Recuerdo que un día Gemma me dijo: hoy vamos a jugar al miedo. Qué emocionante, dije yo. ¿Quién mete miedo primero? No, no, espera. Gemma me paró los pies. No digo jugar a meter miedo sino a sentir el miedo como si fuéramos nosotros el mismo miedo. No la entendí muy bien, pero Gemma era tan ingeniosa y tenía tales ocurrencias que si la dejabas hacer y le seguías la corriente tenías asegurado el entretenimiento. Ven, propuso, y yo seguí a Gemma al desván.
Apenas iluminado, aquel espacio sobrecogía. Vestidos de volantes y sombreros ahitos de polvo, sillas de anea, un biciclo roñoso, seguramente del abuelo de Gemma, una heladera, sacos de nitratos medio abiertas, latas de bencina, viejos y oxidados aperos de labranza, varias cajas mal cerradas que parecían vomitar cachivaches para mí ignotos. No me hubiera atrevido a subir solo aquí, dije, aunque estos sitios me atrapan. Es como viajar a otras épocas. No hemos venido a meternos miedo, así que no te preocupes, me tranquilizó la chica. Además todo lo que hay amontonado son objetos inanimados, como dice la tía Adelina. Pues a mí me parece que se mueven, insistí a riesgo de quedar como miedica. La otra le quitó importancia. Es la corriente del aire que se filtra por rendijas.
Gemma me llevó hasta un bidón donde se amontonaban panochas de maíz, unas botellas de tequila sin una gota y cartucheras vaciadas de la munición. Lo apartamos, y de detrás sacó varias máscaras. Son las del Día de los Muertos, clamé en una mezcla de estupor y resistencia a tocarlas. Que son solo máscaras, bobo, cortó Gemma. Elige una. ¿Esta? No, mejor esta. Y tomé una cara de diablo de ojos saltones y salpicada de verrugas. Sus colmillos estaban a punto de sorber las venas de cualquier víctima. Pues has cogido la que al ponértela te transforma en el peor de los miedos, rio mi amiga. ¿Cómo lo sabes? Me las he probado todas, reconoció. Me entró fácilmente. Pero como mi cabeza era pequeña y la máscara de tamaño adulto no se sujetaba bien Gemma buscó la solución. Te la apretaré con una cuerda. ¿Y tú?, dije mientras sentía cómo ajustaba el cerco sobre mi cráneo. ¿No vas a ponerte otra? Esta misma, dijo, y se colocó la de una calavera pálida que esgrimía una sonrisa sardónica. Y ahora, ¿qué hacemos? Ahora, y Gemma puso una voz imitando lo lúgubre, ahora nos quedamos quietos. ¿Quietos? ¿Sin decir ni hacer?, insistí. Quietos y silenciosos, sobre todo tú. Y esta vez habló con la lentitud y el tono de quien parece que va a entrar en trance.
Todo esto me asusta un poco, acerté a decir con escaso control. Pero ella siguió dándome instrucciones. Calla. No te muevas. Estás y no estás aquí. Cada vez estás menos aquí. Yo tampoco estoy. Ni tú eres Carlitos ni yo soy Gemma. Somos la careta en que nos hemos convertido. Siente como un satanás y yo como una difunta. Somos el miedo que nos invade desde estos personajes. Hemos perdido la cara que hemos tenido hasta ahora. En adelante solo van a vernos como una calavera o un lucifer. Gemma se quedó callada y siguió farfullando sin que yo la entendiera.
Empecé a sentirme extremadamente nervioso. Sudaba empapando aquel rostro de cartón piedra mal encajado. ¿Sientes, Carlitos, dijo de pronto, cómo habla el miedo? En ese momento noté que una mano apretaba con fuerza mi cuello desde atrás. Hice ademán de moverme, pero no podía. No reaccionaba como el chico ágil y escurridizo que todos conocían. Una asfixia sofocante aceleró mis latidos. Gemma, Gemma, grité. Pero ella no parecía dispuesta a socorrerme. Susurró con gravedad. Espaciando las frases. Formando ecos y altibajos. Alternando silencios. No puedes moverte porque el miedo no se mueve, es paralizante, dijo. El miedo permanece porque lo suyo no son las horas ni los días. El miedo puede cambiar de máscaras, pero sin perder su rostro verdadero, pues él no necesita enmascararse. El miedo te muerde las entrañas, pero no te las come, porque quiere también habitar en ellas. Hasta la muerte huye del miedo, porque sabe que no es tan fuerte como él. ¿Estás preparado para encarnarte en miedo?
