"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 11 de agosto de 2020

Cuentos indómitos. Reencuentro con lo perdido






"Hay ojos que solo miran el sueño; y, cuando
el sueño se disipa, se quedan ciegos".

Nuno Júdice, Viaje.



Se levantó con los músculos agarrotados, febril e indeciso. El juez, tan acostumbrado a resoluciones judiciales y por lo tanto a dictar sentencias, no sabía empero establecer conclusiones sobre su vida  sin abandonar las oraciones interrogativas. Preguntarse a uno mismo, se obtengan o no respuestas, es una forma de establecer un desarrollo lógico, tal vez un método. Incluso en un juez. ¿O acaso está más obligado a ello un magistrado? 

Mientras apuraba el café, ya de retorno en su casa de San Joaquín, el juez siguió dando vueltas al relato de su vida afectiva. Tal vez esta se resumía en un episodio excepcional, una experiencia incisiva que le marcó. Pero la capacidad razonadora de un hombre exige, por simple inercia, establecer ciertas deducciones. Por ejemplo, pensó Ordóñez, la pérdida del amor es la más profunda si no desgarradora de las pérdidas. Ah, pero no es la única, en absoluto, añadía a continuación. Perder el trabajo o los propios bienes, verse expulsado de un territorio habitado desde siempre o ser privado de la libertad, son pérdidas decisivas, amargas, irreparables. Bien lo sabía y no solamente por las noticias acerca del mundo que leía de corrido en los periódicos. Los procedimientos judiciales que él había orientado situaban a muchos hombres ante la deriva vital más angustiosa. Las sentencias que había emitido sin contemplaciones condenaban al apartamiento de muchos reos de la vida ordinaria. Sin embargo, había comprobado tiempo después que bastantes de aquellos desgraciados habían superado la prueba y él, movido por un extraño y confuso sentido de la compasión, había accedido a revisar causas y a amortiguar condenas. Pero, ¿por qué, sin embargo, perder el amor puede ser tan autodestructivo?, se preguntaba, obviando la diferencia de penas entre unas adversidades y otras.

Sobrecargó de café la taza. Necesitaba el incentivo que le abriera de par en par las zonas del cerebro donde deben operar las claves del entendimiento. Las claves. Toda su existencia transcurría buscando claves, y estas se presentaban de improviso, con actitud caótica, pero como destellos que iluminaban espacios tradicionalmente en penumbra. Cuanto más viejo va siendo uno más pretende interpretar. ¿Por nostalgia? ¿Por conciencia del desconocimiento de uno mismo? ¿Por percepción de que vivir es en parte sobrevivir y en parte representar una ficción que nos aleja de comprender de una manera natural las cosas? Ahora que ha pasado tanto tiempo de aquella relación antigua, que debería mantener archivada como una simple experiencia y no más, me caigo con revisar un dolor aparentemente superado, pensó desdeñoso. ¿Por qué interiorizamos tanto las vivencias amorosas? Muchos creen que amamos como expresión de nuestra bondad. El amor como entrega. Suena tan bien. Parece tan inocente. Se ha escrito tanta literatura sobre el tema que quien más o quien menos tiene una dosis reglada que se empeña en conservar. No sé quién me dijo una vez: somos un campo en barbecho que solo sabemos roturar adecuadamente cuando alguien dice que nos necesita. Trampas del lenguaje. Adornos. Artificios.  

