Ahora que ha pasado el tiempo y las vidas se han venido abajo miro y me veo. Con mi uniforme negro que había admirado desde muy niño. Lo que no se me logró es la Totenkopf, y anda que no me gustaba la calaverita plateada que lucían orgullosos los cargos altos. Pero la insignia no estaba destinada a los pequeños. Qué iba a saber yo entonces de aquel antiguo emblema que sublimaba el encuentro del hombre con la muerte. Mi camarada Franz estaba a punto de llanto cuando el superhombre acarició su rostro. Yo tragaba saliva, como seguramente hacían los otros de la fila. Que te venga a animar el superhombre no sucede todos los días. Y eso es de por sí emocionante. Yo nunca había visto al superhombre de cerca y menos sonriendo. Creo que era una sonrisa de perdedor, que nadie secundó durante el breve acto, no sé si por temor a él o porque las emociones se habían convertido ya en vidrios rotos. No cundía precisamente el humor, como tampoco la esperanza. La suerte estaba echada. Nos dijeron que éramos los últimos y leales defensores. Defensores ¿de qué? ¿De la devastación? ¿De la victoria pírrica? Creo que en realidad íbamos de ingenuos y risueños. Los idealistas. Tan perdedores éramos nosotros como él, y saber esto no era para poner buena cara. Durante años habíamos puesto todos una cara programada. El rostro de los triunfadores, y lo entiendo ahora, es un rostro impostado. Porque incluso los momentos de gloria tuvieron un precio. Gestos que respondían al dictado del departamento de la Propaganda. Pero que nosotros asimilábamos, a los que dábamos nuestro acuerdo. ¿A quién no le gusta ser del bando de los victoriosos? No solo fuimos lo que quisieron que fuésemos, sino que nos gustó ser así. Al menos los primeros años. Luego...los vecindarios se fueron llenando de ausencias. Über alles...cantábamos con fe ciega. Aunque cada vez estábamos menos por encima de nadie.
Franz, ¿tú has entendido lo que nos ha dicho?, pregunté a mi amigo. Con ojos lacrimosos movió la cabeza de izquierda a derecha. Nein, y sollozó. Franz me dijo después que la mano del gran jefe temblaba. No puede ser, le dije. El jefe nunca tiembla, nunca duda, nunca se equivoca, nunca da marcha atrás. Yo no percibí la palmada como Franz. Acaso porque el que temblaba era yo y no pude sentir la misma expresión de contacto de aquella mano que siempre nos habían dicho que era inmensa. Pero la encontré pusilánime, insignificante. En absoluto digna del jefe en el que habíamos depositado nuestro presente y nuestro porvenir. Luego yo también lloré cuando el superhombre se alejó cabizbajo, sin sonrisa y con andar pesado. En ese momento me di cuenta de que mis días de adorar al hombre providencial acababan ahí.
Cuando a continuación cogimos el Panzerfaust apenas podía con él. Nunca antes me había pesado tanto. La caricia del jefe no me había nutrido lo suficiente. Lo comenté con mi mejor camarada. Las explosiones, cada vez más cercanas, las paredes de edificios que se venían abajo, el humo cegador y un aire cargado de gases que no nos permitía respirar decidieron por nosotros. ¿Crees que sirve para algo morir aquí, Franz?, y ambos, palpitantes, nos contemplamos con mirada desencajada. Nos dolía el miedo. La oscuridad llegó antes aquella tarde de primavera. Franz y yo abandonamos el arma, nos apartamos con cuidado del grupo, ya bastante disperso, y corrimos imparables. Desertando de la muerte segura e inmediata. Sin una dirección clara. Siguiendo al albur el curso del Spree, pues cuando todo está perdido solo un río puede conducirte al origen o al destino. Al idealismo lo dejamos yaciendo entre las ruinas.
De pequeños también nos daba un cachete amistoso el cura cuando asistíamos a la ceremonia de la confirmación. Desde entonces desconfío mucho de los que saludan a los niños de esa manera. No me fío. Pienso que detrás hay gato encerrado. Como lo había con el hombre gris del bigotito. Muy mal tienen que andar las cosas para utilizar a los niños como último recurso.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, cierto, lo de los curitas dándonos cachetes que se pretendían simpáticos, lo recuerdo. Pero en general lo hacían muchas personas mayores. Aquello de ¿qué tal, rico?, tan estereotipado. ¿Eres bueno con tus papás?, y etc. Lo del gato encerrado tras en personaje de la imagen era más que de gato. Pero ya ves, los valientes, acabaron usando de mano de obra para la muerte a los niños.
