"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 27 de agosto de 2025

Muecas

 



En su infancia el niño tenía por costumbre hacer muecas. La mueca debe ser una seña de identidad con la que uno presume de ser él mismo y no otro. Una respuesta al desasosiego que causa la evolución más recóndita de un cuerpo. La evolución silenciosa del propio cuerpo nunca se controla. Sus expresiones pueden ajustarse a lo indicado por otros (los padres) o a una salida rebelde en forma de gesticulaciones y manías. Un cuerpo vivo pugna por expresarse por todas sus partes, aunque en ocasiones sean salidas caóticas. En aquel tiempo ciertas madres, tal vez pocas, vestían a algunas criaturas de blanco. Hasta los calcetines y zapatos podían ser blancos. 

Cuánto simbolismo en el blanco, de tipo etéreo y moral pero también o, sobre todo, como signo de limpieza (del que llevaba puesto el blanco) El niño uncido amorosamente por una madre a ella misma (habría que hablar en otro momento de aquellos estereotipos de madres) y a la mentalidad media  de un tiempo que necesitaba purificarse como humanidad y como tiempo. Qué era lo que más podía gustar al niño de aquel vestir. El cinturón sin duda. Denotaba otro signo: el de un futuro adulto que él podía capturar junto a su exhibición alba. Tópico es que un niño quiera ser mayor. ¿O como los mayores? Aquel niño siempre permaneció en la duda: ser mayor (crecer) ¿era lo mismo que convertirse en adulto? Él no podía saber entonces que el adulto merma, aunque parezca lo contrario. El niño con cinturón superaba así a otros niños de su edad. Lo ordinario era todavía llevar pantalones con tirantes. 

Esta es una imagen de paseo. Ir de paseo, al menos para aquella madre, era ir de punta en blanco (nunca mejor dicho) Ella, también iba así. Su vestido oscuro arropaba un cuerpo de mujer bien dotado. Resaltaba una esbeltez que el niño percibía y probablemente de la que se enorgullecía cuando las miradas se centraban en ella. ¿En qué iría pensando el niño con sus muecas? Tal vez en la visita al parque. En llegar hasta el barquillero. En montar en la barca del parque y escuchar las repetidas historias sencillas del barquero. Barquillo, barco, barquero...La etimología de las palabras sale al encuentro común de los recuerdos. La navegación de la infancia con inciertos destinos a costas más imprevistas todavía. Mucho más tarde descubrirá el niño de blanco que hay otro tipo de muecas en el pensamiento y las ideas, en las conductas encontradas y en las actitudes cooperadoras, en la sencillez de los corazones que tratan de permanecer incólumenes en alguna región de ellos y en la oscura y malsana bilis que envenena la existencia. Ahora se da cuenta el otrora niño que las muecas son fieles compañeras de por vida, como las sombras. 



9 comentarios:

  1. Entrañables fotografías tomadas por aquellos profesionales callejeros. En mi caso, el misterio que ocultaba aquel instrumento frente a la cara de aquel señor que interrumpía el paseo por unos momentos, abducía mi atención y resultó con los años en toda una profesión.
    Veo en el niño una involuntaria anticipación del peinado de los Beatles. Gracias por compartir.

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    1. Los fotógrafos de calle (o parque) o los ocasionales nos brindaron las mejores fotos.

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  2. Y veo más cosas en la fotografía. Imagino un fotógrafo un tanto descuidado que no sumergió correctamente el papel de copia fotográfica. Quizás agobiado de trabajo, pero la esquina inferior derecha no quedó empapada por el "líquido milagro" (revelador) el mismo tiempo que el resto de la superficie. El resultado es ese triángulo más claro que el resto y que permanecerá como testimonio de una mala praxis profesional que tendrá la importancia que uno quiera darle (seguramente poca).

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    1. En ese sentido tu ojo y tu profesionalidad te permiten advertir lo que algunos vemos pero disculpamos. Me había dado cuenta de ese cambio de color pero no le di mayor importancia. Demasiado es conservar una imagen de untiempo lejano.

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  3. Hermosa fotografía; inclusive la mirada furtiva de aquella señora.

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  4. Yo veo un buen fotógrafo callejero, porque el trío posa, pero en movimiento. O quizá es ya una época en la que la cámara le permite disparar así sin que la foto salga "movida".
    Yo alcancé a conocer el último fotógrafo callejero de los que metían la cabeza bajo una tela que cubría también la cámara. Y hasta tenía el célebre caballito de cartón piedra para las fotos de niños. Ver a ese artista fotografiando a alguien era todo un espectáculo.

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  5. Hay una elegancia en la señora que queda patente, eso es innegable. En cuanto a las muecas, nada que decir, forman parte del itinerario de ser niño.

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  6. Dos generaciones, una época y un niño provocador. Con firmeza y precisión. Juro. Lo juro. Lo juro en nombre de dios en vano. Ahora haces lo mismo.

    Chiloé

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  7. A mí de pequeño no me querían sacar en las fotos porque siempre andaba haciendo muecas y las estropeaba.

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