viernes, 8 de septiembre de 2006
Si una noche de verano un blogista...
Esto de mantener un blog se está convirtiendo en algo adictivo, pero no me importa, es algo muy raro, es como mantener una disciplina sin que nadie trate de disciplinarme, como hacer unos deberes sin que nadie me los ponga, y pasan cosas raras, por ejemplo hace dos noches me sentí vacío y no colgué nada, tampoco me esforcé demasiado, no quiero que esto parezca una obligación, no quiero sentir la obligación, sería como tener una amarra más a la costa de las exigencias ajenas, el caso es que no tenía una idea clara, no sabía bien de qué hablar, claro que siempre habría podido colocar una foto y dos líneas, sic, una tras otra, o sólo la foto, o un retazo de algún escritor, eso se lleva, yo mismo lo llevo, pero no lo hice, naturalmente podría haber recurrido a hablar sobre alguna noticia citada en la prensa o en la televisión, pero no quiero hacer blog, es decir diario, basándome en la influencia mediática, de la que no se puede escapar, obviamente, porque ya veo que muchos blogs toman como referencia a los medios periodísticos, bastante blogs incluyen o cifran sus comentarios sobre noticias acontecidas, las que salen en los telediarios o se dicen en las gacetillas radiofónicas, con lo que un blog se convierte en una prolongación de los media, y es inevitable de alguna manera, ya lo sé, pero me parece que eso es dar más cancha de la debida y reconocerles excesiva ascendencia a la prepotencia mediática, que no se merecen más allá de unos límites mínimos que ellos, esos medios, pretenden máximos, y el blogista que acompasa esa repetición de lorito mira lorito di lorito desmerece bastante de sus propios fines que, yo pienso, deben ser más íntimos, quiero decir más auténticos, más sinceros, y si es así, la distancia con el dominio mediático ya queda marcada, y ningún territorio de nuestro poderío personal tiene por qué ser transgredido por esa largo mano de los voceros de la noticia y de la opinión, así que en la medida de lo posible y, salvo fuerza mayor, salvo debilidad febril, salvo bajada de listón y pérdida de norte, uno no quiere seguir la onda informativa como línea de autoescucha y menos de expresión, sería más inteligente inventarme las noticias, es una posibilidad, no es difícil, también los profesionales practican esta recurrencia, pero cómo distinguir entre hechos y noticias, eso es poco menos que imposible, porque los hechos son tales, los interpretemos o no, de ellos nunca se puede escapar, son la misma bola que rueda, que decía mi padre, una elaboración continua con repercusiones constantes, pero nunca sabemos muy bien su verdad particular, yo diría que apenas distinguimos su verdad particular, porque la verdad concreta existe, a diferencia de la absoluta o de la abstracta que son improbadas y constituyen una moneda de cambio para compraventa de conciencias pusilánimes, sólo que la verdad del hecho es tan plural que muchas veces nos resulta difícil de traducir, nos desborda, nos maniata, nos confunde incluso, la fuerza de los hechos siempre es poderosísima porque está dotada de lo auténtico, de lo que es, nos guste o no, pero de los hechos nos llega lo que nos cuentan los que viven de hacer noticia de los hechos, que es otra cosa, los que viven de la noticia nos dicen siempre que nos la sirven, que trabajan para que estemos informados, sublime y falaz argumento absolutamente reduccionista, pero los hechos son complejos, a menudo indescifrables, lo que nos llega es la capa superficial de los acontecimientos, eso que podría llamarse suceso y que, con frecuencia, tampoco llega a
ofrecerse con verdad, como verdad concreta, y es que las dimensiones de un hecho tiene tantas dimensiones, tantos ángulos, tantas aristas, tantas prolongaciones, que parecen más bien geometría en estado puro, y en cierto modo tal vez lo sea, porque lo fractal se reproduce también en las conductas humanas, y es que las dimensiones de los acontecimientos no siempre reconocen a los sacerdotes y a los exégetas y a los intermediarios mediáticos, porque el periodismo o como se le quiera denominar, ya nos entendemos, es el intermediario en el momento de la supuesta hora verdadera, la de proporcionar a los ciudadanos el acceso a un cierto conocimiento, a una cierta aproximación, pero lo que acontece se nos concede como el eco de las noticias, así suelen llamarlo los periodistas, he ahí la diferencia entre hacerse eco de un hecho y hacerse eco de una noticia, parece lo mismo, parece una consecuencia lógica, y puede que lo sea, pero alterada, en ocasiones modificada, en ocasiones brutalmente adulterada, se crea un mundo de noticias sobre un mundo de hechos, pero la norma es sustituirlo, hay un filo de intereses que corta y trocea y arroja la visceralidad de los cadáveres que son los hechos ya sucedidos, justo allí donde está la verdad se deja fuera, siempre queda algo entre los dedos de los carniceros de la información y claro, algo se huele, algo se intuye, el adeéne de la historia puede ser ocultado pero no destruído, en las vísceras de lo que ha tenido lugar hay demasiada información de verdad, y algunos periodistas lo entienden, o lo sospechan, o lo olfatean, pero no se les deja, porque en la percepción de los hechos hay una cuestión innegable, conceptual: su complejidad, su formación sobre la base de múltiples factores que se atraen o repudian, que generan colisión, pero suele ocurrir que es preferible para los propietarios de las carnicerías de la información no prospectar, no desarrollar la verdad de los hechos, no interesa su proyección, se alicorta su vuelo, y se muestra tan sólo su exhibición ritual y consensuada, al fin y al cabo el oficio y el beneficio se confunden, y detrás está la influencia política, el marcaje social, porque ni siquiera las modas hoy no son nada, hoy menos que nunca, sin la intervención pontifical de los mass media, y todo esto viene a cuenta de la crisis de una noche, hace dos noches, en que no sabía de qué hablar, visto así uno prefiere no ser prolongación de nada, y mira que es difícil, uno prefiere aullar en soledad bajo el manto de las estrellas y sobre la cabeza de los hombres durmientes, éstos que lo son de noche o lo son de día o lo son de noche y de día, y en vez de localizar una foto típica relacionada con el tema voy y encuentro una de la gran fotógrafa mejicana Tina Modotti, porque quién puede negar el enorme efecto y significado de dos manos agrietadas sujetando una pala...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Detrás de esas manos agrietadas se esconden miles de historias, pero yo me he acordado, de repente, de Pedro Páramo .
ResponderEliminarBuenas noches
De tantos Pedropáramos, Olvido, la mayoría anónimos...así es, todavía en regiones amplias del planeta.
ResponderEliminarSaludos.
Un tanto farragoso tu texto, Fackel, pero si es tu estilo, nada que objetar. Respecto a tus contenidos críticos te diré que los capto. La "mediaticidad" a la que criticas se pega a nuestros cuerpos como lapa. Yo entiendo que depende de los niveles medios de aceptación. Cuando se acepta lo de otros es que uno se acepta como es. Y viceversa. Todo tan antropológico como discutible, evidentemente. Pero que conste que estoy de acuerdo contigo en que hay que ser exigente con el periodismo en general.
ResponderEliminarSí, ya sé que criticar al periodismo es un tema aeterno. Los profesionales dirán que es como atacar al mensajero. El problema llega cuando el mensajero se identifica tanto tanto con la empresa que pierde su primogenitura por el consabido plato de lentejas. Los mismos profesionales, y conozco bastantes a quienes no les gusta su propia figura, suelen decir que es lo que hay.
ResponderEliminar