EliminarEn las horas previas a la caída, los niños eran los encargados de salir a enfrentar en las calles al enemigo al que se lo había catalogado de demonio y el führer insistía en alentar a quienes, sabían, iban a morir inútilmente. Excelentemente ambientado tu relato. Todo un emblema la foto. Un abrazo
ResponderEliminarCuando se lleva hasta las últimas circunstancias, que es lo que hizo aquel funesto régimen, la fe ciega en su ideología de dominio, racismo y muerte, cabe esperar, aunque nos repugne, que aprovecharan lo que quedaba, a los niños que podían coger un fusil o un antitanque, como en ese caso de la caída de la ciudad.
EliminarEs curioso, esta misma mañana he escrito un pequeño texto en el que cuento una experiencia real de una criatura que le tocó vivir aquel infierno, cuento también de una cachetada. Con él he subido además un video sobre adultos cuentan sobre los traumas de la infancia. Uno de ellos, con 15 años entonces lo pusieron a hacer la guerra, el pobre estaba tan agotado por la situación tan traumática que una vez se quedó dormido y uno de los oficiales lo amenazó con matarlo etc. etc. y en una de las refriegas perdió una pierna, la otra se le quedó destrozada pero sobrevivió en un hospital de campaña norteamericano. Para poder entender la locura de la guerra después se hizo historiador. En fin, que parece que estamos con los mismos temas. Muy interesante la perspectiva del niño que habla en tu texto.
ResponderEliminarPues me gustaría conocer ese texto, gracias.
Eliminardiefackel@gmail.com
Buena jornada.
Es muy cortito y lo publiqué en mi blog para el grupo que comparten un relato todos los jueves. Te dejo aquí en enlace, allí encontrarás también el enlace al documental que no es tan largo como aparece pero está en alemán. (https://lashermanasdesuzette.wordpress.com/2021/09/15/este-jueves-un-relato-convocatoria-16-de-septiembre-improvisacion/)
EliminarGracias por tu interés.
Lo he leído, te dejé un comentario, me ha parecido tan bonito...
EliminarNo se que comentar, si sobre cachetes o caricias, sobre los nazis y el uso de niños como arma de guerra, o incluso de la cobardía, no tanto de esos niños, sino de aquellos que los llevaron a matar. Sería cosa de un libro.
ResponderEliminarSaludos
Por supuesto, el cachete es secundario aunque en esta fotografía tiene un significado hondo y terrible.
EliminarY naturalmente los que pusieron allí a niños fueron los responsables de tamaño gesto indecente y desesperado. Pero ¿no estuvieron aleccionando durante años a jóvenes y niños? ¿No existían las Juventudes uniformadas donde por fe de los padres o miedo a quedar en entredicho ingresaron millones?
Etcétera. Tantas preguntas pueden y deben seguir haciéndose, aunque todo está harto historiado. Saludo.
Tudo tem um preço... Até uma carícia da cara pode significar traição...
ResponderEliminarHá muitas perguntas a fazer e não sei se obteremos toda a verdade nas respostas.
Belo texto...
Beijos e abraços
Marta
Pero en casos extremos, como el de la fotografía, debemos reflexionar en lo que hubo detrás. Años de aleccionamiento y propaganda sobre la población en general y sobre niños y jóvenes en particular, en los centros de enseñanza fundamentalmente, en las familias, en la calle dominada por aquellos sanguinarios.
EliminarPor supuesto no fue ese, el único régimen que cometió la salvajada de militarizar niños. Sin bucear en el pasado que siempre tiene las aguas turbias, en el presente, que las tiene algo menos turbias, Unicef cuantifica en alrededor de 300.000 los niños y niñas reclutados en los conflictos armados alrededor de este mundo que se mira el ombligo cacareando derechos humanos y avances "celestiales".
ResponderEliminarYemen, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria, solo por poner algunos ejemplos significativos en donde los niños y en algunos también niñas son simplemente secuestrados para además de armarlos y convertirlos en combatientes, tiene exclavitudes añadidas como el sexo, cocinar y lavar.
Estos, ya ni cachete de aliento o lo que sea. Lo que reciben es una hostia de bienvenida que se lo deja claro.
