"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





domingo, 1 de octubre de 2006

Más allá de los rostros

¿Cuántas caras pasan a lo largo de nuestra vida por delante de nuestros ojos? Un encuentro. Un rostro se halla de repente ante un rostro nuevo. Nuestra mirada observa. Todo es muy rápido. Tratamos de hacer un retrato mental de urgencia. Nuestros sentidos de la trastienda reaccionan. Nos interrogamos ante la duda y preguntamos con la mirada al otro. Qué percibo yo de él. ¿Me significa algo amistoso, enfrentado, amorfo...? Nuevos rostros se incorporan a los ya conocidos. E incluso los que ya nos son familiares vuelven a ser nuevos, porque más allá de la foto fija, los rasgos cambian. Le llamamos edad, le llamamos problemas, le llamamos estado de ánimo, le llamamos simplemente arrugas o falta de color...

El espejo diario se alía con nosotros para hacernos creer que somos los mismos. Esas fotografías almacenadas en los álbumes se empeñan en actualizar la diferencia. Nos rebelamos contra el espejo si no nos aceptamos. Clausuramos el album para no fosilizar nuestras ansias de vivir. El rostro vive en una recurrente peregrinación de atracciones y rechazos para nosotros mismos. Dice el pintor y caricaturista Tullio Pericoli:

"Uno es ciego con respecto a su rostro. No sabríamos qué parte del rostro usar para ser más dulces o más malos, más duros o más tolerantes. Tendríamos que regirnos sólo por los ojos de los demás. Dependeríamos de sus ojos. El rostro asumiría expresiones que no conoce, y las guiaríamos por el instinto. Me pregunto: si en este mundo hipotético alguien me hiciese un retrato, ¿cómo haría para reconocerme? ¿Seríamos los mismos si no supiéramos cómo es nuestra cara? Sería curioso ver cómo se maquillarían las mujeres que no pudieran mirarse nunca en el espejo. Quizá no se maquillarían."


El rostro y la máscara del rostro. ¿Qué es lo natural en él, lo espontáneo, lo planificado, lo dolido? Tan cambiante, tan adaptable, tan ficticio. Lectura superficial: la forma de la cara, sus perfiles, la piel tersa o ajada, el dibujo de la nariz o de los labios, el color de los ojos...¿Pero el rostro se constituye sólamente de sus elementos físicos? ¿O son las relaciones que se establecen entre ellos? Una sospecha: en él se plasma un cosmos que revela los mundos concéntricos y profundos que llevamos dentro, nos sean conocidos o no, los controlemos o no, los asumamos o no.

"Debajo de la piel hay una trama de músculos que activa el movimiento y da expresión al rostro. Y estos músculos, como ocurre en el gimnasio, se desarrollan, crecen, se hacen más fuertes cuanto más se les estimula. Pero, ¿quién manda a los músculos que se muevan? Es el alma, nuestra parte más íntima y secreta, que quiere expresarse u ocultarse; que quiere salir de su envoltura: de esa especie de edificio en el que está confinada. El alma tiene dominio sobre los músculos, Los estimula expresar de lo que ella cree, o lo que en ese momento desea."

Puede que tenga razón Tullio Pericoli en que hay una novela viviente en nuestros rostros. Que en el rostro se manifiestan como argumento las inquietudes, las euforias, las angustias, las actitudes laboriosas, la entrega, la cooperación, los afanes nerviosos, las conquistas de la calma, es decir, toda esa vasta extensión de geografías íntimas que de manera análoga compartimos los seres de la especie. Para Pericoli, el valor de su retrato manual establece una relación directa y cálida con el rostro que trata de plasmar:

"Se trata de entrar, por una rendija, por una ventana, en su palacio de la memoria. Debemos de hacer antropomórfico este palacio e imaginarlo con brazos. Tiene manos este palacio. Que escriben. Son varias esas manos. Está la mano que narrará nuestras alegrías, nuestros dolores, el tiempo del ocio o del trabajo. Está la mano que escribirá el tiempo que pasa sobre la cara. Y está la mano que, sin nuestro conocimiento, contará de nosotros las cosas que no sabemos o que no queremos saber. Narrará las pasiones, hasta las inconfesables. Más aún. Está la mano que contará también nuestros sueños, Durante el sueño, nuestro cuerpo no está quieto. Los sueños intervienen para activar, también ellos, los músculos de la cara."

No tiene pérdida el librito sorprendente titulado "El alma del rostro", de Tullio Pericoli, recientemente editado por Siruela.

(El retrato de Indalecio es de Mery Maroto; los de Samuel Beckett, de Tullio Pericoli; el de la mujer, de Man Ray, creo)

4 comentarios:

  1. Sí, la verdad es que el rostro es la persona. Una carta de presentación, un corazón abierto, un muro que pretende inasaltable, un deshaucio. Puede serlo todo. Interesantísimo las opiniones del dibujante italiano. ¿Se trata del mismo que ha reproducido caras de escritores? Es un tema fascinante. Por cierto, sería digno de consideración hablar del valor de la mirada. Muy bien sacar a colación el asunto, Fackel. La presión de estos tiempos de apariencia bajo focos y flashes no podrá ocultar grandezas y debilidades, y sobre todo autenticidades. Por mucho que algunos lo intentan lo que logarn es ser más patéticos y aberrantes.

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  2. O sea, Pardo, que el mundo no se mueve únicamente entre caras buenas y caras malas, caras sonrientes y caras adustas, caras dulces y caras agrias, ¿no? ¿Será que una cara se desdobla en otra cara en otra cara en otra cara etcétera? La mirada es importante, a veces decisiva, pero la cara no se compone exclusivamente de la mirada. Y si no, que se lo pregunten a los edad avanzada...

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  3. ¿pero somos como nos vemos nosotros o como nos ven los demás?.
    Gracias por la información de Pericoli.
    Tanto por leer.
    Un saludo

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  4. Probablemente, ni somos como nos vemos ni como nos ven los demás, Daniela. Ante los demás y ante nosotros mismos, a menudo aparentamos.

    Cierto, Zeleste, la cara no es sólo la mirada. La boca, por ejemplo, es tan importante o más que los ojos. De todos modos, los órganos del rostro se vinculan tanto en función del estado anímico que sí, puede que tengas razón, que una cara se desdobla, se multiplica, y a veces también se vacía.

    Pardo: no creas, estos tiempos que dices de apariencia, yo diría superlativa, marcan también conductas hasta en la manera de mover la cabeza, de elevar las cejas, de insinuar la boca...Los modelos televisivos están formando pautas gestuales, además de lenguaje oral. El mundo de la naturalidad ya pasó.

    Un abrazo a todos.

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