"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 18 de diciembre de 2007

Catar



Apenas una mordida y tendrá que decidir si quiere conocer el bien y el mal. Distinguir será otra cosa. Elegir, una decisión sobre la marcha. El cuerpo de la vida es aleatorio. Una suerte, un descorrimiento, una mirada que no cesa. Tal vez un descubrimiento de lo accesorio persiguiendo implacablemente lo fundamental, sin mucho éxito. O con excesiva dificultad. Siempre la fruta esperando, unas veces verde, mera tentación; otras, demasiado madura, inaceptable para la cata tardía. Y sin embargo, trata de probar. El riesgo. Sopesar el bien y el mal es un juego tenaz, y sólo un juego. Demasiado trasgresor para ser admitido como el ejercicio más legítimo de la especie. Su reconocimiento sólo es propiedad de quienes acometen el intento. Al otro lado, los mismos que se dejan tentar pero se inhabilitan en el sometimiento a sus propios prejuicios lo repudian, arrastrados por el miedo. Y tratan de incidir en los demás, llevados de su atormentado complejo mesiánico. Sólo se prueba en la individualidad. Sólo se conoce en la consecuencia personal. Sólo se cata en la decisión. Y todo por libre. Sin influencias, sin testigos, sin mediadores, sin dedos coactivos, sin palabras que condenan. O más allá de todo ello, ese ruido funesto que trata de desviar la ruta del esfuerzo. Para conocer hay que aceptar el desafío de la atracción. Pero también la exigencia del vacío. Sentir el cuerpo de la vida como desocupación. Prospectar sin avasallar el territorio. Allí una mano nos ofrecerá la fruta necesaria. No más frutas prohibidas. Empezar siempre de nuevo.

2 comentarios:

  1. Ninguna mano que no sea la que ya llevabas, la que ya sabía pero temía, y mejor que supiera, que estuviera entrenada, porque el terreno de juego es uno/a mismo/a.

    Cuídate de las tintas cargadas sobre los caballos rojos, dicen que todo lo que tiene nombre existe, aunque no dicen en qué forma y dónde.

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  2. A veces hay objetos -personas, cosas, territorios, historias, fenómenos, etc.- que tienen nombre, pero cuya inconsistencia les regates su propio sentido de la existencia...

    Bienvenida Ur (¿de Sumer? al territorio de Fackel. Puedes prospectar en él. Buenas noches.

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