Cuando el tiempo pasa, el lugar no es el mismo, Jacinta. Y los lugares que ocupamos lo fueron por tan poco tiempo. Tengo otra vida anterior a la que se me conoce aquí. Una vida lejana, con gente diferente, con conductas dispares, con intenciones opuestas a lo que ahora represento. En una tierra extraña a mi origen, pero que mientras la habité me enseñó a que nada me fuese extraño. Eran tiempos duros y yo era demasiado blando. ¿A que no se lo parezco hora? Jacinta sonrió y le replicó con ternura. Yo no le veo blando, diría mejor que frágil cuando me habla de sí mismo. Ordóñez prosiguió. Mi apariencia es una coraza. No deseo que cualquiera llegue fácilmente a mí, pero necesito protegerme no tanto de otros hombres o situaciones como de mi pasado. ¿Sabe, Jacinta? Íbamos a salvar el mundo, a redimir a los cautivos, a liberar a los esclavizados, a socializar lo usurpado, a realizar a los alienados. Íbamos en un sentido y éramos en otro. Nunca llegamos sino a quedarnos a menos del medio camino, como si los primeros versos de la Comedia del Alighieri hablasen por todos nosotros. Como si nos fueran mostrando lo perdidos que nos hallábamos o a punto de tomar la senda equivocada. Pero ¿quién tomó en aquel momento el camino recto? ¿Los que se dejaban llevar por la inercia, los que aceptaban lo que había, los que se adaptaban sobre la marcha, los oportunistas, los sagaces, los mansos de corazón que iban a heredar el sistema? ¿Había un camino revelado, derecho, nítido? No para nosotros los utópicos. Creíamos quererlo todo. Querer ser más responsables y profundos que nadie, más radicales y transformadores que nadie, más entregados y sacrificados que nadie. Perseguíamos la hermandad, la ruptura con las normas, el reparto y compartición de bienes, la complicidad sexual, la adoración a las grandes ideas de las que los gurús nos contaban que habían modificado el mundo. Qué sabíamos nosotros de lo viejo que era el mundo. Qué conocíamos de las viejas conquistas, las recurrentes plagas, las necesidades y padecimientos de la humanidad, los constantes desplazamientos en masa, los repetidos sometimientos que habían llevado durante siglos a las poblaciones al matadero. ¿Acabar con todo para no saber ni poder empezar nada?
La mujer le escuchaba fascinada, entendiéndole a medias, sin situar si aquella vida del juez había tenido suelo bajo sus pies. No le importaba, prefería escuchar sus experiencias, ya habría tiempo de pedirle aclaraciones. Ordóñez extrajo un sobre de la cartera. Le he traído una fotografía que nunca me atreví a romper. Ya ve hasta qué punto es uno frágil. Una fotografía que me sugiere tristeza. La chica rubia traía locos a los más veteranos. Era ingeniosa y sabía marcar el territorio. Las otras eran un clan, simpático y divertido, dentro del clan general que éramos todos. Sobre quién iba de ideólogo del grupo no le voy a decir nada, no tiene mayor interés, competían entre varios, algo que me sacaba de quicio. Como advenedizo yo tenía libertad y cierta autoridad moral para decirles lo que me parecía de aquella pugna por la confusión de las ideas y el control de la grey. Pero me propuse no dejarme afectar. Al fin y al cabo observé que bullía más inteligencia y menos encorsetamiento entre las mujeres. Procuré tratarlas más a ellas.
