«Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga».
Elena Garro, Los recuerdos del porvenir.
Rendida caigo. Los caminos tan largos. El sol tan verdugo. Dónde una sombra. Si me hiciera lagarto entraría y saldría de la vida como ellos. He parado junto al mojón que indica distancias horizontales. A veces cuesta decidir qué rumbo tomar. Tal vez el cansancio existe para parar y pensar. En mi entorno solo silencio de hombres. Aquí no llega el trajinar de sus actividades. Lo demás se agita. Polvareda que se levanta a capricho del viento. Silbidos inconfundibles de áspides de paso. Grillos entre los zarzales sedientos. Algún remoto trueno seco. Sinfonía prudente del aire. Pensar es alejarse de lo inmediato. Me acecha un sueño sin horas. Me adormezco. Soñar es descansar. Ya no sé andar los trayectos como los andaba antes. ¿Son más cortos ahora? Aquellos horizontes me reclamaban pero nunca lograba superarlos. El horizonte es inalcanzable. Ahora lo sé y por esa razón me he detenido. Para que la tierra que sujeta mi cuerpo me hable. Que me descubra lo que intuía pero no razonaba de niña. Son los mismos guijarros, pero me parecen otros. La grava es más nueva, y sus aristas se clavan en mi piel como si la envidiaran. Permanece la misma sangre seca en las lindes de la senda. Una sangre que no se puede borrar aunque la memoria de los hombres no la recuerde. Huellas desvanecidas, desplazadas por la presencia de otras nuevas. No dura mucho este instante sin tiempo. Me llegan pasos orquestados. Voces de mando. Susurros clandestinos. Carreras asustadas. Griterío desatado por ilusiones que van y vienen cruzándose. Expectación de viajeros que quieren iniciar una nueva vida sin conocer el destino. Rastros estridentes y fabriles que inauguran nuevas ciudades. Vivir es desconocer el futuro. Lo hace atractivo, aunque algunos lo consideren arriesgado. La tierra que hay bajo mi cuerpo está más elevada que entonces. Se han acumulado estratos sucesivos. La erosión ha galopado más que los jinetes de cada época. Debajo de mi cuerpo hay ejércitos derrotados. Cuerdas de esclavos traídos de lejanos continentes. Fugas de hombres de bien. Atropelladas urgencias de perdedores. Clérigos malheridos por sus contradicciones. Donjuanes agotados por la insatisfacción de no saber quererse. Cuadrillas de albañiles y de ferroviarios cuyo reino nunca será de este mundo. Multitudes apiñadas e individuos solitarios. Pero allí debajo no queda perfil alguno de sus cuerpos. Un rumor colectivo que se aleja entre las profundidades de un tiempo que dicen que existió. Aquí, tendida sobre esta vereda, yo misma siento que desaparezco. Nadie sabrá más de mí. Uno se va cuando es olvidado. Seré ausencia mientras dure la imagen que hayan retenido de mí los demás vivos. Después formaré parte de la materia sencilla de los caminos. Varada para siempre, como si no hubiera pasado por la vida.
(Fotografía de Juan Rulfo)
Es una reflexión oportuna y conveniente a cierta edad. Tanto correr por caminos que sólo al final supimos dónde llevaban. Pero los recorrimos.
ResponderEliminarY ahí quedaremos, como argamasa de nuevos pasos. Un abrazo
Con frecuencia llegamos a una etapa final del camino sin saber más que sobre una pequeña parte del recorrido y, por supuesto, desconociendo con exactitud lo que nos esperaba.
EliminarPor cierto, ¿y lo que nos queda por ver? Mi perplejidad se mantiene viva, mi curiosidad intacta pero dolorida, mi expectación no desprovista de cierto espanto. Un abrazo.
Vivir es desconocer el futuro. Una frase para apuntar. La medito y me viene irremediablemente su contrapunto: Vivir es conocer el pasado. El nuestro, porque el que no es nuestro no es pasado, es otra cosa. Y desde luego no es nuestro vivir.
ResponderEliminarHablas con la segunda Albada de lo que queda por ver. Te confieso que yo, ya miro más hacia dentro que hacia afuera.
