"En los libros busco solamente deleitarme con una honesta ocupación; si estudio, no busco otra cosa que la ciencia que trata del conocimiento de mí mismo y que me enseña a morir bien y a vivir bien".
Michel de Montaigne, Los Ensayos. Capítulo De los libros.
Aprovechando un viaje profesional a Asunción el juez Heriberto Ordóñez se propuso acercarse hasta una librería. En toda su vida había entrado lo justo en esta clase de establecimiento. De joven cuando había tenido que hacerse con textos de Derecho, casi todos de segunda mano. Después solo cuando necesitaba optar por un regalo de compromiso. Pensaba como mucha gente: ¿qué regalo a mi tía o a mi sobrino, si desconozco sus gustos? Con un libro de moda o un cuento quedaré bien. Y ni siquiera tomaba la iniciativa de elegir. Se dejaba recomendar por el dependiente.
Dime de una librería bien dotada, indicó a un compañero de judicatura que gozaba de fama lectora. ¿Quieres que tenga textos antiguos o literatura moderna?, le preguntó el juez amigo. Heriberto se quedó pillado. Él solo quería una dirección y el otro parecía dispuesto a hacerle un examen. Se lo pensó, poniendo cara de circunstancias. ¿Cómo iba a revelar a alguien cercano que andaba tan perdido en materia de letras? ¿Qué concepto tendrían de él si manifestaba sus carencias o, lo que es peor, su falta de interés por la cultura? Ocultando sus limitaciones buscó una respuesta salomónica, muy propia de su oficio. Lo nuevo siempre es atractivo y tentador, contestó como si dijera algo importante. Pero si lo viejo está cargado de sabiduría siempre será una lectura más segura y satisfactoria, ¿verdad? El juez amigo afirmó con la cabeza. Buen criterio el tuyo, Heriberto, se nota que entiendes y que tienes claro lo que te pide el cuerpo. Pero hay de todo, tanto de lo escrito en el pasado como de lo que se escribe en los tiempos actuales. Ve a la librería del flaco Gortari, es un águila. Distingue a primera vista al cliente y se rinde ante la evidencia del lector fiel. Entre lo que lee y lo que le informan los clientes afinados en la lectura, que él metaboliza y recrea, es un orientador seguro. Fíjate que hasta es capaz de recitar de memoria un libro no escrito, añadió con un guiño. No digas, replicó Ordóñez, entrando a la chanza. Ese hombre no es solo un librero, sino un portento.
A principio el flaco Gortari le pareció a Ordóñez un tipo huraño. Su contextura asténica y el rostro severo no contribuían a atraer al cliente que entrase por primera vez. Cuando el juez le comentó que venía recomendado por un colega el librero se quitó la máscara. Si le envía el juez Vallarta es que usted es un entendido. Yo no le voy a vender nada. Usted va a elegir. En esta materia no me gusta utilizar el término comprar. Heriberto se quedó confuso. ¿Le iba a dejar a la deriva en medio de aquel almacén de libros donde no sabía en qué dirección mirar? Gortari debió captar a la primera la parálisis del juez, pero no dejó margen a la duda que el otro considerase ofensiva. A título informativo, dijo, y para que no se le caigan las estanterías encima siga los rótulos de las materias. Pero tampoco pierda el tiempo. Déjese llevar por el olfato. No se fíe de las portadas tentadoras de los libros y menos de los comentarios publicitarios de las solapas o de la parte de atrás que, como sabrá de sobra, son engañosas. Sienta la llamada interior o el sexto sentido, lo inesperado.
Ordóñez ocultó hábilmente su desconcierto. Luego exhibió una pose de concentración sobre algunos volúmenes y una actitud de desdén hacia otros. Tan pronto tomaba de un anaquel un título al azar y se dedicaba a hojearlo con calma como colocaba otro rápidamente en su nido. Al pasar por la sección de autores clásicos Ordóñez se agachó, pero el librero lo interpretó como una reverencia. Ah, señor, intervino presumiendo de ser sumo sacerdote de un templo laico. Esos nombres no solo merecen ser admirados sino también venerados. No en vano desde entonces nos llegan no únicamente la belleza de las palabras sino también las formas precisas de su uso. Y con ellas los valores morales que han trascendido y que no entienden tanto de ideas o de creencias como de reglas de juego por las que conviene que nos sigamos rigiendo los humanos hoy día, ¿no le parece? Heriberto Ordóñez hizo un gesto de aprobación. De los clásicos valoro sobre todo que no parezcan antiguos, dijo por decir algo. Y se dio cuenta de su capacidad para disimular incluso en condiciones adversas, entre las cuales la cultura abierta no era solo un déficit sino una limitación que descubría horrorizado que era onerosa.
