"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 13 de octubre de 2021

Citerea y el sátiro (Serie negra, 36)

 


Sueñas, Citerea, que un sátiro se aproxima y pretende de ti; pero no osará rozar siquiera una brizna de hierba que tú pisas; no dará un paso si no advierte que tú quieres que lo dé; su sonrisa permanecerá a la expectativa si no recibe una señal por tu parte; sabe ser sutil para lograr sus fines; él no ha llegado por azar hasta el borde de tu vida; al fin y al cabo, ¿no has sido tú la que le has convocado cuando por la noche merodeaban voces ansiosas en lo profundo de tu pecho?; él sabe prestarse al juego y espera que entres tú también; te ofrecerá libar juntos los mejores vinos de Samos; hará sonar una flauta dulce y bailará en torno a ti; espera más de sí mismo, tú solamente eres el objeto de sus libidinosas propuestas; pero ¿dices, Citerea, que pretendes jugar con él?; mira que sabe acechar a todo tipo de ninfas, que se ha adentrado en las cellas de las vírgenes, que ha deambulado a capricho por las estancias palaciegas, que ha penetrado en chozas pastoriles, que ha acosado a esposas de viajeros sin importarle los peligros; porque el sátiro sabe que el peligro está en sí mismo, y que se conjura con sus propias artes; y tú, osada Citerea, lo convocas con astucias diversas; te exhibes plácida mientras te desnudas; te dejas flotar en aguas agitadas que tu presencia amansa; recoges flores, insinuante tras un peplos estriado que acaricia tu piel; cantas la melodía seductora que te enseñó aquel dios al que hundiste en el infortunio; conviertes tus pisadas sobre la hierba en vuelos de danzarina; al sacudir tu cabellera el sátiro cree percibir una insinuación de tu parte; curva más su sonrisa, pronuncia la mirada con fijeza, yergue su testa enastada, se le encrespan las vellosidades, hunde sus pezuñas sobre el légamo de la orilla, tensa su falo hambriento; sin embargo el sátiro no se decide a emprender el asalto; finges ignorarlo y tu actitud le paraliza; en un esfuerzo confuso el sátiro extiende los brazos hacia las aguas, tratando de aprehenderte; pero solo palpa la superficie líquida, que al contacto de sus manos se revuelve; al borde del torrente que crece el sátiro duda; los juncos afilados se cimbrean violentos, el lodo se torna más débil, la ribera se hace más imperceptible; el sátiro ya no logra ver siquiera su imagen sobre unas aguas cuya turbulencia le aturde; qué han sido de los cantos, qué de la música, qué de los pasos de baile, qué del perfil provocador de la mujer de las aguas, se pregunta torpe y rabioso; de pronto, el sátiro advierte tu emersión, Citerea, y es tal la excitación dolorosa que le embarga que no espera a que pises suelo firme; tú, Citerea, te adentras hasta el centro del río y  el sátiro, ciego, elige un salto mortal mientras tú, arrancando una sonrisa triunfante y vengativa, contemplas su caída a las profundidades. 



(Fotografía de Eric Kellerman)

30 comentarios:

  1. Al principio del sátiro me parecía inteligente y con un cierto autocontrol. Era sorprendente, pero al final sucumbe a su condición de macho cabrío, como nosotros solemos sucumbir a la nuestra.

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    1. Me has puesto de buen humor de par de mañana. Cada vez estoy más convencido de que los personajes míticos toman como referencia a los humanos. Se miran en estos y son trasuntos, sublimados o no, de nosotros.

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    2. Los personajes míticos son creados por los humanos, no?...
      Como, pues, no van a tomar a estos como
      referencia?... Y, claro, sublimados a tope...

      (perdonar la intromisión)

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    3. En efecto, los mitos tienen mucho de exageración también, y son utilizados muchas veces para fines poco idealistas. Tu opinión es oportuna, por supuesto.

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  2. Citerea es seductora y astuta. Su seducción permaneció en forma de isla, una isla galante. Allí está Citerea seduciendo aún. Incitando con su utopía de peñascos y cabras que saltan por el pedregal.

    A los cortesanos de finales del barroco les agotaba la vida cortesana. Sus correrías por los pasillos de los palacios les producía cansancio y depresión. Con un barroco agotado quisieron emprender el viaje romántico rumbo a Citerea, la isla de los sueños. Se dejaron seducir por un anhelo.

