No me ven apenas, pero yo puedo verlas a ellas. Soy tan pequeña que no me prestan mucha atención. Tú juega, me dicen cuando trato de que me hagan caso. Ellas siguen a lo suyo. Pero yo las veo. No tienen conmigo muchas palabras. Las justas y ni una más. Vete a buscar a la niña de la casa de enfrente. Dale la lata a la vecinita. Ellas parlotean mucho entre sí. Yo las escucho. Aunque no entienda todo cuanto dicen. No se llevan mal, pero pasan de la complicidad tranquila a la disputa. Creen que no me entero. Hago porque no se enteren. Me aparto pero ando siempre cerca. No me ven porque la ventaja de ser una pequeñaja es que una puede esconderse en un rincón en penumbra o tenderse junto a la puerta corrediza. Me gusta abrir un poco la fusuma y ver los movimientos de mis hermanas mayores a través de la rendija. A veces me conformo con adivinar sus pasos o imaginar sus gestos. No sé por qué se empeñan en llevarse la contraria. Una, disimulando su inquietud porque no acaba de volver su amoroso guerrero. Otra obcecada en ver el mundo desde los relatos. No sé aún leer ni escribir. Cuando sepa querré leer sobre las aventuras que una de mis hermanas lee y acaso también escribir al guerrero que nunca acaba de llegar a verme. No tengo prisa.
Espiando a mis hermanas voy enterándome del mundo de los mayores. Con mi amiga y su hermano, que son casi de la misma edad, nos traemos confidencias. Ellos siempre me piden que les hable de lo que veo. Entonces yo les cuento eso y más, porque me gusta imaginar, y al final tengo la sensación de que les he estado contando otras historias diferentes de las que hay en casa. No sé si obro bien o no, pero los tres estamos tan entretenidos. El otro día al hermano de mi amiga le nombramos samurai. Incluso le vestimos con unos pliegos grandes de papel de arroz. Pero luego no supe seguir la historia y ellos tampoco porque nadie acertaba a saber en qué consistía eso de esperar a un guerrero y menos de que te ame un guerrero. Para no aburrirnos yo aproveché para mostrarles un libro de los que le traen a Aiko. Si se entera de que se lo he cogido sin permiso me la busco. Nos quedamos desconcertados por las ilustraciones que aparecían en el libro. Una vez oí que Aiko decía a Seijun que los grabados de algunos libros eran de un pintor importante de Edo que tenía varias mujeres. Pasamos las páginas deprisa y con nervios, tan pronto para adelante como para atrás. Cuántas risas y qué vergüenza. Luego los tres amigos pactamos secreto.
De algo parecido se habla en esta entrada de Chitón.
https://ehchiton.blogspot.com/2020/11/las-hermanas.html
(Grabado: Yama-uba y Kintaro, personajes mitológicos ilustrados por Kitagawa Utamaro)
¡Qué tierna esta pequeña!
ResponderEliminary por lo que veo apunta a escritora d historias maravillosas.
Que bien que tiene a su amiga y al hermano de ella.
Saionara y abrazos.
Una buena observación abre grandes puertas imaginativas, ¿no crees, Myriam?
Eliminarさようなら
Jaaajjjj qué picardías! Algunas crías “ conocen la manera de hacer rabiar a cualquiera” y sacarlos de sus casillas implica que han ganado la partida a los adultos. Lo cual además de conocer la flexibilidad de su nimiedad, aumenta su reafirmación ante “el poder del abuson mundo adulto.
ResponderEliminarEl mundo de los hermanos es una escuela fecunda. Pero quien quiere aprender de la vida lo logra aunque no los tenga. Todo es saber mirar y saber guardar.
EliminarSi sigue así de despierta, esta pequeñaja crecerá deprisa y le dara varias vueltas a las otras dos. La peque ya curiosea los grabados, algunos un poco "gorrinos" mientras que las mayores pierden los dias con fantasías imposibles, escritas o soñadas.
ResponderEliminarLa niña promete
En el texto no se explicita el tipo de grabados, tal vez solo se trata de modas y atuendos. Lo bárbaro también avergonzaba a los que estaban acostumbrado a no salir de su provincia, por ejemplo.
EliminarLos niños siempre son promesas, aunque algunos pinchen.
Es cierto. En el texto no se explicita, pero mi delirante imaginación enfermiza y calenturienta, es suficiente para desencadenar fantasías inconfesables sobre el prometedor futuro de la pequeñaja.
EliminarNo te he interpretado en el sentido de imaginación calenturienta sino que elegías una interpretación dentro de un cálculo de posibilidades. Eso sí, salvemos el futuro de fantasías inconfesables de la niña en el futuro, jaj.
EliminarEn el mundo de los niños se construyen fantasías maravillosas con poca cosa. Está bien que la pequeña absorba la realidad y luego la modifique su manera.
ResponderEliminarAunque corra el riesgo -como hemos corrido todos- de percibir limitadamente una realidad, la de los otros. Pero que no se comprenda en su momento no quiere decir que sea baladí haberla percibido y guardado incluso varias llaves. Más adelante será útil.
EliminarSe aprende mucho de pequeño "espiando" lecturas, conversaciones y comportamientos de los mayores. Mi hijo mayor, sin saber todavía leer, se "leyó" página por página en una semana todos mis cómics de Astérix que andaban por casa y previamente nos había visto leer, reir y comentar.
ResponderEliminarUn saludo.
