Cuando paso por el museo me coloco en un ángulo discreto de la sala y las contemplo. Estas sibilas musculosas y abstraídas no miran al cielo, aunque su cabeza en altura diagonal lo parezca. Tampoco escudriñan el futuro, pues bien saben ellas, como cualquier humano, que el futuro es vana invención.
Me admira la pose soberbia y firme con que tratan de alejarse de un humano cualquiera. A este le limita el presente, que tantea unas veces teniendo en cuenta el pasado, otras arriesgando alocadamente. Pero si un hombre, reflexionando sobre sus actos, trata de articular lo acontecido atrás y cuanto le involucra en su actual situación su mirada se extravía hacia el espacio horizontal cuando no hacia el subsuelo. Más de un artífice labró a su hombre pensante en actitud de caída.
A mí me gusta más escuchar a las adivinas que contemplarlas. Y pienso por un momento si la manera de mirar no será a su vez un modo de escuchar por mi parte. No deja de fascinarme esa lograda postura de misión premonitoria con que les ha dotado el artista. ¿Qué esperáis?, les pregunto. Me parece oír su repuesta: ¿Qué esperáis vosotros? Pero ellas, sin girar su rostro, sin osar inclinar la cabeza hacia el paseante mediocre, se limitan a tamborilear tenuemente sobre sus carrillos. Porque las sibilas no responden por las buenas a cualquier mortal, sabedoras de que ellas no están para sacarnos las castañas del fuego. Cuántas veces fracasarían en sus intentos de consejo durante los lejanos tiempos en que eran utilizadas por los hombres de gobierno. Cuando estos acudían hipócritamente a ellas para justificar después sus desatinos y malas decisiones. Una duda tonta me asalta: ¿desearán en nuestros días recurrir a ellas los dirigentes de las élites de poder? Confiados en sus equipos directivos, seguros de sus asesores, atenidos a las cifras, aferrados a una telaraña de mecanismos y delegaciones, haciendo que hacen y diciendo no más de lo que dicen, los gobernantes se equivocan una y otra vez. Y la enorme masa de población que fiamos nuestro destino a quienes controlan y dirigen la sociedad somos tan ciegos de dirigirnos mendicantes a ellos como si fueran adivinos.
Miro a las profetisas con la intriga de niño crecido, y me susurran que ellas no se responsabilizan de las acciones humanas ni se hacen eco de nuestros fallos. Su imagen quedó postergada para siempre en los viejos relatos épicos. Pero las tallas del artista me transmiten sus mensajes ocultos. Creed más en cada uno de vosotros mismos, me llega en su dialecto de la Fócida. Mientras no lo hagáis y luego os pongáis de acuerdo no superaréis vuestras incertidumbres y desasosiegos.
Conjunto de sibilas, obra de Alonso Berruguete (Paredes de Nava, 1490 -Toledo, 1561) del Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Para mí que todo es pura pose. Se les nota mucho el disimulo, que posan para la foto mientras piensan en sus cosas, por ejemplo en el monitor de su gimnasio. Además, me ha parecido que la de la derecha mira con el rabillo del ojo. No son de fiar. Puro escaparate.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo creo que escudriñan con altivez a los visitantes, que se cansaron hace siglos de pronosticar para los profetas y sus clérigos, los cuales al final se llevaban el gato al agua.
EliminarParece más bien que estén disimulando, sobre su conversación, al paso de esas visitas pesadas.
ResponderEliminarMira, precisamente eso es lo que respondía a Cayetano, sin disimulonas, sí, pero si las ves de cuerpo entero tienen su talla.
EliminarEn este enlace se las ve de cuerpo entero:
http://domuspucelae.blogspot.com/2013/05/museo-nacional-de-escultura-dia-y-noche.html
Una mañana, muy temprano, antes de entrar a San Benito, pasé por el mercado del Val. Me gustan los hierros modernistas.
ResponderEliminarDe postre fui a visitar el MNEV, no está muy lejos de allí, porque para mi, todo lo que se pueda caminar en 40 minutos está a un paso.
