Al caballero le prepararon para las armas y para las letras. ¿Cuál fue primero? Hubo una aya que una vez le tomó el dedo índice y fue recorriendo con él las líneas de un libro. Hubo un tutor que le situó ante un pupitre, le explicó los útiles y le indicó cómo colocarse y empezar a trazar aquellos signos misteriosos denominados letras. Hubo un ábaco cuyas bolitas jugaban a operaciones y cifras sencillas. Hubo un aula donde las ideas clásicas, tan renacientes, cabalgaban de nuevo a través de los libros y complementaban el saber de los oficios.
Más tarde llegó otro tiempo en que se inició en otras artes menos sutiles que le indicaron que iban a resultarle muy prácticas. Ya había sido de madera de cerezo la primera espada formada en cruz. Era el juego infantil a través del que emulaba a los mayores. Más tarde sintió el contacto en sus dedos de una daga de vela tomada de su hermano sin que este reparara en ello. Nuevo juego clandestino y ciertamente peligroso. Alguien, a hurtadillas, le vio asaltar a sus personajes imaginarios y transmitió a su padre el estilo y la habilidad del muchacho. La reacción paterna no se hizo esperar. Pusieron maestros a desarrollar su destreza, a aprender movimientos, a ejecutar los estilos más eficaces. Pequeños estiletes, espadines sencillos, y al fin una espada ropera con la que medirse con más seguridad, llegado el caso.
Ducho aprendiz, el joven batía con artera maña a su maestro. Pero llegado el final del ejercicio temprano el muchacho no quería saber nada de un arma ni de un entrenamiento el resto del día. Incluso podían transcurrir algunas jornadas sin que fuera descolgada la espada. Alguien tan extremadamente diestro como vos, fue advertido, no debería perder el ritmo de la hoja afilada. El secreto de ella está en sentir el acero como prolongación de la mano y, más allá, de la inteligencia y del corazón. Naturalmente, sabiendo hacer uso del mismo. Pues por sí misma no es alma el arma, ni siquiera un empeño que califique a un hombre, y debe responder a lo que su dueño tenga a bien entender como necesidad.
El caballero se debatía entre las tendencias agitadas de su cuerpo adolescente. Sus manos no desfallecían al abandonar el habitual ejercicio de ataque y defensa. Y seguían sintiendo los latidos de la sangre al encerrarse en su cuarto, aprovechando la luz diurna que iba menguando, o incluso bajo el efecto benefactor de un candil que iluminaba un libro. El hombre meditaba. Entre el filo de un arma y la arista cortante de las páginas de un libro mi mente desarrolla una batalla sin igual. ¿Cuál de ambos usos me proporcionarán mayor satisfacción en esta vida?, se preguntaba. ¿Me defenderé más y de mejor modo en los lances de arremetidas y retiradas? ¿O será el conocimiento que me transmiten las viejas sabidurías mi fuente de goce y de armonía? ¿Qué será más crucial y determinante? ¿La derrota en una batalla o la caída en la ignorancia? Y aunque jamás me tocara, por fortuna, la suerte del riesgo y de la sangre, ¿qué recompensa otorga la vida estéril de un hidalgo por muy noble que sea? Veo mi entorno repleto de seres inútiles que no pasan de ser presumidos ganapanes de alcurnia. Se baten con espadas para refrendar su hombría. ¿Me conformaría yo con ser uno más de ellos? Los libros conducen al saber, mas también a los sueños, pero lo que yo siento no lo sienten otros y no aspiro a que me comprendan. La carrera de las armas es siempre una carrera corta. La del saber no se mide por distancias sino por satisfacciones, y no acaba nunca.
Y de este modo, entregado a conclusiones contradictorias el joven caballero acababa cayendo rendido sobre un episodio de aventuras o sobre un tratado de mecánica que casi nadie entendía, y que ordinariamente estaba fuera de cualquier consideración de las gentes crecidas entre gasas y mimos.
* Retrato de caballero. Daniele da Volterra. Museo Nacional del Prado.
Como decía Cela: " no doy consejos, que la gente se equivoque sola". Ahora bien, se sabe que uno se hace viejo cuando deja de estudiar, así que si encontramos que "la carrera de las armas es una carrera corta", y la de estudiar es una carrera llena de vida, ya sabe a que atenerse.
ResponderEliminarSalut
A combatir, pues, la vejez. Aunque nunca la venceremos.
EliminarSuerte la suya que podía escoger.
