacia su hermano, en pos de una fusión incestuosa hacia el mar. Eso sucedió hace mucho, mucho tiempo. O tal vez fue una creación de la literatura y Sherezade lo discurrió para preservar su vida. Por cierto, ¿dónde está hoy Sherezade para asegurar el presente?
(Postal de Bagdad de los años 60 del siglo veinte)
(Postal de Bagdad de los años 60 del siglo veinte)
Brillante texto... me ha gustado especialmente la expresión "el ajuar de las vidas".
ResponderEliminarSin ánimo de ser pesado (que lo soy), he aquí una noticia que quizá te resulte de interés, Fackel:
http://www.diariosur.es/20080406/cultura/premio-nacional-critica-reconoce-20080406.html
Saludos
Sin problema, Hacker, tu interés me reconforta. Por supuesto no leo DiarioSur, porque no me pilla a mano, pero en El País lo leí a la hora del desayuno. Mira que yo creo poco poquísimo en los premios, pero me gustó este reconocimiento de Chantal y también el de Chirbes, que me pareció siempre un tío honesto y que escribe muy bien. O sea, que al final lo de los premios nos camela a todos, si hay un mínimo de honradez por parte de quienes los conceden. Ah, mira, en El País de ayer, página 39, hay un artículo de Gelbenzu titulado "¿Cómo se dan los premios literarios?". Lo tengo apuntado para leerlo, pero es que yo soy lento, muy lento. Un abrazo.
ResponderEliminarHacker, te pasé lo del diario Sur porque sale una bonita foto, a mí también me pilla a trasmano...
ResponderEliminarLo de Guelbenzu lo leí, y es interesante, a ver qué te parece.
Y en cuanto a los premios, estos dos creo que son de sobra merecidos. El que le han concedido a ella me agrada especialmente, porque como lector he luchado a brazo partido por defender ese libro asombroso que ha despertado no pocos recelos. Por supuesto, los libros son los mismos antes y después de los premios, aunque a veces un premio hace acreedor a quien lo recibe de una sospecha permanente, ¿qué habrá hecho para recibirlo?
Aquí tienes otro enlace con reacciones de la premiada:
http://actualidad.terra.es/cultura/articulo/maillardhilos_libro_duro_arriesgado_he_2377607.htm