"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 13 de agosto de 2025

Lo sobrio

 





















Al pasar por delante de la taberna de Chiang allí estaba como todas las tardes tu anciano pariente, Xiao. El hombre alzó su vaso de espeso huangju en ofrecimiento. Le agradecí el gesto pero lo rechacé. Luego bebió de un trago todo el vaso, carraspeó y se frotó los labios con la manga de su remendada camisa. Transmite mis deseos de lo que quiera a mi pariente Xiao, dijo. Me limito a trasladártelos. Xiao ha sonreído afirmando con la cabeza. Mi pariente está de vuelta de todo, dice, y su escepticismo le ha llevado a cambiar incluso el lenguaje convencional. Otro hubiera dicho: da recuerdos o un saludo o la paz para Xiao. Él ha preferido que el destinatario de su deseo elija. No es nada tonto y sabe que al dejar la puerta abierta a la bondad natural no solo desprecia los lugares comunes de las palabras y las expresiones al uso sino que concede al sujeto al que dirige su recuerdo la posibilidad también de romper con el tópico y la trivialidad. El mundo está necesitado de retomar las palabras con sentido que han sido desplazadas. Necesitado de que se rescate la sensatez que los viejos términos sabios sabían interpretar y sobre todo comunicar. O bien de reiventar voces nuevas pero recuperando el valor de los conceptos que antes fueron válidos y ahora parece estar siendo ignorados. Yo pensé, Xiao, que tu pariente estaba un tanto ¿cómo decirlo? despistado por el alcohol y que hablaba por hablar. No, Cao, no es ningún beodo. Él siempre controló lo que decía, cómo lo decía y a quién se dirigía con su mensaje. Nunca ha abusado de la conversación. Lo suyo es lo escueto y preciso. Párate un día, acepta un trago de huangju si puedes con ello, y escucha al anciano. 




*Obra de Maximino Peña Muñoz    

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