ResponderEliminarNo todos escogieron ambas armas, ni mucho menos. Pero los hubo, los ha habido siempre. Ayer precisamente leí un artículo sobre las últimas investigaciones acerca de Garcilaso de la Vega, que además ejerció de espía para Carlos V.
EliminarUn militar español de época contemporánea al que aprecio mucho fue José Cadalso. Sus "Cartas marruecas" no tienen pérdida.
Bueno, si entendió el tratado de mecánica, bien lo pudo usar para construir algun tipo de arma. De todos moros el caballero que retrató Volterra tiene más de rata de biblioteca que de rata guerrera.
ResponderEliminarPero ojo, no fiarse, que la mano izquierda la apoya en una especie de mandoble.
EliminarNo siempre o mejor dicha, pocas veces, las influencias de los padres son positivas. Pocos, los padres que saben desprenderse de sus deseos y primar los de sus hijos.
ResponderEliminarCiertamente, y más en aquellos que tenían propiedad y necesidad de que los hijos la mantuvieran.
EliminarSon dos actividades con distintos tiempos y espacios. La espada es limitada en el tiempo y en el espacio, cuando liquidas al rival hay un tiempo y un espacio que fenecen; sí ya sé que podemos buscar otro rival, pero puede ocurrir que éste liquide tu tiempo y tu espacio.
ResponderEliminarEl libro transcurre por un tiempo y un espacio situados en la mente y se extienden por un universo que ningún rival puede liquidar.
Comparto tu admiración por las "Cartas marruecas" de Cadalso.
Salud.
El libro es un pertrecho que vuelve y una otra vez para batir los fantasmas y las prepotencias.
EliminarAfortunadamente entre lo poco pero importante que me enseñaron en la cátedra de Literatura estaba Cadalso, el Padre Isla y el verdadero y genial Feijoo, el auténtico, el desfacedor de entuertos y supersticiones, fray Benito Jerónimo Feijoo (no equivocar con un personajillo que hoy lleva el mismo nombre)
¡Oh, la Ilustración, cuánta falta nos hace!, ¡Cuántos ilustrados hacen falta para desfacer entuertos y supersticiones!
EliminarVivimos tiempos de Anti-Ilustración, con los amplios peligros que eso supone.
EliminarNunca hubo tantos medios para informarnos y conocer, y qué poco y adecuadamente se utilizan. Aunque creo que es también cuestión de actitud.
Una elección difícil para un caballero de la época pero tal cual lo reflexionó, una carrera con cierta utilidad y corta frente a toda una vida para adquirir saber, seguro que llegó a armarse bien, sabiendo defenderse en el caso de que el conocimiendo no fuese suficiente para evitar el conflicto.
ResponderEliminarAñado otra cosa a la que le he estado dando vueltas esta mañana, cuando escribí en mi blog "hay que ver que curioso eres" me faltó añadir "como yo" aprecio la curiosidad e igual no lo expliqué con claridad.
Un abrazo.
Una ficción como otra cualquiera. El retrato me parece una alegoría de esa simbiosis entre cultura y defensa armada, y ve a saber cómo sentían aquellos personajes sus experiencias.
EliminarPor supuesto, no se trataba de una curiosidad malsana, es que a veces cuesta interpretar, pero no lo tomes en cuenta.
Así es poco a poco se va aprendiendo.
ResponderEliminarCanetti dice que el saber se consigue a saltos, lateralmente, como en el ajedrez.
EliminarSupongo, Fáckel, que lo ideal sería llevar las dos aficiones a la par. Me ha cordado la novela de Arturo Pére-Reverte "El maestro de esgrima".
ResponderEliminarSalu2.
Suponiendo que se trate solamente de aficiones.
EliminarLo que he recordado ahora es una tontería que nos contaban en tiempos oscuros. Que todos teníamos que ser mitad monjes y mitad soldados, llegó a decir un oscuro clérigo. Podía haber dicho mitad letrados, por lo menos. Pero no. El conocimiento divino siempre por encima, ay Señor.
Como que parece? Pedazo de mandoble que sujeta con la izquierda. Lo raro es wue lo sujeta con la muñeca, por debajo de la guarda, como para que no se apoye en el suelo. No sé si eso significara algo. De todos modos la mirada no es muy pacífica. Yo creo que se inclinó por las armas.
ResponderEliminarAbrazo , fackel
No te engañes, el mandoble no era para que el tipo lo cogiera en plan aguerrido. Era para sujetar su brazo en sus ejercicios de posar y, de paso, darle un aire a la imagen. Que los pintores se las sabían todas, hermano.