Al juez le pareció que la visita a aquella librería le suponía más de manifestación sobre sí mismo que de acercamiento a literaturas. He sido siempre un cínico en mi oficio e incluso en ciertas relaciones sociales, pensó con humor, pero nunca imaginé hasta qué punto esta actitud me sería útil para mantener el tipo con un personaje conocedor de la materia. Luego se desplazó de zona y se entregó a un vuelo rasante sobre las novedades, toqueteando los libros, como si el cálido tacto le informara o esperase de aquella caricia una revelación. De pronto el juez se detuvo ante una portada. Letras en rojo sobre negro. El caso del agrimensor extraviado en la ciénaga, leyó. Volvió a deletrear palabra tras palabra. El pecho se le agitó y tuvo un pálpito. Lo he echado un vistazo, interrumpió el librero su perplejidad. No es una mera novela de misterio. El autor debe ser de algún país eslavo de la arcaica Europa, del que apenas sabemos casi nada ni de su historia ni de su presencia. Pero le advierto que es literatura híbrida, y tiene mucho de experimentación. Un libro raro, no le puedo decir más. Ordóñez simuló una actitud iconoclasta respecto al confeso interés por lo clásico. Escondió también que no había entendido nada de lo expuesto por el librero. Creo que voy a aventurarme, dijo, mientras le extendía trémulo el libro. De vez en cuando hay que romper gustos, liberarse de adicciones y probar de lo desconocido, ¿no es cierto?
De vez en cuando, hay que romper gustos, liberarse de adicciones y probar de lo desconocido, ¿no es cierto?
ResponderEliminarNo se si es cierto o no...pero que me animo me animo
Aunque hoy te soy sincera prefiero lo cotidiano del aburrimiento Mientras el virus siga engordando yo me cuido y no me lamento
Un gran texto te felicito
El virus ha tranquilizado a muchas fieras, aunque se hable de los impacientes. Sin darnos cuenta algunos hemos modificando el uso de nuestros tiempos. Lo deseable es que no siga el patógeno haciendo de las suyas. Pero eso depende de nosotros. El virus hacia el que acude el juez se llama libro, no sabe todavía que es un virus peligrosos que se mete muy dentro. O tal vez lo huele.
EliminarEsto es casi casi como encontrarte en las esquelas funerarias del periódico la noticia del fallecimiento de un familiar allegado sin que nadie te haya dicho nada.
ResponderEliminarUn saludo.
Salvando distancias, pero el caso que citas suele ser raro. El morbo que todos llevamos dentro nos lanza al teléfono a las primeras de cambio. Lo peor es cuando sucede de madrugada. Salud.
EliminarEl juez se encontró un un libro, que parece ser la historia del agrimensor, cuyos ecos han llegado hasta él. Que intrigante.
ResponderEliminarVe a saber, tal vez solo el título lo relaciona, pero el juez no puede resistirse. Y acaso no hay mal que por bien etc.
EliminarMe ha gustado el giro que toman los acontecimientos. Un personaje que se encuentra con el libro de su propia vida. Interesante.
ResponderEliminarSalu2, Fáckel.
Siempre hay un libro, alguna vez, que condiciona o marca a cada individuo, y nunca es tarde, o simplemente es que todos escribimos nuestro propio libro (suena a tópico pero lo prefiero como metáfora sencillamente) Gracias.
EliminarParece que ese libro pueda contener, amén de un estilo novedoso narrativo, la historia del propio agrimensor. Expone muy bien el ambiente de esa librería, y el cómo encontrar algunas muy interesantes, que casi siempre es por el boca a boca .
ResponderEliminarUn abrazo, que puedes dejar en algún anaquel de tu librería.
Un abarzo y feli día
Yo no me preocuparía por si uno encuentra a un perdido o más bien el perdido es uno que debe empezarse a encontrarse aunque sea a edades avanzadas. Feliz día si nos dejan, Albada.
Eliminar¡Genial texto!
ResponderEliminarEstar perdido entre un mar de libros a cual más atrayente, con los cantos de sirena de sus contraportadas, la mayoría falsos. Exige de un buena nevegación a menudo necesitada de un capitán que te sepa indicar, por dónde ir.
Saludos.
Pero no se ve que de momento nadie le dirija o le oriente, tampoco se dejaría, acaso debe ser un náufrago total para descubrir algo válido. Saludos.
EliminarJosé Batlló fue el mejor librero de Barcelona. Tenía su librería en Gracia.
ResponderEliminarRecomendaba pocos libros, y pocos libros de los que allí tenía, que eran centenares, había dejado de leer.
Era su oficio para recomendar.
En la entrada de su establecimiento tenía un cartel enorme impreso en letra de imprenta. Decía así:
Ni Dios, ni patria, ni Barça.
Cualquiera puede escribir un libro, hay pruebas.
Lo kafkiano ha devorado lo homérico.
La palabra es abeja, el silencio miel.
El tiempo nada cura, todo lo mata.
Siempre me dejé guiar por su sapiencia. Hace un año que ya no está, pero yo sigo con muchos de sus libros recomendados.
salut
Pues unos lemas elegantes, desde luego, tenía el tal José Batlló. Creo que leer es o implica al menos siempre una búsqueda. Gracias, Miquel, un abrazo.
EliminarTal vez algunas profesiones no necesiten muchas lecturas porque su ejercicio les dota de interesante argumentación ( historias
ResponderEliminarclínicas,inmensos sumarios...)
Alguien imaginó zonas de playa parceladas y asignadas previa reserva?
