"Un hombre hay que se escapa, por milagro,
de tantas agonías".
Pedro Salinas, El contemplado, Variación XII.
Quédese a comer, escuchó decir a Jacinta un juez medio estupefacto. Creo que usted necesita contarme de su pasado y yo necesito oír hablar de un pasado que no tuve. ¿No le preocupa que los vecinos piensen mal, ahora que está usted sola y no se ha resuelto la desaparición de su esposo?, le preguntó Ordóñez. Ella esquivó la pregunta y el juez no esperó tampoco respuesta. Es como si yo estuviera haciendo unas diligencias de un caso o aportándole información a usted, ¿verdad?, dijo para reducir supuestos temores. Ambos se sorprendieron un poco de aquel argumento que parecía responder más a una ocultación clandestina que a una entrevista entre adultos y echaron a reír.
El juez economizaba siempre sus risas pero una sensación sincera de bienestar sacaba de él unos reflejos contenidos en otras situaciones. Tiene usted unas manos prudentes, dijo de pronto Ordóñez, y ella se las miró. ¿Por qué prudentes?, dijo. Las manos son grandes o pequeñas, con dedos cortos o largos, flacos o regordetes, lozanos o ajados. No necesito describir mis manos puesto que usted las ve. ¿Qué más observa usted en mis manos que yo no vea? El juez buscó justificar su calificación. Veo los gestos. Estamos siempre más pendientes de nuestras palabras y hacemos complicidad de los gestos, pero estos tienen vida propia. Y de las manos cabe esperar un lenguaje paralelo, una expresión cargada de vida, aunque al ejercicio de su propiedad nos limitemos a llamar tacto. Jacinta le miró con la actitud de quien está hablando con un individuo diferente al que había conocido antes. Le sorprendía su labia sincera. Ah, ¿quiere decir entonces que lo que es cauto es mi tacto? Lo intuyo, replicó el juez. Su modo de elevar y girar las palmas, de medir los pequeños espacios que acompañan a sus palabras, la dirección ponderada de los dedos, los roces que se traen entre sí, el modo pausado que tienen de tocar los objetos. Dedos que ni acusan ni señalan ni se retraen. Manos que emiten sonrisas y dedos que acarician con mimo incluso el aire. Usted, Jacinta, habla y siente más con ellas que con su boca.
La mujer trató de ocultar cierto rubor con una sonrisa torpe, lanzándose a fecundar la conversación. Pecaré de indiscreta, pero me gustaría saber si usted escudriña tanto a las personas afectadas en los casos judiciales como lo está haciendo ahora conmigo. Mire, y el juez agitó un respingo controlado, son observaciones diferentes. En mis casos profesionales se trata de examinar. Ahora solo pretendía aprender. Hay una diferencia de conocimiento. En lo judicial uno se encuentra mediatizado por las leyes y escéptico ante acusadores y acusados. Cada cual va buscando su propia salvación. Es una mecánica que, naturalmente, hay que llevar a cabo con escrupulosidad. A eso llamamos impartir justicia. Claro, usted podría ahora objetar: pero impartir justicia según una mecánica de pruebas no es necesariamente hacer justicia. Y no iría descaminada. Pero no es el tema a dilucidar ahora mismo. Mientras que en estos momentos, en que no nos une ningún asunto más que una conversación entre amigos, mi visión no depende de normas ni de criterios de leguleyo. Ella estuvo a punto de saltar: ¿Cómo que no nos pone en contacto la desaparición de mi marido?, pero se mordió la lengua, pues sabía de sobra que no había ninguna búsqueda oficial, a diferencia de lo acontecido en el caso del agrimensor, lo cual apaciguaba su inquietud.
El olor de un asado llegó hasta Ordóñez y este se hizo más mundano. Le acepto la invitación, dijo, pero no me obligue a hablarle de mi oficio. Ni yo quiero, precisó la mujer. Ya le he dicho que prefiero que me hable de su pasado. Yo, al fin y al cabo, apenas he salido de San Joaquín y escucharé con placer cuanto me informe del mundo, aunque se lo invente. ¿Y si mi pasado es oscuro, señora?, planteó el juez. Ella sonrió pícaramente. Más a mi favor, siempre es más interesante oír hablar de los demonios que de los ángeles.
Una descripción precisa y preciosa de un encuentro. Intuyo que para ambos será importante. Un placer leerte. Un abrazo
ResponderEliminarAl menos dejémoslos que coman a gusto y en tertulia franca. Gracias, buena semana.
EliminarCautivador.
ResponderEliminarEl lenguaje de las manos, la conversación entre ellos, la sensación de fuera de peligro...
Un placer de lectura. Y por otra parte ese fijarse en lo que las manos dicen es el modo de descubrir cómo es el interlocutor. A mi, a veces, sólo por cómo se mueven las manos me placen las personas o bien me sacan de quicio. ¿La gestualidad más sincera que la palabra? Quizá porqué está menos ocntrolada, se concreta sin censura.
Salud, Fackel.
Anna Babra
También otorgo valor al lenguaje gestual, no solo de las manos, sino del movimiento del cuerpo, de la expresión del rostro. En todo ello puede haber algo teatral, lo cual no quiere decir necesariamente falso. Prefiero a los que se expresan con varios lenguajes, siempre que no se pasen de nerviosismo, jaj.
EliminarMe ha gustado eso de que la gestualidad no tiene tanta censura, me lo apunto.
Salud y claridad mental, Anna.