Cada vez comprendía menos la retahíla de aquellas oscuras palabras. Me invadió la sacudida de un estremecimiento. Y de repente me oriné.
* Cuadro de Frida Kahlo.
Un relato inquietante, mucho, porque el juego de Gemma no sé si era realmente un juego. La fórmula de ser el miedo tras una careta en la que convertirse me ha parecido soberbia. Yo me habría orinado también, seguro.
ResponderEliminarUn texto brillante. Un abrazo
El tema del miedo permite sus variantes. No es algo objetivo el miedo. Somos generadores, con consecuencias para cada uno y sobre los demás. Me alegro que captes la intención. Buena jornada.
Eliminar¿Se puede jugar a tener miedo?, caso afirmativo se debe ser un gran animador para crear e infundir ese sentimiento de peligro, parece que el cuento lo consigue, llegando al extremo de mearse por las patas abajo...
ResponderEliminarSaludos
En el ámbito infantil todo es posible y factible, incluso encarnarse en el miedo propiamente dicho. Muchos niños no lo comunican. No es como en adultos que han desarrollado el miedo de sí mismos sobre otros o ampliamente sobre una sociedad. No hace falta que ponga ejemplos, tu lucidez aguda lo capta, seguro.
EliminarO medo perturba...mas temos que o enfrentar os medos de infância para que não controlem a vida adulta...
ResponderEliminarAcho que a Gemma tem razão: o medo tem vários rostos, mas na verdade é só um.
Interessante o texto...
Beijos e abraços
Marta
Hay un hilo del miedo desde la infancia del que acaso no nos desembarazamos jamás. Se puede intentar controlarlo, algo sumamente difícil pero necesario, pero tendemos a generarlo una y otra vez. ¿Será como nuestra piel?
EliminarMe gusta tu escrito mucho
ResponderEliminarPersonalmente no tengo miedos. Todo es un estado de la mente La meditación ayuda
saludos desde una madrugada bella
La mente es amplia y honda. Saludos.
EliminarEste relato te hace sentir esa opresión característica de nuestro peor enemigo y es que la osadía de la niñez nos ha llevado a vivir en ocasiones auténticas pesadillas, en mi caso al menos. El miedo probablemente ha desarmado a más ejércitos que el valor, además de permitir todo tipo de abusos en su nombre. A mi no me parece que sea un buena idea generar miedo, considero que el temor es la antítesis de la vida que uno desea tener.
EliminarMe ha gustado, un abrazo!!
La inconsciencia de la infancia y la osadía (no exenta de inconsciencia a su vez) de la juventud me generaron situaciones de miedo casi letal. Luego llega un momento en que crees que lo remontas, pero permanece agazapado, dispuesto a saltar si no se controla o se le planta cara. Elmiedo nos habita, es parte de nosotros, como la conciencia.
EliminarNo estoy segura de que el miedo habite en nosotros más bien pienso que pulula por todas partes y cuando no pisamos suelo firme, en ese estado de confusión, nos convertimos en presa fácil.
EliminarComo factor emocional que es pienso que es uno de tantos factores que nos acompañan desde el nacimiento. Luego sucede que hay situaciones exteriores en las que estamos involucrados y desencadenan en nosotros miedo. Pero que cada uno vea y compruebe y defina como quiera. Y ya que hablas de estado de confusión: es obvio que claridad y confusión son las dos caras del acontecer cotidiano.
EliminarTodos llevamos una máscara, a veces nos da miedo y en otras la provoca, és la máscara del instante.
ResponderEliminarSaludos.
En efecto, pero luego hay algunos personajes -algunos de renombre, si bien turbios- que son mascarones de proa. Como ciertos siniestros que pretenden dirigir sus particulares naves y a su vez tratan de llevarnos a todos a las profundidades submarinas o simplemente retrógradas.
EliminarConvertirse en el miedo para vencer al propio miedo... el problema es que le dejas entrar en tu interior, y de ahí es complicado que salga... Se me ocurrirían mejores cosas que hacer en un desván abandonado ;)
ResponderEliminarNace con nosotros, Beau, nos acompaña de la cuna al límite. Por qué unas veces se encarna con virulencia y otras parece un animal dormido es algo que cada cual debe analizar. No creas, pero los desvanes con objetos obsoletos daban mucho juego, y algunos juegos podían ser más peligrosos que la simple imaginación.