Tropecé con ellas, las sibilas, y me quedé entusiasmado con las piezas que parecen querer hablarte, pero en susurros.
Volveré a ir.
Quizá me quisieron decir algo que no capté, en ocasiones uno no presta la atención debida, ya se sabe.
salut
Está bien tu breve crónica, que fui situando a medida que mencionabas lugares. Para mí Alonso Berruguete es el escultor español renacentista más fascinante y a veces me paso por el museo solo para ver las salas de una parte de sus obras. Por cierto hay una exposición en EEUU sobre él.
Eliminarhttps://www.ceeh.es/actividad/la-national-gallery-de-washington-acoge-la-primera-exposicion-sobre-alonso-berruguete-en-los-estados-unidos/
http://www.cuadrosdeunaexposicion.es/meadows-museum-dallas-ee-uu
Qué pensarán, qué estarán diciendo en voz baja, tal vez se ríen de nosotros, incapaces de ver el futuro que estamos creando de día en día. Las d el Capilla Sixtina, cómo me fascinaron.
ResponderEliminarUn abrazo
Aunque yo me he ido a las sibilas griegas por aquello de mi afán más clasicista las sibilas de Alonso Berruguete tienen que ver más con las bíblicas. Alonso Berruguete estuvo en Italia y la influencia de aquellos talleres es obvia en su manera de esculpir. A mí me parece rompedor.
Eliminar"Creed más en cada uno de vosotros mismos" me gusta mucho esta frase. Y coincido en que las sibilas no fueron creadas para decirle a nadie lo que tiene que hacer, tal vez dar alguna idea, un esbozo a lo sumo. Tienen algo de majestad, creo ver en la foto, con su sosegada indiferencia.
ResponderEliminarUn abrazo.
No creemos mucho en nosotros mismos, tanto en orden personal como colectivo a la hora de encarar los problemas gordos, como el actual de la pandemia. Nos hemos entregado más a otros, hemos delegado en las administraciones y rectores sociales, por eso cuesta saber reaccionar organizada y autogestionadamente ante problemas de entidad.
Eliminarhttps://www.flickr.com/photos/100759833@N05/14145956127
Pego un enlace que encuentro en la red para que te hagas idea de las tallas completas.
En un relato por entregas que escribí hace tiempo sobre un desertor del viaje con Odiseo -Naxos- salían varias veces las sibilas griegas, no estas bíblicas.
Las de la foto son muy señoronas, sí.
En esta última imagen completa tienen más gracia, ganan vida.
EliminarSí, y volumen.
Eliminar"A mí me gusta más escuchar a las adivinas que contemplarlas". Leo esto, que me engancha, y pienso que es curioso, porque al escucharlas te escuchas en realidad a ti mismo. Supongo que ahí radica su magia o su poder: logran que escuchemos nuestra fuente.
ResponderEliminarEl mensaje o consejo final es muy sensato.
Es un texto del que me quedo con ganas de comentar más. Me ha abierto muchas reflexiones. Es un gusto que así sea. Gracias.
Besos
Muy sugerente y acertada interpretación la que haces.
EliminarAunque tengo la impresión de que las sibilas eran la excusa para escuchar lo que se pretendía y no se estaba seguro. Pero claro al final también esto es escucharse a uno mismo. ¿Qué otra cosa puede ser todo tipo de invención humana, desde los dioses, el Dios y los mitos y teologías hasta las confidencias de diván?
Oye que si te apetece comentar más, barra libre. Avanti el día.
Me impresiona su alejamiento de todo lo humano.
ResponderEliminarSu musculatura es arquitectónica, más propia de un atlante que de una cariátide.
Abrazos
Francesc Cornadó
Me asaltan algunas dudas al respecto, tengo que volver a ver las obras en directo, no digo más de momento.
EliminarSalud.
Estas tallas son de las piezas que prefiero en el Museo de Escultura de Valladolid. Ahora que ya sabemos la gran formación renacentista de Berruguete comprendemos mejor qué hacían en un retablo religioso.
ResponderEliminarAlonso Berruguete hace otra lectura de los temas religiosos. Están más cerca de la interpretación mitológica que de una mera adscripción fideísta, yo creo.