Sí señor, así es. Y lo lamentable es que esos niños-soldado son de ahora, las autoridades de todas partes lo saben, pero ahí está sin resolver el tema. En realidad todo el subdesarrollo -por usar un término general admitido- propicia paro, carencia de educación, dispersión demográfica, etc. y es caldo de cultivo de la barbarie donde niños y jóvenes son carne de cañón de todo: de abuso sexual, de mano de obra esclava, de reclutamiento forzoso.
EliminarY por no olvidar ahí está aquel caso de la Edad Media. La cruzada de los niños montada por la Cristiandad para conquistar Jerusalén. Ver
https://es.wikipedia.org/wiki/Cruzada_de_los_ni%C3%B1os
Entre otros autores Brecht escribió sobre ello. A mí me gusta mucho el relato de Marcel Schwob, un autor magistral que te recomiendo si no lo conoces.
Acabo de pedir el libro, en catalán: La croada dels infants.
EliminarZen kiu ver y más!!
:)
Te tenía que haber dicho antes que en la editorial Páginas de espuma está editada no sé si toda su obra o parte bajo el epígrafe de Cuentos completos. En ese libro están: Corazón doble, La leyenda de los mendigos. El rey de la máscara de oro, Mimos, El Libro de Monelle (un texto fascinante como pocos), Vidas imaginarias (otra fascinatio), La cruzada de los niños, La estrella de madera y otros cuentos.
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ResponderEliminar...y que fácil es, les era aleccionar, en esa mente que se está abriendo a la vida, cuando surgen los ideales, los sueños que se sueñan posibles...
Vi a Pablo, mi hermano, mi héroe. vi sus ojos, su entusiasmo cuando en sus desfiles - de flechas, creo que se llamaban- cantaban "con gesto alegre, firme el ademán,"... esas canciones que encendían su alma adolescente...
Y los flechas y pelayos no creo que fueran la mitad de fanáticos que las juventudes nazis. Los uniformes siempre han seducido. Una vez desfilé en una procesión vestido de cruzado eucarístico. Cómo sonaba entonces aquello y cómo suena de débil ahora. Creo que después nunca me he puesto uniforme. Y aquello era una simple capa y una espada de madera.
EliminarTodas tus entradas son impactantes y muy interesantes. Me dejan reflexionando sobre muchas cosas...
ResponderEliminarGracias Fackel es un lujazo leerte.
Un abrazo.
Pues como me pasa a mí con cantidad de cosas que voy leyendo. Bueno, unas me hacen pensar, otras me resultan líquidas y no me interesan. Hay que seguir nutriéndonos y seleccionar.
EliminarMe ha conmovido tu post. No sé si ponerse en la piel de ese niño ha sido una temeridda, pero qué buen diálogo has plasmado, y e es más que posible.
ResponderEliminarQuería que murieran defendiendo lo ya perdido. Sólo un loco como él puede ser tan ruín. Un abrazo
Pues no sé, lo bueno de las imágenes es que son solo eso, fotos del pasado y no nos comprometen. Ponerse uno en la piel de ficción no es difícil. Haber estado en la piel real tuvo que ser muy duro, donde cualquiera se jugó la supervivencia o la muerte.
EliminarSolo matizar que tras el loco hubo muuuuuuuchos locos de su estilo, llámalos fanáticos, oportunistas, arribistas, medradores, siniestros, violentos, irracionales...Sin los que le siguieron ese tipo hubiera sido un don nadie.
Aquello fue algo que nadie debería olvidar, porque se puede repetir en cualquier parte, con sus matices. Pero no es cosa ahora de entrar en el problema de fondo, quedémonos con cachetes y palmaditas.
Es una imagen que siempre me ha impactado. Los dos son niños, nada más que niños, y enfrente de ellos un loco. Un loco que no estará en primera linea, ni bajo las orugas de los tanques. Un loco que les da "caricias" en forma de cachetes para que defiendan "su lucha", su causa, no la causa de todos los alemanes, pues no todos querían la guerra, ni todos estaban con él; sólo hay que ver lo que ocurrió el 20 de julio de 1944.
ResponderEliminarSalut
El tema de cuántos alemanes estuvieron en la trágica aventura y cuántos no ha sido muy debatido. El caso es que la fuerza bruta del totalitarismo ejerció un control social y político, eliminando libertades, planeó un expansionismo, dirigió toda la economía en ese sentido con hincapié en el armamentismo y logística adjunta y los alemanes fueron tragando y tragando. Pero entras en detalles es muy complejo y con muchas aristas. La fotografía no es sino una escena agónica, en el estertor extremo de un régimen que ya había perdido la guerra. Qué interesante y aleccionador habría sido saber por qué se suicidó el gran dictador; muchos otros lo hicieron también. ¿Frustración total? ¿Medida que consagra a los héroes? ¿Odio al mundo y a los hombres, a los cuales despreciaba, incluidos los propios? Cábalas, simplemente cábalas que no conducen a nada. Los hechos fueron como fueron y hay que verlos como indiscutibles. Atrozmente incontestables.