El juez tamborileó con el dedo sobre un ángulo de la fotografía. Celine, que sonríe desde un rincón, me dijo una vez, interrumpiendo la complicidad cálida de cierta tarde de invierno: de todo esto en lo que estamos metidos intuyo que no quedará ni el recuerdo de nuestros encuentros. Entonces yo sentí una frialdad dual, asesina, como si la frase quisiera decir mucho más, y mi visión de las cosas era todavía tan miope que me turbé pensando solo en mi egoísmo personal. En que simplemente me anunciaba su abandono. Pero era otro abandono más extenso el que se veía venir. A una velocidad superior a todo el tiempo que habíamos dedicado a cavar las trincheras de la resistencia para iniciar un asalto a no se sabía bien qué y dónde se vislumbraba ya la deserción, la defección, las rupturas, las divisiones, el desconcierto. La parálisis, en fin. La mística colectiva, alimentada para que el flujo de juventud se nutriera de esperanzas e ilusiones, empezaba a hacer agua. De mística no se vive, ni hay futuro con las ideas que no van a ninguna parte, y los soberbios dirigentes no van a dar respuestas, me espetó Celine un día mientras, para mi desgarro, escapaba en una renqueante Guzzi con uno de los líderes de la manada que, por cierto, aceptó una secretaría de ministerio años más tarde.
Ordóñez hizo una parada y permaneció pensativo. ¿Por qué le estoy contando esto ahora? ¿Qué interés pueden tener para usted oscuras historias de la vieja Europa vistas y vividas por un transeúnte inexperto? Jacinta rebajó la tensión que observaba en el hombre. Es un mundo desconocido para mí y que veo que a usted le impactó, y si me lo cuenta es porque necesita reflexionar en voz alta, ¿no le parece? Y además eso es lo que me gusta escuchar, que sean historias que usted vivió. El juez no prestó mayor atención. A muy pocos he llegado a ver tras los días de la dispersión. Unos cuantos padecieron el dolor de la frustración, con las secuelas propias de aquella época. Hubo algún que otro suicidio, varios casos psiquiátricos, ciertas adicciones a lo artificial de moda. La mayoría quedamos como una masa huérfana, incrédulos para la eternidad, y creo que fue lo más saludable que cupo esperar. Yo no tardé en volver a casa, no sin antes tratar de aliviar heridas aplicando la más arriesgada de las curas. Y no funcionó. Por eso fue estúpido, aunque también enternecedor, y llámeme de nuevo débil, recordar hace poco con Celine algunas de aquellas aventuras. No había hablado con ella desde la fuga. Qué bueno, ¿se llamaron?, interrumpió Jacinta perpleja. Ordóñez rio. Ella dio con el teléfono del juzgado, ignoro qué gestiones realizaría para satisfacer su interés. Creo que intentaba conmigo algo más que recordar. Te siento tan maduro, sigues teniendo firmeza al hablar, te percibo cálido, es como si no hubiera pasado el tiempo, seguro que te conservas como siempre, etcétera. Dejó caer esa clase de frases que se dicen por formalismo pero también con aviesa intención. Fui salvaje y se lo solté canónicamente. Celine, debes saber que hace tiempo que dejé de creer en el amor, como antes dejé de creer en todo aquello que se nos ha vendido en esta vida con solemnidad. Si ya cuando me conociste era un negado de la religión, luego seguí con el rechazo a la mística de los copains que tanto nos había marcado. Más tarde me desalentaban los comportamientos de muchos humanos y por supuesto las trampas que tienden cuantos tratan de acceder a alguna clase de poder. Celine, creer no es razonar, es tomar el rábano por las hojas. Imaginé la sonrisa melancólica de Celine al otro lado de mis palabras. Visualicé cómo hundiría el rostro entre sus afilados y espléndidos dedos. Luego reprimí como pude ir más allá en una visualización de toda su esbeltez por temor a que me perturbase. Además, habría cambiado tanto. Pero ya se sabe que uno mantiene a las personas tal como las conoció en los mejores momentos de la utopía. El amor, y usted, Jacinta, lo sabrá igual, también es un acontecimiento utópico que produce un fogonazo y nos ciega para siempre. Al fin añadí: y además no quiero arrepentirme dos veces.
¿En qué
ResponderEliminarestado estabas
cuando escribiste esta entrada?????
Estados de la mente cuando vamos creando lo que la vida clama
En estado de tiempo ausente, supongo. Cuando las sombras del sueño se extienden más allá de la noche.