Giróvago de sus propios pensamientos el juez Ordóñez se encontró de pronto removiendo viejos papeles. Cuadernos sepultados en el fondo de un cajón del trastero, con apuntes de aquel curso en París. Entre lo lectivo, pequeños billetes, que dirían los franceses, con mensajes de la mujer. Algunas cartas, tres o cuatro libros dedicados, varias cuentas de restorán, entradas picadas de museos, algún vaso o taza timbradas con el nombre de un bar. Tenía tanto afán coleccionista de objetos sin valor. Pensó: de objetos que superan el valor. Objetos como huellas que entonces me conducían a ella. Insignificantes cosas que si se guardan es porque nos hablan a dos voces, las que emiten las propiedades más intensas de nuestro Yo. ¿Es en ese ejercicio cuando desarrollamos herramientas emocionales que nos indican de lo que somos capaces, como si estuvieran dirigidas a cultivar los mejores dones de nosotros mismos? Y sin embargo, ahora que  lo medito con más profundidad y distanciamiento, acaso a través del amor y sus consecuencias, incluido el posterior abandono, es cuando estamos cerca de librarnos de esa vertiente del Yo más engreído y egoísta, tan estúpidamente suficiente. Tan absurdo y ciego. Pero todo es más sencillo. Se trata de instinto, simple instinto con lenguajes preferentes y escogidos, cuyos tactos y sabores hay que probar alguna vez en la vida.

¿Por qué había descendido el juez Ordóñez al pasado? Era lo que estaba haciendo al revisar de manera aleatoria su caja de recuerdos. Caja de Pandora, se dijo no sin estremecerse. ¿Qué necesidad tengo de abrirla a estas alturas? La memoria no repone lo que hubo. Cualquier intento de hurgar en los recuerdos es deslizarse por la fantasía arriesgando el desenlace amargo de una melancolía fútil y peligrosa. Es entrar en el mundo de los sueños, del eterno e inalcanzable territorio de los anhelos que tuvieron su tiempo y su ubicación. Pero Ordóñez no dejaba de inspeccionar aquellos trazos que le conducían a lo extraviado. Como si leer cartas, tocar pequeños regalos o contemplar alguna fotografía le proporcionaran el mismo placer que las caricias, recuperaran el húmedo sabor de los besos y le embargase con realismo el calor de las emociones vividas.




17 comentarios:

  1. Ese hecho, el agrimensor y la mujer del río, se está convirtiendo en un episodio mítico, que despierta una ola de planteamientos internos, de evocaciones del pasado propio.

    Saludos.

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    1. El curso de unas aguas conducen a otras, sin duda. Gracias, Demiurgo.

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  2. El pasado pasado está y ese ahogarse en los recuerdos puede acabar trastornando a Ordóñez. Esperemos que haya encontrado en esa remembranza algo que le sirva, o será el río de su memoria un lazo mayor que el del mismísimo río Piri Poty.
    Un abrazo.

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    1. Pues ya ves que nunca pasa del todo el pasado (reiteración) La mente tiene sus poderes. Y las experiencias personales son un tesoro en circulación a lo largo de la existencia. Otra cosa es que se caiga en la obsesión y en perturbaciones. El pasado está para ser revisado. Con todas las consecuencias, eso sí. Un abrazo.

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  3. Memórias... viagem pelas memórias...porquê? quando?... talvez porque estamos sós naquele momento e temos que saber que a vida faz sentido...
    Interessante...
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. Cierto. Tal vez es en los momentos más solitarios -a veces incluso con gente al rededor estamos solos- nos consolamos con el ejercicio de la memoria. Pero hay muchas razones. Buscar claves, como piensa el juez, por ejemplo. Abandonarnos al placer sutil de la nostalgia también. Abraço.

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  4. No conozco toda la historia del juez, pero creo que el pasado no nos define (o si?) sino que nos determino lo que somos ahora en el presente.
    Ordoñez no puede borrar su pasado, pero si debería usarlo como guía para escribir un futuro diferente.
    Porque no hay mayor incongruencia y agonía que aquella que se padece cuando empiezas a creer que eres alguien, cuando sabes que respiras por otros poros, reprimiendo y escondiendo tu verdadero potencial.
    Buena narración.
    Un abrazo.

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    1. Una idea muy interesante la de que use el pasado como guía. Pero es consciente de que le pilla ya mayor y su complejo de solitario le retrae.

      Conocer el potencial de uno misma lleva tiempo, mucho, tal vez toda la vida. Cuando eres joven cualquier cosa que haces y en la que te ratificas te hace sentirte potente. Ficción. Los potenciales ocultos no siempre salen a la superficie, no siempre hay cauces, incluso puede ser parte del misterio de la vida saber que te morirás sin revelarte a ti mismo lo que podrías haber hecho. Pero no hay que desesperarse por ello. Demasiado trajín nos traemos en esto del vivir, ¿no crees?

