Adoro sus dedos de pianista, hermana. Admiro la labor de soporte que ejecutan sobre sus labios, antes de que salgan de estos una palabra inadecuada. Usted mira un punto del horizonte próximo que le altera. Si es debido a una ligera conmoción, a una duda que le asalta o a una situación difícil de interpretar nos lo debería decir usted. Pero no lo hará. Por recato, pues ha aprendido a proteger sus pensamientos. Por pudor, pues quiere ser modesta consigo misma. Por humildad, pues sabe que no debe envanecerse. Por el mismo autocontrol que le han enseñado durante el noviciado. Está en esa edad fronteriza entre ser sincera por instinto o verter una opinión conforme a unas reglas. La entiendo perfectamente. Yo también fui así, aunque mis votos laicos mudasen persiguiendo experiencias. Porque para mí recorrer el mundo fue ir también al encuentro con lo desconocido. En eso usted y yo nos parecemos. Por caminos diferentes queremos saber de lo incógnito. Sus dedos de pianista no envidian a una pianista de oficio. ¿Sabe que los míos no difieren mucho de los suyos? Mis dedos interpretan la sinfonía de Dios, me dice usted esforzándose en la prudencia. No sé responderle porque yo no sé interpretar tal sinfonía y ni siquiera sabía que estuviera compuesta. De momento los míos ejecutan ya composiciones propias de la edad. Sus notas tienen la inspiración que el reumatismo de mis ancestros me han ido legando poco a poco. Pero claro, a usted y a mí nos separan años. ¿Sabe? Los años son también notas del universo. Tienen su música, su letra, sus variaciones, sus arpegios. Y los tramos del camino unas veces van de andante, otras de moderato, a veces suena allegro, en ocasiones peligrosamente prestissimo, y poco a poco todo se torna largo. Mis dedos ya lo han ido comprobando. A usted, hermana, aún le queda recorrido, aprovéchelo. Y aunque piense que se ha adaptado para siempre a un tipo de música que cree que merece su entrega total a veces notará que algo dentro de usted desafina. ¿Qué hará entonces? ¿Limitarse a contemplar sus dedos de pianista que van perdiendo su finura? ¿Repetir sin creatividad alguna los viejos sones, cada vez más imperfectos, más inseguros, más monótonos? ¿Permanecer sorda o, lo que sería peor, insensible a sus voces interiores desconocidas? Me ha agradado conversar con usted en esta distancia que va de ficción a ficción y a la que los seres humanos llaman realidad.
(Fotografía de W. Eugene Smith)
Hasta que se rompan las costuras de esa educación castrante, que le permita hablar de tú a tú, diciendo lo qué de verdad siente y piensa.
ResponderEliminarConocí clero de hace unas décadas -cuando el rupturismo de los 60 y 70- en que muchos curas, frailes y monjas rompieron costuras.
EliminarCierto. Varios profesores que tuve en una escuela religiosa, se pasaron a la vida seglar y por otro lado conocí una monja exclaustrada.
EliminarEran otros tiempos, ahora hay más convencidos de que es mejor estar fuera.
Varios miembros del clero -curas, hermanos, monjas- que conocí aquí militaron en la resistencia antifranquista desde las comisiones de la clandestinidad a los efímeros partidos de izquierda. La mayoría de ellos colgaron hábitos. Alguno pagó un tributo alto, en términos de salud mental.
EliminarMe has heho recordar a la Hermana Ángela, con sus dedos de pianista, su voz de terciopelo, su mirada de mar.
ResponderEliminarUn abrazo
Vaya, a ver si la hermana Ángela era un trasunto de la del texto.
EliminarNo especulo sobre las dudas de las hermanas, que no monjas, de teresa de Calcula. Las que conozco y he conocido, y no son pocas en diez y seis años que llevo con ellas, no se jubilan jamás. Para ellas el jubileo es trabajar al lado de los que aman, de los invisibles, que los hay, y en Barcelona muchos más de los que nos pudiéramos imaginar.
ResponderEliminarYo trabajo al lado de una de ellas que tiene cáncer, y en ocasiones no puede ni caminar, y no se limita a contemplar que los dedos van perdiedo su finura. Te lo aseguro.