EliminarQué poema es tu respuesta salida de tu mente de escritor de hoy
EliminarGracias por compartir lo que sientes
Ocurrencias, sin más, supongo que soy muy instintivo.
EliminarPérmiteme una frase del texto: " creer no es razonar ".
ResponderEliminarEste es un país de creyentes.
salut
¿Solo este? Pues imagina cómo son Polonia y Hungría, por ejemplo.
EliminarHasta Ordoñez tuvo una juventud en al que luchar por los sueños, es que ni los jueces se salvan de la fragancia de ser joven. Luego se echa la vista atrás, y qué mal se reconoce uno ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo
En efecto, quién no tiene un cierto historial de aventura en su pasado. Algunos no tienen inconveniente en echar la vista atrás, aunque sea en confidencia, como el juez. Muchos no quieren reconocerse; siguen circulando por ahí triunfadores (de pacotilla) y perdedores (dignos)
EliminarVaya díita llevamos! Espero que la satisfacción asista al personaje Ordóñez. Acabo de escuchar por primera vez unos 150 min. de cintas antiguas grabadas por mí en 1992-3. Grabaciones espontáneas , sin limitaciones y con mucho material onírico.
ResponderEliminarGrabadas en su día a propósito, seguramente con el fin de ayudar a ratificar aquel enfoque a la mismidad de un futuro incierto.
Resulta curioso escuchar las propias cadencias emocionales de 1992 y compararlas con las actuales y con las de 1966. Definitivamente somos onda puntual de diversa longitud.
Como nunca quise que el recuerdo distorsionara la realidad deberé reconocer que aquellas condenadas niña, joven y matrona consiguieron su objetivo presente. Y ahora toca ir recogiendo una cosecha que visto lo visto ya por entonces apuntaba maneras.
Por supuesto las he pasado burdamente y con todo su ruido de fondo a formato digital.
Menuda llorera me entró en el 92 ( que las cosas iban muy chungas) a causa de un nihilismo deseado pero impotente! Una verdadera fortuna para mi fórmula o melodía interior esto de haber tenido tiempo de digerir y asimilar la experiencia vital hasta la fecha. El equipaje está preparado. No podría quedar más agradecida, también a la red y a las consecuencias de la actual circunstancia ( por ponerlo fino) Además con todos aquellos sueños ahora se revelan meridianamente todos los claroscuros de una existencia; encima enlazan perfectamente con el más reciente que tuvo lugar viajando dentro de cierto vagón de ferrocarril. Ahh no, ese no fue el último, que está noche me las he tenido que ver con un taxista, un bus y la visita a una antigua Univ. Complutense! Agradecí despertarme, sinceramente.
Tacazo! Vamos a ver si paro de una puñetera vez, que me lo pide el cuerpo! Lo malo es que conociendo a esta bicha costará más de lo debido!
Los sueños y las ficciones, por lo que veo, nos repiten innumerablemente al pasado. Nosotros sabemos perfectamente de qué soñamos y de qué hacemos ficción, porque además del sueño, que es una manera de recordar pero yo diría que con más proyección libre, también está este recordar cotidiano que se altera, que tampoco es fiel del todo, que simula y concede importancia a muchas cosas y la resta de otras. Que enlaces el texto que hay en la entrada con tu acervo -lo onírico es solo una herramienta de ayuda- con lo vivido me parece interesante. Yo, cuanto más fantaseo en base a datos al pasado más ajusto cuentas con él. Y aquí no se trata de ser justo, se trata de vérnoslas con fantasmas y otras especies. Reconstruir lo vivido sin mayor afán que estar buscando claves me parece saludable, útil y muy personal. Ayuda. Un abrazo.
EliminarMe quedo con una expresión: "El amor (...) es un acontecimiento utópico que produce un fogonazo y nos ciega para siempre."
ResponderEliminarUna buena manera de definirlo, aunque yo modificaría algo el final: "y nos ciega mientras dura." Algunos logran recuperar la vista.
Un saludo.
