"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 6 de febrero de 2025

No hay piedad para los palestinos

 



No hay piedad para ellos, para los palestinos. No la hubo antes y no van a tener con ellos ninguna condescendencia. El gran amo del mundo ha hablado y no pinta nada bien. Ya no se pueden considerar bravuconerías verbales las de ese miembro de la especie humana con poder omnímodo. Y el otro amo, el que representa a los israelíes de hoy, va a obtener su premio gordo por partida doble o triple. 

Los energúmenos han condenado a los gazatíes a no tener futuro. La inacción y complicidad de otros lo permite. Decir que uno está horrorizado por presenciar una limpieza étnica no sirve de mucho. Además es hipócrita, al menos por mi parte. ¿Me he quejado antes de las innumerables matanzas, dispersiones, robos de territorios que se han sucedido en el mundo mientras estoy viviendo? Ni de Asia ni de África apenas hemos querido saber nada. Los últimos coletazos colonialistas ya se encargaron de ocultar los crímenes en masa. Lo de América está ahí pero con llenarnos la boca falsa de que son hijos de la madre patria, a la que los mismos americanos renunciaron, si es que alguna vez la consideraron patria, hace siglo y medio o incluso dos siglos, nos hemos conformado siempre. 

Tal vez me horrorizo ahora más, y ahí salvo un poco mi ética personal, porque con mis años veo más. Veo y siento. Veo quiero decir interpreto. Interpreto la capacidad de cualquier cultura, pero sobre todo la de aquella que tiene influencia y dominio, para imponerse a otros seres humanos. Y en el bagaje va la ambición, el negocio desatado, el menosprecio de la gente sencilla. Ya no me engaño. Y apenas tengo esperanzas racionales. Pero la esperanza no es algo racional, me dirá otro cualquiera que quiere salvar su mala conciencia. Peor todavía. Acaso la esperanza es una entelequia con la que nos engañamos para no actuar, para no exigir a los que nos representan a que cambien el chip. Y la tal esperanza, sin razón y argumento que la guíe y concrete, no es sino abandonarnos al azar y a que pase la tormenta. Es pasividad. Sin darnos cuenta de que el sufrimiento de aquellos puede ser mañana el nuestro si no nos adaptamos sumisamente a los grandes poderes.

Pero para muchos, y hoy para los palestinos es brutal, como lo es para todos los migrantes de América que son expulsados por la autoridad del Norte, ya no debe quedar apenas esperanza ni fiar su futuro a la bondad occidental ni mucho menos a la piedad de los que en otro tiempo fueron perseguidos por los nazis. Si es cierto lo que leo hoy, que el 82 por cien de la población israelí apoya el plan de Trump de desalojar totalmente Gaza (y el muy cínico se burla diciendo que iría muy bien allí una Riviera turística) ¿dónde ha ido a parar la moral del respeto, la generosidad, la tolerancia? ¿Dónde el Derecho Internacional? ¿Dónde están las altas instituciones pactadas, tipo ONU, tras la debacle de la Segunda Guerra Mundial? 

No sé si las víctimas del holocausto se levantarían al ver ahora la barbarie desatada por los propios herederos contra los palestinos. Las víctimas piensan de un modo cuando son víctimas pero piensan y actúan de otro cuando son vencedores. Y ahora manda el sionismo, que no todos los judíos aceptan pero estos deben ser minoría. Qué horror, señores bienintencionados de mi país y de mi entorno, que siguen ignorando el mal. Que no quieren ver que la limpieza étnica sigue en vigor. Qué asco los pseudodemócratas españoles que no emiten ni opinión para no desgastarse electoralmente. Qué horror la tibieza de los gobiernos de las autodenominadas democracias, donde la Unión Europea pone cara de póker. Qué vergüenza el absentismo político de los países árabes que solo van a sus negocios o a sus dependencias de USA. Qué tristeza, ¿acaso cabía esperar otra cosa?, que las religiones que tanto hablan de amor, paz, solidaridad, revelación y no sé cuántas palabras huecas más callen y sean cómplices, viviendo en ese mundo etéreo de promesas de eternidades y mesías.

Sé que no sirve para nada desahogarse, pero me da la gana.



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