      Gracias por leer.

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  5. Los ríos de la memoria son los que nos hacen estar donde estamos, en este caso, Ordoñez, imagino que hace balance.

    Un abrazo

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    1. Es un golpe, un ramalazo, el que debe estar teniendo el juez. ¿A quién no le pasa alguna vez o con relativa frecuencia? San Joaquín es pequeño al lado de Asunción y no te digo de París...

      Salud.

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  6. Reencontrarse com los objetos que nos disparan recuerdos es un intento de volver a sentir lo que algun a vez vivimos, aunque a veces reencontrarlos a través del filtro de los años llegue a construir una imagen bastante distinta de lo que en realidad alguna vez pasó. Un placer leerte. Un abrazo

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    1. Por supuesto. Difícil resulta cuantificar qué parte de hechos reinventados y qué parte de hecho tales como fueron. Nos esforzamos en ajustarnos a lo más verídico. Pero nuestra percepción distante lo altera. No digo que para mal. Creo que tenemos nuevas perspectivas y por lo tanto una aproximación mayor a claves. Fue interesante el pasado, incluso con su lado malo o perjudicial. Pero depende de lo que se haya vivido y padecido (o gozado)

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  7. ..."interpretar las claves del entendimiento", quien puede?...
    Acaso podemos llegar a conocernos?...A razonar nuestras actitudes?...

    Otra vez perdida y prendida en tus divagaciones, esperando a conocer las claves del sencillo y misterioso Piri Poty.

    Amable tarde de domingo, Fackel.

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    1. Distingo, fray Domingo, que decían en mi infancia. El conocimiento de nosotros mismos siempre es limitado, pero el intento permanece a lo largo de la vida, ¿no? También intentamos razonar a posteriori las actitudes: unas veces nos sirve para modificar cara al futuro y otras veces nos reinteramos en el error. Buscar claves no implica siempre un conocimiento a fondo. Mi argumento interior en la búsqueda y relativa prospección de las claves suele ser de esta guisa: ah, pero entonces aquello de mis padres o mis abuelos era por...quería decir que...estaban obligados por...si fue así es porque aquello otro...etcétera. Pero la mayoría de las veces se queda en un posibilismo.

      Amable y estimulante y recoleta tarde.

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  8. La memoria no repone lo que hubo... Es cierto. Y sin embargo creo que algo buscamos entre los recuerdos cuando acudimos a ellos. Tal vez la certeza de que lo que ahora necesitamos fue posible ahora. O, dicho de otro modo, tal vez si nos preguntamos ¿qué estamos buscando entre nuestros recuerdos podamos descubrir qué necesitamos hoy para sentirnos mejor?

    Besos

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    1. Me gusta tu interpretación, eso mismo me lo pregunto, pero dejemos que fluyan respuestas en cada cual. Muy aguda tú.

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  9. Supongo que las preguntas que se hacen en atención a los códigos sociales no están en la misma clave que las preguntas que se hacen en atención al código interno o personal...

    Creo que todas las pérdidas son dolorosas... la pérdida del amor duele en uno u otro sitio dependiendo de las causas que la provocan... No sé cómo será el ánimo de un juez que se ponga a revisar su acción "justiciera"... cuando le cambian las perspectivas lógicas que tuvo en su momento...

    Creo que la necesidad de interpretar no surge de la nostalgia, sino de la necesidad de definirnos y encontrarnos a nosotros mismos... de buscar una razón que justifique lo que hemos hecho y nuestra existencia...

    El significado (los significados, mejor) que le hemos dado al término amor creo que es tan ambiguo, tan relativo, que no sirve para expresar con exactitud a qué nos referimos cuando decimos que amamos...

    Esos objetos motivaban recuerdos, los recuerdos sensaciones vividas... repito: recordar significa volver a pasar por el corazón... y ese pasar de los recuerdos por nuestro corazón rescata emociones, aunque casi siempre de melancolía...

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