"Uni, doni, treni, catoni, quini, quineta, estaba la reina sentá en su silleta, picandola, el que no se ha escondido que se esconda..."
La voz de aquel chaval con deje andaluz se volvía estruendosa al cantar el comienzo del juego. Todos los demás corríamos a escondernos. Quien tras una tapia, otro bajo un carro, el de más allá entre los juncos, aquel tras el brocal del pozo, y la niña avezada se me pegaba obstinada y por más que intentase apartarla me seguía en busca del mismo escondite que yo. No sé si por indecisión, porque yo tenía ascendencia sobre ella o porque se sentía indefensa; nunca lo supe, pero cuidado que era pegajosa. Y mi lugar elegido siempre era un espacio intrincado, calculado al albur para que los demás no me encontrasen fácilmente ni a la hora de la merienda. ¡Cielos!, ahora que lo pienso creo que aún mantengo en secreto mis escondites y rehabilito con el pensamiento aquellos rincones recónditos cuando quiero esconderme a mi edad.
El escondite era mi juego preferido entre todos los juegos infantiles. Porque me llevaba al límite de la tensión y a la emocionante alerta. Porque se adaptaba a mis posibilidades, o yo a las suyas. Porque casi nunca me encontraban y salía y libraba yo antes. Porque aprendía, en los minutos que permanecía oculto, a abstraerme y a encontrarme con alguno de mis otros yo. Porque me gustaba en ocasiones impacientar a la tribu hasta que se olvidaban de mí y me dejaban por imposible.
Resuena en los oídos de mi memoria una melodía inocente. Esconderite lerite lerón, cien guripas y un ladrón...Lo de tres gallinas y un capón era demasiado suave y lo traducíamos a algo más emocionante, la persecución del delincuente por los del orden. Me pregunto ahora, en que ya no distingo si soy el ladrón o el guripa: ¿Sigo jugando todavía al escondite?. Y esconderme, ¿de qué? ¿De quiénes? ¿Probablemente de mí mismo? No es infrecuente que uno busque esconderse ante situaciones adversas, lo cual resulta de necios, y rechazar o demorar la realidad suele agravar la resolución de un problema. Pero la tentación lúdica nos persigue, aun sabiendo que tenemos que salir a campo abierto. De momento y mientras me lo pienso voy a buscar un grato y discreto rincón donde ponerme a salvo.
Uni deri teri cateri mata l'amberi biri birom contalas bé que dotze són (Una fórmula eliminatoria, de echar a suertes o de rifar, es una canción infantil que permite designar a una persona, para que haga un cierto papel) lo recuerdo de pequeño, pero no asociado al juego del escondite.
ResponderEliminarSaludos.
Hay canciones para diversos juegos y juegos con sus variantes y mira que hay península e islas...
EliminarRecuerdo que en mi barrio la rehaíla tenía variantes sobre la que escribes. Recuerdo también mi escasa habilidad para esconderme. Quizá por eso aprendí a esconderme dentro de mí.
ResponderEliminarA algunos escondernos fuera también nos enseñó a escondernos dentro; no siempre hemos tenido una higuera protectora bajo la que huir del mundanal ruido, que ya en la infancia existía.
EliminarRecuerdo precioso, que rescatas así. También era de mis favoritos.
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz jueves
Me alegra saberlo. ¿Te imaginas un club de adultos, más o menos avanzados, para jugar al escondite? Bueno, en cierto modo ya lo hacemos a través, por ejemplo, de esto de los blogs. Saludos jupiterinos (por la fecha no por la ira del dios)
EliminarProbablemente el mejor escondite lo tenemos en nuestra mente. Entre la poesía, el humor, la ironía y relativizándolo todo no hay puñal que nos alcance, quedamos a resguardo de cualquier agresión.
ResponderEliminarSaludos
Pues sí, tienes razón. El problema de nuestra mente es que resulta tan excelente escondite que suele en ocasiones convertirse en laberinto. Y ahí ya...
EliminarY esas armas que esgrimes y propones para el resguardo son la mejor defensa, sin duda, pero tantas veces los enemigos, aun siendo enanos atacan como gigantes...
Amigo Fackel, entre las armas para defendernos tenemos también el pensamiento racional que es el hilo de Ariadna que nos ayuda a salir del laberinto.
EliminarSalud
Pero el laberinto es extenso, y retorcido, y nuestro tiempo es limitado y aunque tiremos del hilo nunca saldremos, pero no por eso debemos dejar de tirar de él, siquiera considerando que el pensamiento racional nunca se agota y muchas y agudas luces nos proporciona, que otros heredarán.
