lunes, 4 de diciembre de 2006
Crucifixiágite
Siempre había sospechado que la crucifixión era esto. Una postura sin continente. Una tau intangible. La entrega de un cuerpo al verdadero cuerpo: la materia. La ebullición de la sangre. La feria de los coágulos. La incapacidad de volver a la posición auténtica: la uterina. Una genuflexión que incapacita para elevarse. El abrazo de las sombras. La tensión sometida. Un cuerpo envidiado por los verdugos. Los hemisferios del pathos. La vertebralidad escindida. Los canales de la armonía. El abrazo disecado. La pose del sufrimiento. La tortura simulada. La ejemplaridad morbosa. El lunar en la nalga. La negrura deseada. Una adoración quebradiza. El descendimiento erecto. La desacralización del barroco. La ausencia de las siete palabras no dichas. El clamor de las setenta palabras rescatadas. La presencia infinita del gemido. La carencia de máscara. El raso de tul ilusión. El envés de la redención. La marioneta secular. La concupiscencia de uno mismo. La palabra enmudecida. La piedad penitente. El verbo deshabitado. La memoria del primate. La caída. El silencio frente al muro. Crucifixiágite.
(Sobre una fotografía de Jimena Sánchez)
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De sugerencias están llenas las imágenes que nos llegan. Y las imágenes que nos llegan suelen ser en parte las que nosotros no representaremos nunca. Se admite el sarcasmo y la correctora blasfemia. Ya lo dijo el profeta: la blasfemia (la transgresión verbal, la desdramatización de lo sagrado) os hará libres. Saludos.
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