Pues ahí tienes un fructífero ejemplo. Yo tengo algunos en mi haber de familiares próximos. A veces, sin querer, somos ejemplares para las nuevas generaciones. Ay, ese afán infantil de querer ser como mayores, y ahora qué afán sin vuelta el de algunos por recuperar una especie de niñez, siquiera con recuerdos.
EliminarTener hermanos es una gozada, aunque el pequeño puede ser incómodo para los mayores. Muy chulo.
ResponderEliminarUn abrazo
Y algunos mayores puede ser decepcionantes para los pequeños, aunque estos siempre tienen puestas todas sus expectativas en los grandes. Gracias, Albada.
EliminarLa entrada al mundo de la fantasía propiciada por el secreto de un libro compartido.
ResponderEliminarEn efecto, así es, a todos nos ha pasado en alguna medida. Más escuchas o imágenes en la oscuridad doméstica.
EliminarUna ternura infinita desprende este relato. La niña observa la realidad desde el asombro. Toda la infancia y su magia contenidas en esta pequeña historia. El territorio de la niñez es siempre increíble. Es un esbozo en miniatura de lo que más tarde será la vida.
ResponderEliminarMe ha encantado
Gracias por compartir
La ternura es un componente que no aparece en los valores de las analíticas corporales, pero sin las cuales no podría mantenerse a salvo. Hay que cuidarla. Los niños saben. ¿Por qué íbamos a prescindir de ella de maduros?
EliminarAlégrome si gusta el relato, complementario del de Chitón.
El instinto de observación desarrolla mucho la imaginación y la inteligencia... observando se ve... viendo se aprende... ¡Chica lista la del relato!
ResponderEliminarAsí como dices, Impersonem. Aunque la observación infantil genere misterio y confusión, ahí queda se podría decir. Cada vez me parece más extraordinaria y loable la vida desde la infancia. Lástima que tanto miserable trate de aplastarla. Pero no lo consigue, no.
EliminarMerecido homenaje a las "pequeñajas". Es de justicia. No pocos siguen confundiendo cantidad con calidad...
ResponderEliminarSaludos
¿Quién dijo aquello de que todo lo pequeño es hermoso?
EliminarLa forma en que los niños van aprendiendo las cosas de la vida (lo ha sido desde siempre0 resulta tan caótica como confusa y según sea, se verán los resultados cuando sean mayores y tomen sus propias decisiones. A todos nos ha pasado que llevamos dentro lo que nos inculcaron, tanto sea intencional como casualmente, y en general, en esos temas tan vitales, la educación formal nunca abarca lo más "interesante" jaja... al menos en mi época
ResponderEliminarHa habido una expedición de educación (autoeducación) a la contra como ha habido una educación sentimental respecto a el mundo que nos rodeaba, en un sentido de absorber aquello más amplio, o intentarlo. La educación formal tiene sus límites y va en una dirección (productiva) pero hay siempre una alternativa, la de la gramática de la vida.
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ResponderEliminarEsas pequeñajas siempre son mas listas e inteligentes de lo que solemos creernos.
Y sospecho que casi siempre, superan a los pequeñajos...- Simple observación-
Maravilloso y siempre tierno, el mundo de los pequeñines...
Una observación muy acertada. Y de que superan a los otros no me cabe ninguna duda. Mayores, ¡tened cuidado siempre, jaj!
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EliminarOye, mayor; que yo estoy hablando del mundo mágico de los pequeñajos... A los mayores, aún, no aprendí a entenderlos.
Hermoso día de sol. Abrazo.
Oiga, oiga, que yo estoy creciendo todavía. Me queda tanto por mirar...
Eliminar¿Entender a los mayores? Francamente arduo.
Siento no compartir el sol, amenazan lluvias próximas.
A observação é importante, aprendemos a deduzir, a analisar os acontecimentos, os prós e os contra. E quando nos sentimos em baixo, ainda bem que há os irmãos...
ResponderEliminarTexto interessante...
Beijos e abraços
Marta
Y los que no tienen hermanos no lo pasan peor. Suplen la carencia con su imaginativa vida interior, Marta. Salud y cuidados.
EliminarEstoy en un momento de mi vida que no analizo ni juzgo.He disfrutado de tu bella entrada. Un abrazo desde el mar
ResponderEliminarPero algo observarás. Y cuando uno observa también compara, se identifica o disiente, aunque sea de manera fugaz. ¿Cómo llamar a eso?
EliminarSaluda a los cayos de mi parte, si los tienes a tu alcance.
Es universal las ganas de los hermanos pequeños de comprender el mundo de los mayores y el sentimiento de estos que los rechaza para vivir con más independencia. El juego de espionaje de los pequeños es la curiosidad por el mundo.
ResponderEliminarUna deliciosa narración.
Importa que esa curiosidad por el mundo la conservemos toda la vida. Y si se puede hay que acrecentarla.
EliminarHola, Fáckel:
ResponderEliminaray, los niños, los niños.
Siempre escuchan /escuchábamos lo que no debíamos y no escuchamos /no escuchábamos lo que debíamos.
Salu2.
Al niño le intriga siempre el mundo de los mayores, así que observa, oye, intenta emular al adulto hasta donde puede o le dejan. Con frecuencia mete la pata, a veces las arma gordas (yo armé unas cuantas y por exceso de inocencia) y adelante con el aprendizaje vital. Es así, ¿no?
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