Y trabajo al lado de la Hermana Lavinia, que tiene cerca los 90 años, y es una de las que conoció a Agnés, allá en la Calcuta, y aunque sus manos ya no estén para hacer muchos trabajos, cada vez que te la da hace que me sienta bien. Es todo amor.
Yo converso con ellas de realidad en realidad, será por eso que no me he planteado lo que se plantea el protagonista, que lo hace de ficción en ficción.
Un saludo
salut ¡
No lo dudo, Miquel, no lo dudo, pero el autor del texto no ha tocado ni ha pretendido tocar para nada eso de lo que tú hablas.
EliminarPues me ha de perdonar el autor del texto.
EliminarEl yo lector no ha entendido de que iba la entrada, pues.
Salut
No lo creo, Miquel, pero no pasa nada porque discrepemos.
EliminarEste texto es un gran interrogante sobre las cuestiones esenciales de la existencia humana, al menos así lo interpreto. El Tiempo, Dios, la existencia misteriosa de una vida consciente alejada de lo cotidiano, ese fulgor regalado cuando, por un instante, comprendemos la sinfonía universal para olvidarla un segundo después.
ResponderEliminarNo vas descaminada, no, y cuanto mencionas, que está en el texto, podría desarrollarse, pero ahora no es el momento (al menos por mi parte)
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ResponderEliminarBellísimo.Transcendente. Un texto para analizar párrafo a párrafo, frase a frase, palabra a palabra... -De profundis-
Interpretaciones?... Unas cuantas. La que yo-lectora- le daría o preferiría, así, a primera vista, la supongo bastante acertada, aunque, tal vez, algo equivocada o mas bien, equivocada en algo.
Sin duda el autor conoce muy bien a la protagonista, pero creo que necesitaría una larga charla con ella.Tal vez, no esté tan acertado en algún aspecto, se podría pensar, en casos así. O no.
Siempre admirable tu forma de narrar, de analizar e interpretar la vida y a sus "bichos pensantes" Un verdadero placer siempre leerte, Fackel. Egun on.
Te diré que no hay una persona concreta detrás del texto, qué va. Pero he conocido, tal como he comentado antes, a gente del clero, de diversas ramas y órdenes, que se comprometieron duramente, se cuestionaron sus existencias, lo cual no quiere decir que todos abjurasen (qué vocablo horrible) de todas sus creencias anteriores. Los 60 y los 70 fueron años de gran experiencia y experimentación, de grandes rupturas, de grandes ilusiones también, pero ya se sabe que las ilusiones con duales, proyectan conocimiento y determinaciones pero también precipitan en fracasos y frustraciones. Eso a la carta de cada cual, de lo que esperase del mundo y de la vida. Pero nos ocurrió a todos los que prospectamos en direcciones opuestas a los ordenamientos al uso.
EliminarYa que citas De profundis te recomiendo "De profundis", de Oscar Wilde. Diferente también.
Creo la vida monastica es dificil de comprender si uno ha sido muy mundano, ahora bien supongo yo que el ideal de una monja es llegar a la experiencia mistica. Quizas saben que las palabras pueden romper la armonia requerida para entrar a los mundos misticos, esos dedos son de gran ayuda, largos y delgados, incluso fuertes
ResponderEliminarPues hay casos de mundanos que se acogieron a vida monástica. Nada que ver con las doncellas o los varones virginales que casi adolescentes aún entraron en conventos. Sobre mística habría que comentar bastante. No es propiedad de los monásticos. Ha habido personas con profunda mística pero dirigida y encarnada en el mundo directo, no apartado, y no necesariamente religiosos.
Eliminar"Quizás saben que las palabras pueden romper la armonía requerida para entrar a los mundos místicos, esos dedos son de gran ayuda, largos y delgados, incluso fuertes". De eso hay mucho en la vida monástica más rigurosa. Desde San Benito y sus fundaciones hubo una especie de código o lenguaje con posiciones de dedos para designar infinidad de elementos y prácticas y no hablar lo más mínimo. Ignoro si seguirá en vigor.
Cada primer grito de recién nacido no pasa de ser una nota musical. A partir de ahí la diversidad de composiciones culturales. Cuando enmudecen los gritos: el silencio matricial.
ResponderEliminarHardware que se rompa no podrá alojar software alguno, aunque un primer grito lo estrenará en su momento.