Pues sí, admite la frase ese matiz, yo lo daba por entendido, pero estoy de acuerdo. La vista se recupera y de vez en cuando se suele perder nuevamente, hum, sobre ello se podría hablar largamente. Salido, Cayetano.
Eliminar¿Dónde se van todas la grandes ideas regeneracionistas de esas épocas juveniles?
ResponderEliminar¿Dónde se fueron? Eso me preguntaba yo antes de empezar a escribir y una fotografía ayuda. Aunque todos sabemos qué fue de unos y otros, o solo de algunos, sí comprobamos cómo aquellas ideas y proyectos se desvanecieron pronto. ¿Siguen flotando como fantasmas? Los que tenemos cierta edad ya no estamos `pr veleidades, pero también diré que damos como buenas las experiencias. ¿No eran acaso parte de lo iniciático del individuo?
EliminarSonhos da juventude, um passado cheio de questões a que o presente nem sempre responde.
ResponderEliminarMas temos que encontrar uma maneira de reconstruir esses sonhos com a vivência de hoje.
Obrigada pela visita
Beijos e abraços
Marta
Yo diría que lo que podemos hacer es interpretar aquellas vivencias, aunque algunos ya hemos tenido tiempo de sobra para hacerlo, pero es un tema que se presta hoy a lo literario. Gracias a las vivencias presentes podemos analizar el pasado, pero ¿hasta qué punto las comprendemos en su punto exacto? Siempre nos quedarán enigmas. Obrigado, Marta.
EliminarMe ha encantado.
ResponderEliminarBien podría se una biografía. Te compro el libro.
Un abrazo Fackel.
Qué bueno, Ángela. Prefiero las biografías indirectas. Gracias por sobrellevar el texto. Salutem.
EliminarSi hubiese sido por aquí, de ese grupo, me imagino, la mayoría hoy estaría desaparecido. Alguno, tal vez, habría sobrevivido para contar lo que creería recordar o lo que hubiese preferido que fuera aquel ayer que se evoca a la distancia. Igualmente hubiese habido tanta frustración y desilusión como la que se lee en tus palabras, pero me animo a pensar que el afán por conservar la épica de las pasadas utopías hubiese sido mayor que la necesidad del auto sinceramiento del personaje que habla. Será que me veo muy influenciada por las versiones locales de lo que resta de aquella época. Siemre es un placer leerte.
ResponderEliminarNo vas descaminada aunque yo no precisaba tanto en el texto, ni se trata de identificar a unos personajes de un lugar con otros de otro. Se trata de reflexionar sobre las utopías que no han llevado jamás a parte alguna, por mucho que se hagan cantos (de sirena) Conozco el tema que mencionas y conozco familiares de algunos que perecieron a mano asesina.
EliminarEs curioso cómo contemplar una fotografía antigua muchas veces nos enfrenta a la paradoja del otro que somos nosotros. De mi infancia no queda nada, el barrio entero fue barrido por la especulación urbanística y apenas reconozco los espacios por donde anduve. Como entonces apenas se hacían fotografías, tengo apenas cuatro o cinco de mi niñez y juventud y casi siempre en espacios lejanos a los míos. Esto me permite guardar mis recuerdos como el único espacio seguro. No sé si aquel niño o joven soy yo ni si mi parecido con él se debe tan solo a que me esfuerzo a contarme de alguna manera coherente...
ResponderEliminarLos recuerdos como el único espacio seguro: he ahí la clave. No es tanto la identificación visual con un personaje -niño, joven- de otro tiempo como cuanto esas escasas imágenes nos hacen recordar con relativa memoria. Y ello hay que agradecerlo. Yo no tengo fotos de mi barrio de infancia -alguna suelta de ciudad o de colegio- pero la memoria se pone en el lugar de la carencia y me sirve. Gracias, Pedro.
Eliminar
ResponderEliminarRazonar es dejar de creer?...
Probablemente sí, en muchas cosas, en muchas ideas.
