"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 17 de diciembre de 2024

Ecos lejanos, 30

 


¿Te buscaba Judith para intentar llevarte a su radicalismo o para conducirte a su calor? Me esperaba esta pregunta de Else, no obstante el abismo de tiempo que nos había separado. Pero he simulado no esperarla. Preguntas de manera tan delicada, Else, que le dan ganas a uno de retornar al pasado y aprovechar más el calor afectivo que nos faltó a todos en lugar del ardor bélico. Else se pone seria. El ardor bélico era importante. No juegues con la ventaja de saber el resultado de aquello, primero porque tú también te involucraste con generosidad, y segundo porque muchos cayeron y no se puede decir que estuvieran del todo errados. Al menos no en la intención, y mucho menos en los anhelos. Y además, mi apreciado amigo, y aquí el retintín de Else me pareció castigador, a ti no te faltó calor amoroso de mi parte. Ni tampoco por el que te ofrecieron desde otro lado. Soltarme esta invectiva cuando todo está apagado prácticamente no tiene sentido ni me parece bondadoso, replico mostrando cierta molestia. ¿No se supone que todo lo tenemos superado con creces? ¿No hemos atravesado un destino con distintas fases de crueldad, a las que hemos sobrevivido como elegidos de los dioses? Nunca te sentiste propietaria de mí ni yo de ti, eso decías al menos entonces, ¿o acaso mentías? ¿Te las dabas de abierta para no quedarte atrás de la conducta de otros guerreros, llamémoslos así, que valoraban tanto la nueva moral que se pretendía establecer como la implicación en la gesta que se frustró? No nos va ni a ti ni a mí ponernos cínicos cuando peinamos canas, me interrumpe. Y menos esta agresividad con su elegido tono verbal pero que huele a vengativa. No sería bueno para el recuerdo de ambos de aquí en adelante, una vez que nos hayamos separado. Por un instante me he avergonzado de mi enfurecimiento. Es como haberme retrotraido a un pasado conflictivo. Quiero corregirlo. Siempre retendremos los mejores recuerdos de nosotros y de lo compartido con aquellos compañeros, ¿verdad, Else? Algo que ni Judith, ni Helmut, ni Joachim, ¿te acuerdas de Joachim?, y muchos otros no podrán experimentar como consuelo. Nunca tuvimos certeza sobre si sobrevivieron o perecieron todos, prolonga Else mi reflexión, como si no quisiera zanjar nuestro turbio diálogo. No todos los testimonios que nos llegaron fueron fiables. Algunos me comentaron que habían visto a Judith tiempo después, pero bastante demacrada. Y que Helmut fue de los primeros en desaparecer. Respecto a Joachim alguien me comentó que salió mejor o peor de aquello y se implicó después en una resistencia peligrosa en la nueva y tenebrosa etapa del país. Quién sabe, puede que ande todavía por ahí. De pronto Else me mira intrigada. Pero, ¿por qué mencionas ahora a Joachim? Yo lo tenía casi olvidado. No sé, Else, asocio recuerdos, supongo, y este encuentro que estamos teniendo lo propicia. Aquella obsesión que tenía Judith por él y cómo esta me utilizó para darle celos, no sé, es vaga remembraza. No tan olvidada por ti, suelta Else con una carcajada. Me justifico. Hay marañas del pasado que nunca logramos desbrozar del todo, digo. Cosas del subconsciente. Le debo parecer hilarante a Else. Pone la última guinda. Ah, el subconsciente. Qué gran invento.




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