Sin embargo parece que un software dispone de tantas posibilidades de copia que pueda ocupar diversos hardwares.
Esa imagen se antoja terrible a quien inhale sed insaciable de vitalidad con el primer berrido.
Probablemente, aunque tal como vamos no sé qué dirección va a tomar la vitalidad, y sospecho que nada que ver con los que otros tuvimos. Eso sí, las características instintivas permanecerán.
EliminarMe ha parecido muy ajustado y profundo este supuesto diálogo entre personajes en apariencia, tan diferentes, pero cercanos en cuanto a un tema que a todo humano le compete: ir intentando comprender la armonía suprema que hay detrás de todas las cosas, sabiendo de antemano que nunca lograremos abarcarla por completo. Un placer leerte. Lo repito.
ResponderEliminarLa cuestión es -y siento discrepar- que tengo serias dudas sobre armonías supremas. Armonía me parece un término muy limitado, útil, existente, preciso, pero muy concreto, para cosas de entendernos en cercanía.
EliminarVisto lo que se va sabiendo del Universo ahí se manifiesta un caos activo, hacedor y destructor, del cual somos hijos, sin duda.
¿Crees que somos capaces siquiera de obtener armonía en nuestros cuerpos o con las personas?, por ejemplo. Etcétera. Ni la armonía de los sueños existe, porque hay que ver las pesadillas cómo nos sacuden.
Llamamos caos a un orden que no comprendemos. Seguramente en ese mismo caos existe también armonía, aunque nuestras limitadas mentes no logren apreciarlo.
ResponderEliminarLa armonía del caos. No está mal. Pero vete a saber. Ya sabes que todo lo pasamos por el tamiz de los conceptos humanos. Me has llevado a pensar la teoría pitagórica de la armonía de las esferas. lo cual nos llevaría enseguida a la música y en lo cual yo me pierdo antes de entrar.
EliminarA música será sempre uma forma de comunicar com Deus, com o que há escondido em nós... Há música de louvor a Deus que serão eternas, que têm novas roupagens, novas mensagens...Depende da sensibilidade de cada um.
ResponderEliminarInteressante como sempre.
Beijos e abraços
Marta
Veo que la música es lo que uno quiere que sea.
EliminarLa música, como creación humana que es, debe tener antepasados (o antecedentes): el sonido del viento tan plural, el del flujo de los ríos o la agitación del oleaje, los infinitos cantos de las aves en las selvas. ¿Inspiraría a los humanos todo lo que generaba música natural antes de que ellos la inventasen en un proceso largo y cada vez más variado y perfeccionado?
Pero a mí lo que me gustan son los dedos de la pianista.
Por cierto, te recomiendo a Hélène Grimaud
https://www.youtube.com/watch?v=dOHiI_5yycU
Eso sí que es mística ¡pero esfuerzo y genio personal!
Fáckel:
ResponderEliminaryo interpreto que esta monja quiere callar algo. No se atreve a decir lo que piensa, los dedos la delatan.
¿En qué estará pensando?
Salu2.
Tal vez en el texto estén las respuestas, tal vez.
EliminarComo buena monja, oculta más que dice.
ResponderEliminarSagaz tú, hermano.
EliminarEste diálogo se enriquece con los silencios de la narración y de los interlocutores, claro. Estos silencios son parte esencial.
ResponderEliminarA mí me ocurre que con la música desaparece todo lo que no sea la música, incluso el que la interpreta.
Conocí un muy buen pianista que terminó sus años tocando piezas de ambiente en una cafetería de hotel. No sé muy bien si lo que le llevó hasta allí fueron sus manos o su estómago.
Tal vez ambas, aunque si no está garantizado el estómago el arte quiebra.
EliminarPero la música escuchada también conecta dentro de la mente con muchas imágenes pues ¿hasta qué punto hay un aislamiento místico total?
Tota l'entrada m'agrada molt, però sobretot: "Y los tramos del camino unas veces van de andante, otras de moderato, a veces suena allegro, en ocasiones peligrosamente prestissimo, y poco a poco todo se torna largo". Parles de música amb música.
ResponderEliminarLos dedos sienten la sinfonía del tiempo, cómo no, Helena, seamos clérigos o civiles.
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