Pero razonar no es dejar de soñar, ni es perder los sueños, los ideales, ni siquiera cuando esa época mágica y luminosa de la juventud, se va alejando. Tal vez al contrario, razonar ayuda a afianzar esos sentimientos, para seguir ahí agazapados y sentirlos tal vez mas posibles o realizables en alguna pequeña medida, aunque sea con el agregado de la decepción o de la impotencia.
*
Bueno, no sé si me fui un poco por las ramas. Pero es que es curioso y enriquecedor, seguir los derroteros que vas dando a tu historia-cuento-novela y de tantos y tan variados comentarios que va provocando. Eres un extraordinario y original narrador. Seguimos.
Buena tarde. Por esos sueños pequeños, que aún están latentes.
Nos llevaría a un debate más amplio sobre si los sueños y las creencias rigen nuestra vida o deben hacerlo. Sueños y creencias son diferentes pero pueden converger. Sueños y recuerdos son también algo distinto, pero los hacemos en ocasiones coincidir. La racionalidad debe imponerse para no dar traspiés en la vida, con ella podemos situar los significados de los sueños, de las creencias, del mundo amplio de las ideas, pero la racionalidad es algo más, es la catalizadora. Pero no dejan de ser pensamientos aventurados esto que digo. Y no me parece ahora oportuno proseguir porque no sabría explicarme bien, así que dejemos que las preguntas sigan en el aire y la ficción de un relato de recorrido sinuoso nos lleve acaso a ninguna parte.
EliminarPor muchos sueños pequeños, sí, que nos proporcionaron alegría de vivir en su momento, aunque no tuvieran la racionalidad necesaria para convertir lo utópico en posible.
... Y cuanta racionalidad es necesaria para borrar la utopía?... Acaso puede medirse?...
ResponderEliminarQué preguntas tan raras.
EliminarTan raras? pues no entiendo por qué... Quieres decirme?
EliminarNo tiene mayor importancia, Soco. No sé responder.
EliminarNo debería meterme en conversación de otros. Por lo tanto pido disculpas de entrada. Soco dice: ¿cuánta racionalidad es necesaria para borrar la utopía? ¿se mide?, ¿puede medirse, qué, la racionalidad, la utopía o ambas?
EliminarNo "creo" que la utopía se borre. La utopía de cada uno quizá, pero no "la utopía". La utopía es en tanto que se muestra y la acogemos. La necesitamos para crecer.
Después, luego la abandanonamos, cada cual en medida distinta y esa "medida" no se puede medir.
En algunos queda el rescoldo, en otros un resquicio muerto y en algunos, vaya usted a saber.
Y justo en ese deambular nuestro crecemos, y la razón vence a la credibilidad utópica.
Sería demasiado largo seguir mucho más allá. De todos modos me atrevo a afirmar que a pesar de la o las utopias de juventud llega la razón, añoranza de los recuerdos de entonces y aunque no nos reconozcamos, dentro, muy adentro, sabemos quienes éramos y que queda de ello. Y una parte es utopía.
Un refrán, que no sé su viene a cuento, suelta: Estampa y figura hasta la sepultura.
A Fackel y a Soco a quienes respeto mucho.
Anna Babra
Genio y figura se dice por estos pagos.
EliminarEspléndida argumentación, y no te sientas incómoda por intervenir, no interfieres. Disculpa que yo no aporte nada al respecto.
Si algo se aprende en esta vida es la lección de la soledad que nos acompaña siempre. En aquellos remotos tiempos, la foto parece de finales de los setenta, la aspiración era vivir en comunidad de amigos y amores, los años y las experiencias demuestran que el camino se comparte en algún trecho, pero el resto hay que hacerlo con
ResponderEliminarnuestra propia compañía y, quizás, con algún perro que tenga a bien querernos un poco.
La foto adjunta es lo de menos, la precisión viene más bien de los recuerdos que podemos traernos. Lo que es iniciático siempre acaba diluyéndose para dar paso a nuevas experiencias. El problema es no metabolizar lo vivido, poner demasiadas ilusiones (vanas) y esperar tanto de lo que las circunstancias no podían dar. Ese fenómeno sucedió en varios países de Europa y creo que también en los USA. Al final uno se enfrenta con el desafío de caminar sobre nuevos suelos, con realismo, con soledad compartida. Ha habido gente que ha repetido experiencias, no obstante los errores cometidos en los primeros intentos, pero es que las búsquedas son muy a la carta de cada individuo y a la atracción que las utopías y los sueños ejercen sobre determinas personas.