EliminarEncontramos a nossa voz... às vezes, a resposta a perguntas que não ousamos formular em voz alta, mas estão presentes na mente...
ResponderEliminarInteressante...
Beijos e abraços
Marta
Así es, son preguntas íntimas, paralas que ensayamos respuestas que no comunicamos a nadie. Obrigado, Marta.
EliminarDos tallas muy curiosas, en intrigante postura... a mi se me presentan como muy soñadoras, dejando que la imaginación y el espíritu vuelen libremente.
ResponderEliminarLas sibylas están en muchas culturas ancestrales.
EliminarPor cierto, ¿sabes que hay un Canto de la Sibila de la Edad Media? Supongo que sí. La malograda Montserrat Figueras la interpretaba de miedo.
La adjunto para que quien quiera escuchar, ojos cerrados y mente entregada.
https://www.youtube.com/watch?v=9iqMxvTVWFM
Un abrazo.
Fackel, recuerdo el último capítulo de Naxos. Naxos y el oscuro: ¿A quién hemos injuriado para que se cebe en nosotros el mal oscuro?
ResponderEliminarTú si que sabes. Premonitorio.
Salud. Adriana
Qué sagaz. Qué memorión el tuyo.
Eliminarhttps://laantorchadekraus.blogspot.com/2019/07/naxos-y-el-mal-oscuro.html
Sí, teniendo en cuenta que es de mediados de 2019 parece premonitorio. Pero tantas veces ha ocurrido en la historia de la Humanidad...
Gracias por recordarlo, por recordármelo. Me he quedado de piedra.
También recuerdo que puse la musiqilla de Ortega Cano. Era verano y no apetecía pandemia pues eso si no querías caldo toma tres tazas.
ResponderEliminarAdriana
¿Musiquilla de Ortega Cano? ¿Qué músico es ese?
EliminarEvidente, que pasan de nosotros, no nos hacen ni caso y con toda razón. Está claro que preguntarnos, analizarnos, juzgarnos a nosotros mismos...es la clave para conocernos, aprendernos, para poder orientar nuestros comportamientos y poder corregir nuestros errores. No necesitamos Sibilas.
ResponderEliminarFeliz comienzo de otoño, Fackel
Pues estos son tiempos en que van a aparecer sibilas, profetas, redentores y demás ralea cuaternaria, incluida la de las llamadas redes sociales. Otra cosa es que se les siga, aunque ya vemos que audiencia tienen. Buen equinoccio de momento, sí.
EliminarOrtega Cano es torero. El día que se casó con Rocío Jurado y con unas copitas p'al body entonó aquello de "estamos tan a gustitooooo...
ResponderEliminarNo estaba al tanto de esa anécdota, Adriana, disculpa.
EliminarEs muy grato reflexionar sobre la función de las sibilas. En realidad todo acto de profecía es más un acto de consejo que de adivinación, aunque a veces las formas parezcan decir lo contrario.
ResponderEliminarMe llama la atención lo fuertes corporalmente que son estas sibilas de Berruguete.
Los museos de escultura me encantan. Las estatuas que pueblan las ciudades tambièn.
Por cierto... han aparecido algunas estatuas en diversas localidades con mascarillas. Me pregunto si las estatuas tambièn pueden ser víctimas del coronavirus. Es curioso ¿no?
Un abrazo
Pero aquellos consejos a los que recurrían los caudillos helenos, por ejemplo, solían ser dados por las sibilas con doble sentido o con sentido abstracto, tal vez ellas no se pillaban, no. Y si venían a protestar tras una decisión con mal resultado ellas respondían que no habían sabido interpretar el consejo. Buena maña y artimaña. Bueno, eso cuentan.
EliminarLa escultura es un arte fascinante, pero no tiene el cometido que tuvo en la antigüedad. Y hoy habría mucho que hablar sobre cierto tipo de escultura de encargo municipal, por ejemplo.
Lo de las estatuas con mascarillas supongo que será una simple gracia o complicidad, se puede interpretar de diversos modos, como las recomendaciones sibilinas.
Cuidarse en equinoccio.