EliminarDesde luego esta imagen, si se conoce el momento, tiene algo de tremendo. Imaginar que pasaría por las cabezas de todos los presentes, emoción, tristeza, miedo, angustia, desesperanza... Me gustaría saber si de los muchachos de la foto logro sobrevivir alguno.
ResponderEliminarTu texto, como siempre un placer leerlo.
Un abrazo.
Parece ser que es una fotografía de los últimos días del régimen nazi y la caída de Berlín. Pues sí, lo que dices bien dicho: lo que pasaría por la cabeza en toda esa gente, el terror ante lo que les esperaba, la desmoralización total, una agitación en emociones, sensaciones, pensamientos...con la ciudad devastada y seguramente con familiares muertos o extraviados. La otra cara de la moneda del triunfalismo de los primeros años, de los desfiles masivos, de los corifeos del Führer por las calles, de las ofensivas con las que se iban a comer el mundo ¡y el mundo, pagando un altísimo precio, les devoró a ellos!
EliminarTambién he pensado lo mismo: ¿sobrevivirían los muchachos de la foto? Lo bueno de la ficción es que les he permitido una huida, porque en el gesto de la huida por parte de unos chicos ingenuos también hay dignidad. No en la de los adultos cómplices del crimen y del terror.
Gracias, Ángel, por el razonamiento.
fáckel:
ResponderEliminarme gusta la explicación que das para distinguir el "chachete" de la "palmada": la intención ("intencionalidad", dirían los marisabidillos modernos).
Una vez leí un artículo que explicaba cómo la "parafernalia" de los dirigentes megalómanos se convierte es "ridiculez absurda" una vez que han perdido su poder.
¡Dios nos libre de caer en manos de estos caudillos psicópatas! ¡Y mira que hay!
Salu2.
Me has hecho recordar un dicho que había antes, al menos: "A que te doy un cachete", y aunque no lo dieran el sentido era de amenaza más o menos cordial que sonaba a algo próximo o en dirección de una bofetada.
EliminarEn efecto de aquellos superhombres -no llamo con ironía superhombre al siniestro individuo por llamarlo así- que tuvieron omnímodo poder a las piltrafas en que quedaron al ser derrotados. A costa de millones de muertos, responsables incluso de los propios aunque fueran seguidores. Quisieron quitarse la espina del fracaso en la Primera Guerra Mundial, alentaron una ideología violenta, exterminadora, narcisista -Deutschland über alles, ya lo dice claro: por encima de todos- y así aconteció lo que fue.
Que nos libren todos los dioses, porque cerca de nosotros hay aprendices de brujo de aquellos, piensa en ello. Y todos nos podemos prestar al juego.
Són molt joves, els de la foto, és normal que els administrin un "cachete". Terrible pensar en tot plegat.
ResponderEliminarEse tipo es un sacrílego de la vida humana, si se permite una expresión muy particular. Un cachete puede ser un acto físico, puede contener una emoción -ni siquiera a ese sanguinario se le puede negar sus emociones, las tendría- pero hay que recordar que él y un un partido nacional socialista embarcaron a la población y a parte del mundo en una catástrofe. Ese tipo y su cohorte solo creían en sus devaneos mentales. Triste, terrible y demencial, si no fueran actos de conciencia los que llevaron a cabo.
EliminarExcelente relato ambientado en la caída de Hitler con su Ejército y sus colaboradores. Los niños fueron usados de un modo espeluznante.
ResponderEliminarSugiero ver la película "El hundimiento". Muy buena y terrible película sobre la caída...
Conozco el filme, sí. Aprecio mucho el trabajo de Bruno Ganz, desgraciadamente fallecido hace dos años, era un tipo entrañable y accesible, lo sé por personas cercanas. Trabajaba mucho sus papeles. Aunque he visto otras películas en las que actuaba nunca podré olvidar "El amigo americano", con Dennis Hooper, un filme que me impactó mucho en su día. También me gustó mucho "En la ciudad blanca", dirigida por Añain Tanner o "Cielo sobre Berlín", de Win Wenders. Ya te digo, me dio mucha pena cuando me enteré de su fallecimiento.
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