EliminarNo recuerdo con precisión ningún juego relacionado con escondites, ni canciones que le acompañaran. Indios, policías y buenos y malos. Quizá la mente, que es una fábrica de excusas, se haya encargado de borrar partes de aquel pasado.
ResponderEliminarSalut
Cada cual sabe, Miquel, y la mente no es la mente: es nuestra mente. Pero la mente siempre tiene sus motivos parea recordar o hacer tabla rasa.
EliminarEse buscar el lugar perfecto para esconderse, el ser invisible, no como el que se ponía tras la cortina con los zapatos a la vista, o como el que entraba en un confesionario, quedando atrapado en una maraña de falsas promesas de vida futura, mejor en un armario de los que se usaban poco, lleno de cubos y fregonas o tal vez tras detrás del telón que llegaba al suelo y era lo suficientemente extenso, para incluso correr tras él y envolverte si lo abrían, peor fue meterse en el pozo, hubo quién no salió.
ResponderEliminarMuy bien, has citado espacios muy conocidos por mí, incluso el salir a escena me permitió saber del telón de un teatro, pero allí no me escondía...bueno, en cierto modo, porque al ejecutar un papel uno también se esconde. Y hay gente que ha vivido en pozos durante años, algunos de ellos que conocía decidieron quitarse la vida.
EliminarLos juegos y canciones de la infancia no se olvidan, este mismo en casa con mis hermanas, deciamos...uni, doli, treli, catoli, quili, quileta estando la reina sentá en su silleta vino el rey apagó el candil, candil, candó cuentalas bien que veinte son
ResponderEliminarUn placer y un saludo
Era la canción, era la acción tensa, era la diversión, era una extraña ocultación que podía ser descubierta. Otorgo un valor indiscutiblñe a los juegos de la infancia. Algunos de ellos han persistido, con otros rostros. Saludo y agradecido .
EliminarQuem é que não gostou de brincar às escondidas? Sentir-se livre como o Vento? Continuamos a brincar às escondidas com a poesia, a escrever poemas e a encenar peças na mente?
ResponderEliminarAcho que sim, enfrentamos melhor a Vida....
Beijos e abraços
Marta
Sí, sí, Marta, seguimos jugando al escondite a través de lo que mencionas, y llegaremos al final jugando al escondite. Pero indudablemente en última instancia nos descubrirán.
EliminarQué tiempos... Había dos formas de salvarte, -uno, dos, tres, por mí- cuando querías que el juego continuara; y el segundo, -uno, dos tres, por mí y por todos mis amigos -, esa era la conclusión y obligaba a que el niño volviera a contar y buscar.
ResponderEliminarTenía lugares extraños para esconderme y no, no me encontraban, pero no recuerdo canciones. Hay varias anécdotas de ese juego
Supongo que de cierta forma nos seguimos escondiendo.
El juego del escondite ¿sería acaso un aprendizaje inocente y paralelo del que hacían los mayores y que algún día íbamos a ejercitar también nosotros, ya adultos? Ve a saber.
Eliminar... yo sí tenía una higuera que me ofrecía, su ternura inclinada, para esconderme. Y tantas veces...
ResponderEliminarLos que no se hayan escondido bajo una higuera no saben de la simbiosis con la tierra.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarrecuerdo que, en una ocasión, publicaste una entrada con el motivo de esta cancioncilla.
De pequeños disfrutamos con el juego del escondite, de mayores... también, con otros fines más o menos lúdicos.
Salu2
Pues te acuerdas tú más que yo, y es que a lo largo de casi diecisiete años de aventura uno ya no se acuerda de tantas cosas...
EliminarSempre m'ha cridat l'atenció com el joc de l'oca, amb el "tiro perquè em toca", o les cartes, amb els "comodins", em recorden com funciona la vida, la "propina", que deia Pla. Són una perfecta metàfora en tots els sentits.
ResponderEliminarNo conocía lo de Plá. Se suele decir propina cuando alguien vive muchos años y que incluso estando con males persistentes parece que resiste. Está viviendo de propina, he oído decir sobre personas nonagenarias.
EliminarAprovechando el tema del juego de la oca: no sé si llegaste a leer la serie que escribí sobre ese juego basada en la versión ilustrada del mejicano Artemio Rodríguez:
http://tulaevanescente.blogspot.com/2017/08/de-oca-oca-1.html
Empezaba ahí.
Això de la "propina" és súper Pla. Si vas amb avió i no cau, propina, deia. És com la llei de Murphy però del revés.
EliminarAixò del joc de l'oca teu em fa pensar també que el joc és molt important, sobretot per a la creativitat. Per això serveix la mètrica, per jugar amb les paraules.
Entonces, el sentido de Pla es el mismo que yo conocía.
EliminarSí, los juegos del lenguaje, que al finy al cabo es un sistema de imágenes.