"Me he puesto una sonrisa. Todo es bello".
J.M.Fonollosa, Fifth avenue, Ciudad del hombre: Nueva York.
Ríndete. Ríndeme. Un intercambio de imperativos que solo el placer perseguido dota de significado. No te rindas. No me rindas. Un trueque de propuestas al que solo el dolor obliga como forma de resistencia. Una vez escuché la experiencia padecida por un hombre que, entregado al amor de una mujer, no obstante su enajenación voluptuosa, sintió el latigazo de un cólico renal agudo. Él mismo lo relataba con esta expresión: fue in situ. En aquel instante, ante la sorpresa de la mujer que no lograba explicar el salto de abandono de él, su chillido espontáneo y desmesurado, el hombre se debatió en el desconcierto. Estaba perdiendo el placer mientras no aceptaba el dolor, si bien este se manifestaba con el rostro más cruel, enloqueciéndolo. En ese preciso instante, contaba el hombre, se imponía a su vez otro dolor: el de temer perderlo todo. El de recelar de perderla a ella. Ese in situ me hizo pensar cuando me trasladó estas revelaciones. Dónde sucedía. ¿Era solamente un espacio? Dónde se ubicaba el instante. ¿Era apenas tiempo? ¿Qué clase de vínculo se había roto en el interior del hombre para que un cuerpo potente hasta entonces se alejase veloz de su propio cuerpo? Pues el dolor no deja de ser un alejamiento aunque uno no se lo quite fácilmente de encima, e incluso pueda ser un fiel pero maldito compañero durante años. Pues, ¿puede uno reconocerse en el dolor?
In situ es una frontera. Fijada pero no fija. Una ubicación que muta, que es capaz de traspasar el mundo de las emociones gozosas para concluir en las conmociones más perturbadoras. En apenas un momento.
Aquel hombre del que escuché su vivencia severa lo contaba como divertimento. Habían pasado muchos años de su peripecia biológica. Pero no dejaba de trasladarme un cierto estremecimiento su anécdota, aunque él produjera reacción hilarante en la concurrencia que le escuchamos con atención.
*Relieve escultórico de Juan Haro.
No sabía que conocieras a Fonollosa. Lo tenía muy claro:
ResponderEliminar"El mundo nos resulta ajeno, inhóspito.
Debería ser destruido por completo.
Construir un mundo nuevo sin sus ruinas.
Y estrenar una vida distinta.
Pero al pasar el tiempo, el nuevo mundo
tampoco lo encontrarán como propio nuevos hombres.
También ellos querrán un mundo nuevo.
Mejor fuera destruirlo y no hacer otro".
Tengo tres o cuatro libros suyos. Algunos publicados en Sirmio o en Quaderns Crema, del editor Jaume Vallcorba. El libro de la cita me gusta mucho, más que "Ciudad del hombre: Barcelona".
EliminarEse poema que adjuntas me parece magnífico en forma y fondo. Tiene tela.
Se me olvidó el titulo del poema: "Water Street"
EliminarSí. Es curioso que cada poema del libro de Fenollosa lleve de título el nombre de una calle de Nueva York.
EliminarPues debe ser hilarante desde un punto de vista superficial, pero a la vez dramático, y puedo imaginar el golpe de dolor multiplicado de ese amigo tuyo. Natural que hace reflexionar en el mecanismo espacio - tiempo.
ResponderEliminarAnder.
Todo tipo de experiencia dolorosa, Ander, invita a la reflexión.
EliminarLa ironía del extinto poeta es domoledora y la historia que nos cuentas no le va a la zaga. No esperaba de vosotros menos acidez e inteligencia.
ResponderEliminarChiloé
Me acabo de poner una sonrisa. Tout est beau!, Ch
Eliminar¿puede uno reconocerse en el dolor?
ResponderEliminarDudo que este planteamiento metafísico pueda darse en ciertas ocasiones.
Salut
Creo que es una pregunta que cada cual debe responder(se) Por supuesto, liberándose de la presión eclesial que durante siglos ha consagrado el dolor sin resolver jamás la cuestión. Porque las metafísicas no se resuelven. Sin embargo sí que debemos percibirnos ¿reconocernos? en nuestra condición humana cuando padecemos el dolor y la pérdida.
EliminarAnte una reflexión sobre una situación tan desconcertante, no encuentro la hilaridad en salvo, el hecho de haber dejado inconclusa la oferta del placer, y ni así.
ResponderEliminarLo hilarante no estaba en la reflexión sino en el modo desenfadado de ser narrada la experiencia.
EliminarYo me avergonzaría tanto... y después, a mis bisnietos los haría reír :-)
EliminarBienvenida, Cantireta. Las vergüenzas, siempre al margen, no merece la pena avergonzarse si no se ha hecho nada malo y encima ha sido nuestro propio cuerpo quien ha hablado. Cuando todo se supera en la vida se convierte en anécdota o relato, por lo tanto demos por bueno contarlo.
EliminarDescubrimos lo que somos en el dolor, es en esos instante cuando lo que somos emerge como los restos del naufragio tras la marea... En los buenos momentos simplemente navegamos felices ;)
ResponderEliminarLuego el dolor es lo que nos hace caer del burro de creernos intocables: ahí puede estar nuestra dosis de reconocernos frágiles, limitados y condenados a la extinción.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarayer mismo me contaban que los gatos simulan el dolor para que los posibles depredadores no noten ninguna debilidad.
La expresión "in situ" siempre me ha hecho gracia y no sé por qué.
Salu2.
No sabía lo de los gatos, pero también hay humanos que lo logran. No solo esa expresión latina, sino muchas otras siempre causan gracia, por ejemplo ad hoc.
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