    ¡Cuántos vendieron su libertad por llegar a la isla galante! Citerea fue sueño de aristócratas de pelucas empolvadas y de haraganes que querían vivir con el espinazo tieso.

    Se embarcaron en la nave de Watteau rumbo al reposo y la libertad que creían hallar en aquella isla donde Afrodita tiene su templo.

    En realidad, lo que perseguían era el libertinaje. Buscaban encontrar la tierra de la promiscuidad.

    Sólo en las islas se encuentran las utopías, lugares donde se cumplen las ilusiones, porciones de tierras ubérrimas rodeadas de aguas tenebrosas donde viven las sirenas que cantan a la locura.

    Por arribar a la isla estaban dispuestos a sucumbir a los melifluos cantos de las hijas de Aqueloo.

    ¡Ah, cortesanos insensatos! Os embarcasteis rumbo a Citerea. Tuvisteis que sortear riscos que apenas emergen, pero que están ahí para impedir vuestra llegada a la costa. Cada vez que sorteabais un escollo y cada vez que salíais indemnes de un canto de sirena se acrecentaba vuestro delirio y vuestro afán por llegar a la isla.

    El viaje hacia la utopía es una travesía donde la sinrazón va en aumento. Pero como ocurre casi siempre, al llegar a la ínsula añorada, encontramos peñascos calcinados por donde zumban las abejas entre los arbustillos, donde no se encuentran los sueños salvadores y donde nuestras esperanzas quedan reducidas a algunas sombras bajo el mirabolano.

    Ahora, desde lo alto del acantilado, o desde el rascacielos más alto, oteando el horizonte, descubrimos que la utopía anhelada es el ardid y la astucia. Que Citerea es una tierra baldía, eso sí, desprovista de fronteras. Es tan pequeña.
    Abrazos
    Francesc Cornadó

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    1. Qué texto el tuyo tan interesante y que podría dar lugar a buenos y pacíficos debates. Se nos ha vendido siempre la idea de la utopía como algo maravilloso, la lucha por lograr lo inmejorable, la felicidad, la justicia, la perfección. Pero la utopía lleva en sí misma la carga de un ansia que suele conducir a lo irrealizable. La utopía nunca ha triunfado. Recuerda aquellas comunas o falansterios del socialismo utópico del XIX. Las utopías de las grandes revoluciones de la historia devinieron en sangre, represión, asentamiento de castas con poder, no hace falta citarlas, muchas son de un siglo solamente. El mismo cristianismo nace de una idealización y una utopía donde el monoteísmo halló sus días de gloria, que llevan veinte siglos, que inicialmente fueron violentos, que cuando se consolidaron en alianza con un poder romano oportunista -aunque ¿quién fue más oportunista de los dos, Roma o la nueva secta?- decretó un mundo a su medida y tantos países tuvieron que pasar por su horma. Cada vez que alguien hace planteamientos utópicos hoy día me pregunto, primero, si no serán los mismos planteamientos de siempre, y segundo, qué persiguen y concluyo que lo mismo de siempre: consolidación de poderes, reproducción de los sistemas de explotación, retroceso en el mundo de la libertad de ideas. Salud y buen tono.

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  3. Y resulta que es cierto. Que todo el mundo sueña con quien no duerme. Sátiras incluídas.

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    1. Uno sueña con el que duerme: con uno mismo, Miquel. Y ese uno mismo creo que lleva dentro de su coco todas las posibilidades oníricas basadas en la experiencia vital más o menos cercana en el tiempo.

      Sátiros o sátiras...suelen ser productos de ensoñaciones despiertas, ¿no?

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  4. Hay sátiros cuya intención última es disfrutar, pero este tuyo... no sé, igual era un pcoo más maquiavélico :-)

    Un abrazo

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    1. ¿O era Citerea la maquiavélica y controladora? No sé. Se puede ser ambas cosas por activo o por pasivo. Salutem.

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  5. El sátiro no controla. Está como una cabra. ¡Ojo con él!
    Saludos.

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    1. Claro, pero aquel cabrito de la mitología hoy va de paisano, adopta otras actitudes y vestimentas, aunque la mayor parte de las veces resulta que por la boca muere el pez. Y ojo, hoy hay muchas Citereas tipo del texto adjunto.

