"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 13 de diciembre de 2007

Canción infantil



Volvió a subir a aquel monte
volvió a subir a aquel monte
volvió a subir a aquel monte
¿Y qué creéis que vio?

Al otro lado otro monte
al otro lado otro monte
al otro lado otro monte
mayor que el anterior.


(Cuanto más se aleja, más se empequeñece. Cuanto más asciende, más gravedad va abandonando sobre la arena rizada. Cuanto más se aligera, más curvado comprueba el suelo bajos sus pies. Extraviada entre las dunas, trata de llegar hasta la más alta. Ella espera encontrar un punto de visión desde el que orientarse. Pero las dunas se suceden en una añagaza semejante a la que practica el oleaje del mar. Nunca se arriba a un puerto claro ni se entra en un caravansar bien fundado. Todo lo más, espejismos. Tal resulta su soledad que es cuestión de una leve corriente eólica que sus únicos testimonios -sus huellas de giganta- se desvanezcan. No hay mirada hacia atrás, ni retorno, ni huída que garantice la salida. Entre la inmensidad, titubea. Sometida a la implacabilidad del sol, vacila. Sólo la salva su propia desnudez, la que le permite intentar un ejercicio de natación imaginario o un despegue hacia un vuelo improbable. Ensoñaciones. Y en esa gravitación, que persigue con tenacidad pero con escaso éxito, se separa de cualquier referencia polar. La noche que le va llegando de frente la perderá del todo. Si se para, la duna la engullirá. Si sigue avanzando, el cansancio mermará su resistencia. Tal es la búsqueda. Advierte una zona de flotación en lo más hondo de su magnitud mermada y se refugia en ella. Recogida en su evanescencia, hecha un ovillo en su propio recuerdo, halla un territorio inconcreto donde se despega, donde permanece vigorosamente ausente. Entonces, aquella canción infantil resuena una y otra vez dentro de sí misma como una ritiratta, en un despliegue de aspergios de menor a mayor que vuelve a disminuir hasta apagarse. La lluvia de su sudor se mezcla con la de sus lágrimas. Es tan tenue la raya entre memoria y olvido...)

(Fotografía del artista parisiense Jeanloup Sieff)

2 comentarios:

  1. Mmmmm, me tranquiliza pensar que pueda estar en las dunas de Liencres. O en la playa del Inglés, o en la duna de Pilà, o en Fuerteventura, y al otro lado vea el mar...Por si acaso, dile de mi parte que las montañas acaban alguna vez.

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  2. Y a mi que me gusta no poner nombre a los territorios soñados o a los imaginados...ya ves. Buenas noches, Lagave.

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