EliminarAl final era un pintor. Es una decisión más inclinada a las letras que a las armas. Curiosamente nació el mismo día que yo. Alguien antes que yo, ya celebraba mi cumpleaños
ResponderEliminarFelicidades con carácter retroactivo a los dos. Uno celebrándolo desde la nada y otro en el buen vivir, se supone.
EliminarCreo que la respuesta la tiene el retrato de caballero. Optó por ambas y ¿sabes?, esta disyuntiva siempre se ha dado, sobretodo, cuando se nace artista. El cerebro se debate entre la inseguridad económica y la certeza de trabajo de una carrera tradicional, es lógica entonces la respuesta. Se elige la certeza, pero como no se puede luchar contra nuestra naturaleza, se desarrolla igual. Como decimos en mi país (Chile) "El que nace chicharra muere cantando".
ResponderEliminarAbrazos Fackel
¿Has pensado en una tercera posibilidad? Que este caballero se tratara de un aparente, que el libro y la espada se ponían para darle prestancia y colar lo que no era, ni una cosa ni otra. Esto me recuerda aquellas fotografías escolares. Un día llegaba un fotógrafo. Había un estrado y una mesa preparada. Detrás un mapa. Sobre la mesa un libro tocho y el niño cogía una pluma y hacía como que escribía mientras miraba al pajarito. Posteridad. Por alguna parte tengo mi foto infantil enmarcada.
EliminarA vida é feita por contradições...há sempre dilemas e nem sempre se consegue o equilíbrio....e o que resta são cicatrizes...
ResponderEliminarInteressante como sempre....
Obrigada pela visita
Beijos e abraços
Marta
Hay cicatrices insignificantes. Hay cicatrices bellas. Hay cicatrices de cualquier tamaño pero que son la memoria latente de un aprendizaje en cualquier momento de la vida. Una cicatriz siempre es auténtica.
EliminarArmas y letras. Mencionar estos elementos tan aparentemente dispares me ha traído el recuerdo de Garcilaso de la Vega. ¿Por qué será?. Uno de mis autores preferidos en mi época universitaria.
ResponderEliminarPues dentro de poco saldrá un nuevo estudio más clarificador sobre su vida y significados de sus obras.
EliminarMe parece que lo más perfecto sería ir a por todas conforme a edad y condición. Bien por la habilidad en la lucha si esta tirara más que sus afanes intelectuales, también bien por lo contrario. A poco que sea mínimamente espabilado siempre acertará siguiendo su instinto.... Y quien no lo hiciere pagará “una prenda”!
ResponderEliminarDifícil elegir ese ira a por todas o ser cautos y esperar gradualmente. Cuántas veces si hemos decidido lo segundo y ha salido bien pero limitado no pensamos: ¿por qué no iríamos a por todas? Pero intentarlo todo es arriesgado. Los órdagos (se me han dado siempre bien, tanto en mus como en ciertos riesgos vitales, y no llevo amuletos) están siempre a mano. En el mus puede haber cálculo y en la vida también, pero aquí hay tantos imprevistos...
EliminarLa pluma y la espada, la pluma o la espada. Me suenan como dicotomía obligada, pero no. Puede que las dos armas hallen la forma de conjugar. Un abrazo
ResponderEliminarBueno, aunque se haya dado y no solo ambos mundos, también han resultado un tópico. Los de la espada han intentado siempre dulcificarse con la letra, el libro. ¡Pero los libros son armas sumamente afiladas!
EliminarHay quien eligió entre ambas, hay quien conjugó ambas. Hay quien hizo de la pluma y las palabras una peligrosa arma.
EliminarTodo esto en la línea de El cortesano de Baltasar de Castiglione, el perfecto hombre de armas y de letras, perfecto cortesano -refinamiento, entiende de poesía, música, arte- y diestro en las armas en defensa de su señor y sus ideales. Son dos facetas que hoy nos resultan difíciles de combinar pero que fue un ideal del Renacimiento. Así tenemos a Garcilaso, Lope, Cervantes, Cadalso, todos hombres de armas y de letras...
ResponderEliminarAlgunos no solo hombres de armas y de letras sino también, aunque a no a la vez, recaudadores de impuestos. Véase Cervantes en Andalucía.
EliminarEntras en el debate entre las armas y las letras, que tanta tradición tiene. Siempre por las letras, me deja pensativo saber que siempre habrá algún momento para las armas. Uno, que creía que este debate ya había superado...
ResponderEliminarHuy tal como van las cosas hoy día me temo que las letras van a retroceder. Las armas están en auge, las letras merman (mira los planes de Educción o el interés general de la sociedad) y sospecho que hasta han vuelto los intelectuales a la violeta.
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