Un abrazote.
Vivir es el intento de conocer el pasado (visto lo visto, me conformo con distinguir el pasado)
EliminarMe refería a que, nos quede lo que nos quede, vienen tiempos a los que habrá que aplicar aquello de "hay que ver..." o "quién nos iba a decir", porque pintan tantos bastos que no sé yo.
Me refería a que "vivir es conocer nuestro propio pasado". Sí, porque en realidad vivimos en nuestra memoria. Incluso el presente inmediato no necesita más que un instante para pasar a ser un dato más en nuestra memoria. Vivimos recordando constantemente; desde los más remotos recuerdos hasta el más inmediato "Que te iba a decir..."
EliminarEl futuro e incluso la interpretación del entorno presente, no son otra cosa que especulación.
Estoy de acuerdo, Nox.
Eliminar"Uno se va cuando es olvidado".
ResponderEliminarQuizá para mi, esta sea la frase definitiva. Mientras alguien se acuerde de ti, tenga un pensamiento positivo, un recuerdo en forma de plegaria o una simple sonrisa de grupo cuando se hable de ti, hace que aún se permanezca presente.
Con eso es más que suficiente.
Todo es efímero y banal, así que lo mejor, si no se puede pasar desapercibido, es dejar un buen recuerdo.
En estos momentos y no se porqué, o si lo se pero no puedo explicarlo, pienso en Putin. ¿Qué recuerdos dejará este tipo?
Un abrazo
Ciertamente, Miquel, nos podemos pasar la vida recordando interiormente -no hay por qué comunicárselo a nadie- a personas que han tenido influencia en nuestras vidas aunque estén ya muertas. Incluso soñando con ellas reparamos las posibilidades de un olvido que no se da. Para mí es un acto natural. Dirás que es una bobada pero hay días que ante algún acontecimiento en mi ciudad o en el barrio donde vivieron mis padres se me ocurre: "Esto tendrían que saberlo" o "Se lo tengo que contar" (aquí ríe) o un más realista "Si supieran ellos de tal cosa..."
EliminarLa vida también es lo que tuvimos aunque no lo tengamos. Y el tiempo vaya en contra nuestra. ¡Y qué!
Ya sabía yo que no era el único... A veces paso ratos antes del sueño explicándole a mi padre que murió en 1991, las excelencias del Smartphone o detalles de la IA.
EliminarEl dia que me conteste, me va a pegar un susto de muerte.
Con las cosas que están pasando y que apetecerían contárselas no creo que se sorprendieran en extremo. En todo caso pensarían: este mundo y los hombres no tienen solución.
EliminarFáckel:
ResponderEliminarlo interpreto como cansancio vital. Abandono. Ya todo da igual y lo que le apetece a la señora es huir de todo, dejarse llevar y desaparecer. Es triste desaparecer y que nadie nos recuerde.
Salu2.
Podría ser. El cansancio vital es recurrente en cualquier etapa de la vida. Es como si determinados ciclos empezaran a perder significado y entonces, eso, cansancio, crisis, confusión. Parada.
Eliminar...Sí, y el sinsentido de la vida?. Su para qué?...
ResponderEliminarUna burla? Una tomadura de pelo? De quién? De qué?...
O, acaso?...
Egunon, F.
¿El sentido de la vida? ¡Vivirla!
EliminarNo hay otra historia de hecho. Ni sentido, ni plan, qué ni para qué. Pero el que quiera imaginarlo él sabrá sus flotaciones.
¿Conoces este poema del mejicano Gabriel Zaid?
Cuervos
Se oye una lengua muerta: paraké.
Un portazo en la noche: para qué.
Tienes razón: para qué.
Hay diferencias de temperatura
y sopla un leve para qué.
Un silencio podrido
llama a los paraqués.
Parapeto asesino: para qué.
Cerrojo del silencio: para qué.
Graznidos carniceros: pa-ra-qué, pa-ra-qué.
Un revólver vacía todos los paraqués.
Humea una taza negra de café.