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Interesante texto. Gracias.
Salud. Adriana
Pues sí, Adriana, no te quito razón...respecto al argumento que se mueve en diversas profesiones que, de por sí mismas, son bastante exhaustivas. Probablemente las series, telefilmes y películas están nutridas en alto grado de casos, sumarios y archivos varios. Pero la literatura contiene algo más que argumento. ¿Sabes qué es lo que observo con más atención de una película o telefilme? El guión. Que no es solo el argumento, sino el modo en que se narra y otras cosas más. Salud.
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ResponderEliminar...Y de nuevo mas intriga... Una nueva y atrayente incognita que añadir al ya inquietante misterio del Agrimensor y de Pallarés. Seguiremos leyendo.
Me encanta tu narrativa, Fackel. Describes de manera genial, la personalidad de cada uno de tus personajes. Actitudes, sentimientos, deseos... Se leen por dentro.
Feliz tarde primaveral
Supongo que los personajes son siempre la excusa para expresar sentires, ideas, dudas o limitaciones. ¿Desde qué geografía ves tan primaveral la tarde o el día en general?
EliminarPues te diré. Desde la galería de mi casa, en pleno campo, en un paisaje de abedules y acacias, de un pueblo cerquita a Donosti. Por aquí, hoy, ha sido un día de sol, de lluvia y hasta de una brevísima tormenta; tres cosas que me gustan especialmente.
EliminarPor cierto, conoces estos lugares?... Supongo que sí; te creo un viajero incansable...
Buenas noches, Fackel. Lindos sueños.
Conozco la montaña guipuzcoana y más la navarra, sí. Paisajes muy interesantes y también inquietantes. Alternar sol y lluvia siempre es un aliciente, y las tormentas apasionantes (si no te cae encima el rayo)
EliminarJosé Batlló: poeta, editor y librero. Ya no quedan personajes de esta índole... Que yo sepa-
ResponderEliminarYo tampoco sé de alguno. Lo más que he conocido ha sido algún librero bien informado y con capacidad de debate y sugerencia. Era un producto de tiempos del franquismo que, en algunos casos, ha llegado casi hasta estos días.
EliminarHOLA, ME GUSTÓ TU BLOG, TE SIGO Y TE CUENTO QUE ESTOY INAUGURANDO UN BLOG DE FRASES BELLAS, TE ESPERO, SALUDOS.
ResponderEliminarMuchas gracias y todo lo que sea una inauguración de la expresión bienvenida sea; me pasaré. Saludos.
EliminarUm livro é sempre uma aventura - sentimentos, ideias e escolher um autor novo, permite-nos novas viagens...
ResponderEliminarE, sim, há livreiros que não se limitam a vender livros, tornam-se poetas porque também estão a viver o livro.
Obrigada pela visita
Beijos e abraços
Marta
No sé en Portugal, pero en España deben quedar pocos y en mi entorno creo que ninguno. Además ya no se recomiendan libros, aunque entre amigos supongo que sí. Gracias, Marta, seguiré con el relato a plazos.
EliminarEs un texto que se abre a otros textos y que,como las muñecas rusas, uno contiene todos los demás.La cita de Montaigne resume todo lo que deseo para mí. Has escrito una entrada perfecta.
ResponderEliminarEs que Montaigne sugiere mucho. Y saca conclusiones de su propia experiencia. Un buen maestro del que nos debemos dejar enseñar. Saludo, Marga.
EliminarEste juez quedará atrapado en el agua.
ResponderEliminarHe conocido libreros de todos los pelajes, incluso algunos a los que no les gustaban los libros. En sus librerías, como prueba, jamás habrá libros de fondo, solo de ir y venir en cortísimas estancias.
Libreros a los que no les gustaban los libros: será digno de que nos lo cuentes en algún momento.
EliminarEn esto de los libros, también rige lo de "para gustos..."
ResponderEliminarLas librerías están llenas de libros que están llenos de pistas... a veces es casualidad... a veces destino... no sé... cada vez tengo menos claro las leyes de causa-efecto...
Abrazo
Por supuesto que para gustos. Como sucede con cualquier otro alimento.
EliminarLas leyes de causa-efecto no son lineales ni directas ni inmediatas ni viajan en línea recta. Etcétera.
Navegar entre los estantes de una librería sin destino previo es siempre para mi un reto tal que yo misma me decepciono antes de la mitad del recorrido. Y sí, cada vez descubro algo más de mi misma.
ResponderEliminarA mi juicio, algunos, me incluyo, somos tan lerdos en realidad.
Magnífico relato.
Salud Fackel.
Participo de ese gusto, Anna. Oye ¿qué entiendes en este caso o a propósito de qué eso de ser lerdos?
EliminarGracias por leer.
Excelente reflexión sobre la lectura y la adquisición de nuevos libros, Fackel.
ResponderEliminarMe ha encantado sumergirme en tu universo particular.
Un abrazo
Creo que los universos personales, aun teniendo su fondo, nunca acabamos de tocarlos, y cada cual debe asombrarse de lo que sigue descubriendo al bucear entre libros, personas, situaciones, relaciones...
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