EliminarCreo que el idealismo no desaparece, aunque haya hecho aguas a nivel de grupo, a nivel interno posiblemente reposa, esperando tal vez el momento adecuado para hacerse presente. No cambiamos tanto, somos los que fuimos, moviéndonos eso sí, de forma diferente, cada uno según sus circunstancias. Tras un tiempo de descanso, los ideales vuelven a aflorar si son requeridos.
ResponderEliminarMe llama la atención de la fotografía la chica que sonríe apartada ¿Celine tal vez? mirando en dirección al joven de barba.
Ha sido un relato muy vivo, pleno de sensaciones, me ha encantado. Qué tengas una buena tarde Fackel.
Dentro de unos años cuéntame lo del idealismo, Ana, a ver si lo ves de la misma manera. Y siento llevarte la contraria, pero soy de la opinión de que sí cambiamos, y mucho, a veces podemos estar casi en las antípodas de los veinte años. ¿Que queda en el sustrato de uno cierta sedimentación de los viejos anhelos? Por supuesto, pero en baldío, acaso como memoria nostálgica. No obstante mi vuelta de casi todo te diré que hubo cosas que en ciertos momentos tuvieron su valor personal, sentimental, aunque el conjunto de proyectos e ideas se fuesen al carajo, simplemente porque no se sostenían.
EliminarGracias por valorar el texto, mantén tus ilusiones mientras te nutras y te den satisfacción; escúchate a ti misma.
Perdona que no me centre en tu hermoso texto, pero el nombre de Jacinta me ha hecho rememorar "Fortunata y Jacinta" obra que me ilustró mucho sobre las mujeres.
ResponderEliminarClaro. No sé por qué elegí ese nombre, al azar, sin ninguna otra connotación. Salud.
EliminarEl relato es muy descriptivo. Me lleva a recuerdos de antaño que a veces ni quiero recordar. La credibilidad era solo apta para jóvenes, porque, qué sabiamos de...
ResponderEliminarY como siempre provoca pensar. Claro que cambiamos. Muchas veces atiendo a mis cambios y ahora la razón, como en los tiempos que vinieron incrementó su medida. Pero cabe esperar que no olvidemos que la "aventura" debería estar presente.
Para concluir, el amor es "un fogonazo". Mucho habría que decir al entorno de esa afirmación y la duración del mismo.
Mas eso ya es harina de otro costal.
Salud , Fackel.
Anna Babra
La aventura estuvo presente, la podemos valorar o criticar en la distancia del tiempo, y como se dice habitualmente a otra edad estamos ya en otras "guerras", la de la salud es fundamental, por ejemplo. O la de conservar ciertas referencias, tanto de pensamiento, de método o de convivencia. Todo lo demás se mueve en el terreno del escepticismo más extremo y en la descreencia más aguda. Pero siempre hay testigos próximos que compensan.
EliminarSí, las harinas de otros costales -muy afinado y oportuno tu expresión- mejor dejarlas, acaso próximos textos brinden oportunidades para matizar.
Gracias por precisar, no me siento ajeno a tu planteamiento, no.
Aquellas utopías, aunque no permanecen, tenían mucha juventud, y mucha vida. Algo más que los lugares, países, estudios y alguna foto permanecen. Algunos fogonazos cegadores, dejaron fuegos de felicidad ¿artificiales? De algún modo hemos vivido varias vidas. Mientras han ido pasando años, aventuras, experiencias, sueños y nosotros claro. Pero entonces y ahora, pensar, luchar por acercar los sueños o compartirlos, nos mantuvo y nos mantiene vivos, capaces de llevar la antorcha juvenil mucho más allá de los años y cada vez más dentro de lo que descubrimos en nosotros mismos.