Qué maravilla. El paso del tiempo. Las reflexiones a mitad de la vida o en el invierno de la existencia.
ResponderEliminarAbandonaremos esta vida y todo seguirá girando.
A veces hay que parar y sentir el suelo e incluso el subsuelo.
EliminarTe recomiendo leer "Los recuerdos del porvenir" de Elena Garro. De primera.
Percorremos as estradas da Vida. Pode ou não ser a etapa final e o que fica é a memória...Apenas a memória de mim em mim?
ResponderEliminarTalvez...
Interessante....
Beijos e abraços
Marta
Hay algo de fin en cada paso, en cada etapa, en cada año que cumplimos. El paso siguiente es dudoso. La etapa siguiente es desconocida. El año próximo es incierto. Todo es así, pero vivimos pensando en una eternidad ficticia y alegre y confiada, pero no me opongo a ello.
EliminarLa memoria es una mala compañera, es demasiado selectiva.
ResponderEliminarSaludos.
Por supuesto. Elige y desecha. Y luego cuenta lo que le parece.
EliminarMe encanta tu estilo de frases cortas, pero profundas de contenido. De tus frases, selecciono esta "Pensar es alejarse de lo inmediato". Ya sé lo que tengo que hacer cuando lo inmediato sea ingrato...
ResponderEliminarUn abrazo
Yo procuro alejarme de ese lado ingrato de las cosas. Incluso tampoco dedico demasiado tiempo de solaz pensante a lo agradable: puede ser traidor.
EliminarYa sabes. ejercicios de estilo es lo que procuro. Un abrazo.
Fackel, está entrada está colmada de sensaciones. La primera la foto me resulta de una gran sensualidad y me sorprende que sea de Juan Rulfo.
ResponderEliminarLa entredilla de Elena Garro me hace querer saber más de sus letras.
De tú texto, me quedo con el fino gusto del abandono.
Un saludo y que pases buena tarde.
La novela de Elena Garro está en librerías, es más imaginativa que Cien años de soledad, de García Márquez, y está escrita antes que la de este. La novela de Garro exige al lector que derroche fantasía con ella, por lo tanto reclama cierta exigencia de vuelo imaginativo.
EliminarSaludo en la noche, Ángel.
Curiosamente, cuando uno se detiene porque comprende que el horizonte es inalcanzable, el horizonte le alcanza a uno.
ResponderEliminarY a veces no nos enteramos.
EliminarMe ha resultado un post de lo más agradable e interesante para meditarlo.
ResponderEliminarMe gusta la foto, por ese toque de sensualidad que da ese descanso desinhibido.
La entrada de la para mi desconocida Elena Garro que exige un alto grado de imaginación.
Y tu texto, ejercicios de estilo al margen, invita a reflexiones interesantes.
Tomo en cuenta tu opinión y trato con ello de afinar en mis búsquedas. Un abrazo.
Eliminar"Tal vez el cansancio existe para parar y pensar." Tal vez lo que más nos distinga como especie, lo que le de más sentido a nuestra humanidad, sea nuestra vocación de pararnos frente a la vida y pensar, recordar, meditar, volar con la imaginación y la reflexión buscando comprender lo que somos y lo que nos rodea, hacia donde vamos, de dónde venimos. Planteos todos tan humanos que no hay en ellos diferencias ni de razas ni costumbres. Un abrazo. Siempre es un placer leerte
ResponderEliminarTal vez y sin duda. Habría que entrar en cada casuística para asegurarnos de nuestra existencia. Perder el tiempo en preguntas de dónde venimos o a dónde vamos no entra en mis cálculos personales. Estamos, transcurrimos, vivimos. Suficiente. Lo demás es dar pie a ideas esotéricas, de corte religioso la mayor parte de ellas y, por lo tanto, obsoletas e inútiles. Lo siento. Lo que se vaya sabiendo por la ciencia vendrá bien y debe servir para hacernos la vida más grata, por supuesto.
EliminarLa ciencia avanza gracias a que la gente no deja de indagar, de hacerse preguntas
EliminarPor supuesto, pero no toda la gente lo hace, ni mucho menos.
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