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  6. Esta historia entre una diosa y un sátiro resulta muy humana, cuantos no habrán seguido al objeto de su deseo hasta el fin del mundo o el fondo del mar. Citerea juega, le envuelve con picardía para no ofrecer nada y buscar su perdida.
    Un saludo.

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    1. Esta historia es la vieja historia, en que unos se disfrazan de Citereas, otros de sátiros, y así van pasando los años del deseo o de la calamidad, ve a saber. Salud pues.

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  7. Quizás el mayor poder de la ninfa esté en la estrategia de manipulación que logre sobre las debilidades de quién se exhibe como potente ganador. No hace falta la fuerza bruta para vencer una contienda, jeje

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    1. No hace falta, y ya sabemos que la inteligencia y organización es importante, pero...depende de las contiendas. En las bélicas ha habido de todo. Gran número de guerreros cuyos jefes sin embargo no han sabido ganar o bien otros que han ganado por ser fuerzas superiores en número además de haber buena organización y planteamientos estratégicos y tácticos. En el caso más individual, o de dúo, el número crece a la par de la inteligencia si esta es superior. Incluso la pasividad es una fuerza, o mirar para otro lado, o el desdén...Muchos hombres aún no se han enterado, y juegan a sátiros. Pero los sátiros existen, y sagaces ellos, claro que muchas veces son buscados, evocados, deseados...

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  8. Qualquer história tem o seu lado negro...o ser humano também...Há quem se afunde e não consiga voltar à superfície e há quem dite leis à vida... Sedutores e seduzidos; traidores e traídos...
    Como sempre, um texto interessante...
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. Así es, como bien dices. Creo que al menos circunstancialmente, alguna vez, cada ser humano ha tenido algún acto oscuro en su vida. Pero ciertamente hay quienes viven siempre en líneas de sombra negras, moralmente hablando, y causan daño.

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  9. Al final los sueños siempre son sueños...

    Magnífico, como siempre.

    Un abrazo enorme.

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    1. Y los sueños puedes generar deseos, y el deseo ya es del lado de la conciencia y entonces es cuando resulta complicado mantener el tipo. Entiendo que ante sátiros haya que estar vigilantes. Salvo que se quiera condescender. Todo lo que es de acuerdo mutuo es salvable, ¿no?

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  10. Los satiros suelen elegir a sus presas más sumisas, previsibles y vulnerables. En esta ocasión su elección ha sido errada. Así... Citerea ocasiona la perdición del sátiro. Además de ser un relato mitológico muy bello se da mucho en la vida real este tipo de relación. La manipuladora seductora que hace despeñarse al sátiro. Es... el cazador cazado. Cuando el amor ya no es la búsqueda del placer, ni del juego ni de la permanencia. Cuando la seducción es simplemente una lucha para vencer o ser vencido. Un ejercicio de poder...

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    1. Aunque acaso en cualquier caso de relación de amor puede que haya una cierta competición en que se manifieste dominio, ¿no?

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  11. Qué hermoso relato de la mujer fatal en el que están todas las claves mitológicas, pero en el que la clave está en el impulso del sátiro, que no sabe aplicar la razón.

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    1. La indecisión es fatal en muchas ocasiones. Pero la indecisión ¿es producto de saber o de no saber? ¿De calcular o de no hacerlo? Qué complejo es interpretar el sustrato humano.

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  12. Això: "al sacudir tu cabellera el sátiro cree percibir una insinuación de tu parte" i "sin embargo el sátiro no se decide a emprender el asalto" em fa pensar en el que deia la protagonista de Jude, l'obscur: que l'home és el sexe tímid, que espera un senyal de l'altra per apropar-se a ella.

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    1. Jude el oscuro es una novela magnífica de Thomas Hardy, la leí hace tiempo porque me la recomendaron y nunca me arrepentí de haberlo hecho. No está mal que la traigas a colación porque algo te ha recordado. Será que los pensamientos vuelan como las semillas.

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  13. Fáckel:
    ¿un sátiro respetuoso y caballeroso? ¡Madre mía, si Zeus levantara la cabeza, jajaja!
    Salu2.

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    1. Los sátiros tienen muchos ardides, no lo olvides, y a las ninfas no les gustan los pesados, acaban cediendo antes a los que conocen y aplican con delicadeza la ars amatoria.

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