ResponderEliminarTodo ha cambiado a nuestro alrededor, pero hemos sobrevivido a lo que nos ha dejado y a quienes nos han dejado. La ilusión no se ha ido, el razonamiento y las vivencias, encuentran alas nuevas en el corazón, que no destruyen nada, pero ayudan a remontar espacios actuales, demasiado simplistas, contradictorios, e interesados.
Tu aventura-relato bien narrado, Fackel da para mucho, y hace pensar en el personal destino, que se parece, pero como el de cada uno, es intransferible.
Comparto totalmente tu comentario de buen observador y mejor asimilador de los tiempos vividos. Aquellas utopías tenían toda la juventud posible y por lo tanto una vida desprendida, generosa, arriesgada como pocas. Que las causas se vinieran abajo no anula ni ensombrece la experiencia, la camaradería, el ansia de valores que hoy se han perdido. Y poder decir que hemos sobrevivido a proyectos, personas, situaciones y decaimientos no es poco. El precio acaso sea un escepticismo soberano, un descreimiento prácticamente total, pero eso no es malo en sí, nos lleva a otros puntos de vista, a otras reflexiones y otros medios donde seguir prospectando el aliento vital. Yo, al menos, no me rindo por las buenas. Gracias por la precisión de tus palabras, José Manuel.
EliminarEsa es la idea: No rendirse, luchar por las personas, sueños y valores. Eso, a pesar de los años, mantiene viva la utopía.
EliminarGracias, Fackel, ¡ya somos varios en ese empeño!
A ciertas edades me conformo con tener el aliciente de la compasión y la paciencia suficiente para aguantar los chaparrones que seguirán viniendo. Los valores genéricos de aquellos otros tiempos siguen en pie pero no se ve que ejerzan (o que ejerzamos con ellos), los sueños abstractos se han vuelto etéreos y las personas...¿se merecen todas las personas el esfuerzo para que no sepan apreciarlo?
EliminarSigamos, resistamos, indignémonos pero sin pagar el precio de la salud ni de la irracionalidad. Un abrazo.
Hola, Fáckel:
ResponderEliminarcreo, hasta que algo o alguien me haga pensar de otra manera, que los jóvenes son utópicos porque quieren cambiar el mundo sin cambiarse ellos. Y los que tienen más experiencia son más realistas porque quieren cambiarse a sí mismos para poder cambiar el mundo.
Me gusta creer que estoy a medio camino.
Salu2.
Cuando uno aún no se conoce lo suficiente -aunque se dirá que cuándo se conoce uno lo suficiente- y está sometido a la influencia del ambiente que le rodea o a modas o a corrientes, porque necesita lógicamente recibir, es lógico que identifiquen cambiarse ellos, ir haciéndose ellos, con la utopía de cambiar lo que no gusta. Lo que no gustaba en mi tiempo era una sociedad bastante coercitiva, no gustaba el atraso imperante, no gustaba la dictadura de la corrupción y de las botas, no gustaba que tuviéramos que ser diferentes en el peor sentido respecto a jóvenes de otras partes...etcétera. En aquel tiempo se fueron vinculando rechazos del interior del país con la barbarie que se ejecutaba en otras partes del mundo, así que lógicamente la utopía tenía tintes internacionalistas, digamos, no provincianos de carácter nacionalista como hoy esgrimen ciertas fuerzas políticas. Pero probablemente aquella utopía solo la sentía una minoría. Lo positivo fue que se derribaron barreras y hubo confluencias de pensamientos políticos, de raíz religiosa y de afán modernizador que. no obstante, influyeron en una corriente más amplia de la juventud que no se comprometía pero que iba labrándose una mentalidad rupturista con el pasado.
EliminarHoy, ya no sé. La deriva de las cosas va por otro lado. El texto tiene que ver con experiencias de otro tiempo y sitúalo en él con un poco de esfuerzo.
Me es muy agradable tu comentario porque de entrada me ha hecho pensar. Un abrazo.