EliminarMaravilloso relato y juegos de la infancia. Jugar a tener miedo de pequeño lo pruebas y de adulto sabes lo que es realmente el miedo, ese que te paraliza hasta la respiración. El cuadro de Frida no lo conocía me ha parecido bello e inquietante.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte.
Un fuerte abrazo, Fackel.
Es un cuadro muy suyo, muy del imaginario de su país, pero el juego es universal: porque en el cuadro la niña juega y juega, se disfraza, prueba, se provoca...
Eliminar¿Qué perseguía Gemma con jugar a tener miedo?, existiendo miles de juegos creativos y entretenidos. Pienso que ella inconscientemente o tal vez conscientemente quiso enfrentarse a sus propios miedos y, la mejor forma es enfrentarse cara a cara. Ser ella parte de lo que más teme. No creo exista un ser humano que no haya experimentado en mayor o menor grado algún grado de temor, porque es una respuesta humana que activa nuestro instinto de conservación como especie.
ResponderEliminarAbrazos Fackel
¿Por qué iba a ser este un juego menos entretenido? Todo juego persigue representar el mundo, alterándolo, sobre todo el de los mayores, al que toman como referencia. Lo deconstruyen, le dan la vuelta. Te diré una cosa: en mi infancia uno de los miles de juegos inventados en grupo o por sugerencia e influencia de alguien era macabro, pero sin herir a nadie: nos proponíamos subidos a una tapia de hospital ir hasta el depósito de cadáveres. Nunca llegamos, por supuesto, pero el morbo era muy interesante. Que niños de diez o doce años de hace décadas nos propusiéramos eso da idea que la muerte nunca fue ignorada por nosotros.
EliminarAlgo dicen que el miedo al miedo es lo que te paraliza. Dejarlo introducirse y actuar es darle total poder sobre nosotros. Yo por ejemplo, esas imágenes o fotografías -lo que veo detrás- me estremece.
ResponderEliminar¿A qué imágenes te refieres, Maia?
EliminarEl miedo al miedo es un único cuerpo. Afrontarlo debe ser la higiene mental, emocional, de cada cual. Pero siempre hay que tomar medidas prácticas...y no siempre sabemos o podemos o es posible acertar.
Fotografías, pinturas, dibujos, el entorno, lo que alguna vez mencioné sobre la pareidolia.
EliminarLlega el momento de afrontarlo, sucede cuando nos hemos fortalecido.
A lo largo de los dias nos fortalecemos y nos debilitamos, la estabilidad es relativa, nunca absoluta.
Eliminar"No tinguis mai por. En el mateix moment en què tu en tens, el teu enemic té por de tu". Aquesta frase dins L'art de viure, d'André Maurois, sempre m'ha semblat molt difícil de dur a terme.
ResponderEliminarEs fácil decirlo. Además una cierta dosis de miedo, que por otra parte es inevitable, sirve para ponernos en guardia y medir distancias. Pero ser pasto del miedo puede ser debacle. Hay un libro de un autor vinculado a la Universidad de Barcelona llamado Bernat Castany Prado. El libro: "Una filosofía del miedo". Mira a ver si lo tenéis en vuestra biblioteca.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarme gusta esa idea de que la muerte le tiene miedo al miedo. Es una sensación tan angustiosa, la del miedo. Anoche, en familia, recordaba los intensos miedos de niñez pensado en que los vampiros podían entrar por la ventana y atacarme; o reviviendo los episodios de Chicho Ibáñez Serrador, uno en concreto en el que una mano salía del cabezal de la cama y asesinaba al durmiente. ¡Qué horror y espanto!
Salu2.
Fue una serie que impactó mucho. Simplemente el comienzo que tenía entonces ya era sobrecogedor con aquel portazo. Mis recuerdos de miedos intantiles son duales, diversos, sobre todo cuando son íntimos y no se comparten. Los miedos en juventud y posteriores eran otra cosa, no había figuras imaginarias detrás de la causa del miedo sino honmbres de carne y hueso que trataban de hacerte la vida imposible.
Eliminar