¡Qué buen texto! La comunicación no verbal no engaña.
ResponderEliminarA saber el tipo de relación que podría desarrollarse entre el juez y está señora. Sinceramente me quedé con ganas de mâs.
Abrazos
¿Una relación de comensales, tal vez? Hum, yo huelo el asado como el juez, y les deseo buen provecho.
EliminarSalud.
Pues parece un preludio de saber el uno del uno. Me ha encantado cómo defines los gestos de la conversación.
ResponderEliminarUn abrazo
Me haces pensar: ¿no tendrá la vida mucho de preludio incluso cuando creemos que los actos de nuestro particular teatro avanza? Siempre tratamos que de un acto presente surja uno nuevo que a veces es verdadero preludio, no obstante la experiencia cumulada. A esos personajes acaso les sucede lo mismo.
EliminarBuena jornada para ti.
Diálogos que suenan a otros momentos de otras épocas, que ya no son las nuestros. Cuando los gestos y comportamientos eran fruto y pasto para todos.
ResponderEliminarBuena semana.
Así es, y pienso si hoy se practicará algo ese estilo observador y calmado de la conversación, si no será ejercicio de una minoría, todos andamos tan apresurados como desinteresados...Un mundo fascinante el de otros lenguajes no hablados con la voz, pero también con su particular voz propia. Buen día, Alfred.
EliminarSería terrible que un juez pierda el juicio.
ResponderEliminarUn saludo.
Imagínate. Hasta ahora lo perdían los demandantes o demandados. Pero ante una instancia superior ¿no suelen quedar desvirtuadas sus sentencias, lo cual acaso es una forma de perder el juicio? El mental es el más peligrosos para un juez, y casos ha habido.
EliminarInteresante escena la que nos presentas.
ResponderEliminarA veces una conversaciòn va unida a determinados gestos y posturas. A través de todo ello se cuela la eternidad y surgen vivencias muy interesantes.
Deberíamos todos volver a practicar el arte de la conversación tomando un café o simplemente paseando por un parque. Me exaspera que se quiera sustituir lo presencial por lo virtual.
Un abrazo
Visto el panorama no me atrevo a pronosticar como será el futuro, al menos a cierto plazo. Pero las técnicas, que venden cercanía, acaso están ya alejando y entonces no sabremos de la autenticidad de los lenguajes humanos. Pero prefiero que esta idea solo lo sea de ficción. Todo es muy incierto, pero habrá que mantenerse, al menos los de mi generación, en el contacto visual que no virtual, si este u otro virus lo permiten, naturalmente.
EliminarGracias por comentar, Ana.
me encantas que bonito tu texto
ResponderEliminarMuchas gracias, a seguir encantándote. Buen día.
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ResponderEliminarUna bonita escena que agregar a tu novela por entregas.
Me resulta muy interesante y atractivo, pensar que en ese San Joaquín, que conocí de paso, hace mil años, haya ocurrido una historia tan sugestiva e intrigante, contada a pasitos lentos, a tantos miles de kilómetros... Claro que se trata de uno de esos antiguos poblados plagados de mágicas y bellisimas tradiciones y leyendas, donde "todo" es posible.
Siempre, un gusto leerte, Fackel. Y a la espera de descifrar el lenguaje de las manos de Jacinta.
Por una apacible primavera.
A la primavera austral referirás, ¿no?
EliminarNo es fácil descifrar de buenas a primeras la intención de los lenguajes, pero qué interesantes son aquellos que no salen de la mera voz sino que están a punto de rozarte, de acariciarte, de impulsarte...
EliminarUf, escribí primavera...
Eso me pasa por no leer nunca lo que escribo. O por mi inevitable despiste?... O porque el otoño es tan bonito como la primavera?...
Pues, eso. Por un apacible otoño.
Y sí. En todos los lenguajes, hay o puede haber muchas y variadas intenciones, conscientes o inconscientes, supongo.
Buenasnoches.
¿Y no has pensado que te pasa porque acaso en tu fuero interno o en tu subconsciente vives una eterna primavera, no sé si bucólica o pastoril?
EliminarPor un otoño primaveral (léase como se guste) Boa noite.
En una conversación, quien tiene cosas que contar amplía el mundo del otro. Y si es con un buen asado y un buen vino por delante, más. Casi me apunto a la comida.
ResponderEliminarCierto lo de la ampliación de mundos.
EliminarMe haces pensar: un asado es una comida no ordinaria. ¿Por qué prepararía Jacinta asado, no estando el marido, y sin saber si iba a aceptar el visitante quedarse a comer? Cosas veredes.
Posees un don especial con las letras. Llego a tu casa de letras y veo que hay mucho que leer y seguro disfrutar...con tu permiso por aquí me quedo.
ResponderEliminarUn saludo.
Por supuesto, lee cuanto quieras y soportes. Bienvenido. Un saludo.
EliminarQue bonito
ResponderEliminarsaludos desde el silencio
Gracias. Saludos desde una voz callada.
EliminarAs mãos também falam...Todo o corpo fala, aliás.... Mas as mãos são as primeiras a sentir, a comunicar....
ResponderEliminarInteressante; gostei imenso...
Beijos e abraços
Marta
Sí, a veces creemos que son la avanzadilla del cuerpo, es vanguardia que conquista el espacio del aire con otras personas, pero no e cabe duda de que encarnan toda la fuerza, el vigor e incluso la inteligencia del cuerpo. Gracias por seguir el texto.
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