"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 23 de octubre de 2025

La hoja caída y sus avisos






Y de pronto, tras recoger aquella hoja ajada, retorcida, polvorienta, que yacía sobre el capó del coche, sentí una vez más la revelación de lo ya revelado, la metáfora, a la que recurrimos tanto, la verdad, a la que acudimos menos, y pensarás que es una fruslería lo que voy a decir, pero me transmitía ternura, qué veo yo en ella, qué ve ella, la hoja, de mí, esas dos mitades de su haz y su envés, con diferente coloración, porque en la realidad siempre hay una correspondencia, y no pueden las hojas, no puedes tú mismo, huir de la doble imagen, no hay un individuo aparente por un lado y otro doble detrás fingido, o viceversa, pues un individuo no es sino el viaje de ir y volver constantemente, como tampoco hay únicamente medio cuerpo, media personalidad, y el lado caduco que exhibes conlleva la parte provisionalmente imperecedera del otro yo, y por muchos heterónimos que creas imaginar, o vivir, si prefieres, pues la imaginación no es vida desdeñable, todos ellos, simulando más juventud, o más belleza, o mejor elocuencia, o arrolladora simpatía, ninguno de ellos se libra de que sus colores van siendo opacados, y sentí en la rugosidad de la hoja sobre mis manos, en sus mellados perfiles, en los extremos quebradizos de sus estrellas puntiagudas, el aviso identitario de mi propio cuerpo, dónde estaré yo, qué superficie de yo hoja permanecerá de antes y cuánto espacio inoloro me cubre ahora, me preguntaba a medida que comprobaba el volumen que ocupaba en la hoja lo verde y lo que iba trocándose en amarillo, y puesto a divagar me pregunté si esa hoja que el viento había fijado sobre el parabrisas no estaría trasmitiéndome un mensaje oculto, a mí, que soy de rechazar las cábalas secretas, que como juego está bien preguntarse uno si soy el elegido o el rechazado, y para colmo, me llegan de mano del vehículo de la memoria aquellos versos del poeta romántico que aprendimos en la pubertad, hojas del árbol caídas / juguetes del viento son, y me río sin que me vea nadie, y la hoja siente mi empatía y hago como que me habla


(Me gusta escuchar a Max, tal vez dejándome arrastrar más por la cascada de pensamientos y el engarce de sus palabras que por el contenido de los pensamientos mismos, que hay que desbrozar con tiempo. Y es que él es así, necesita escucharse, porque que otro le escuche solo es la excusa para el juego de lo que el llama el orden y desorden de las ocurrencias) 





3 comentarios:

  1. La caída de las hojas representa el desprendimiento de lo que ya no es necesario, similar a cómo las personas mayores a menudo nos desprendemos de preocupaciones superficiales o materiales, o lo intentamos al menos.
    Saludos.

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  2. Por momentos me has recordado a Kafka.
    Ahora que viene el otoño y veremos hojas por doquier, podremos imaginarnos mil y una historias con ellas. Está bien preguntarse uno si es el elegido o el rechazado, pero más importante es saber que se "está".
    Un saludo...y salut

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  3. Con esta metáfora de la hoja caída, me pregunto de qué lado caeré, si del haz o del envés. Ojalá mi descenso sea lento, suave y sin ruido, como cuando la hoja se desprende del árbol.
    Inevitable siempre aquí Espronceda con lo de "hojas del árbol caídas/ juguetes del viento son..."
    Un saludo otoñal.

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