"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 30 de mayo de 2020

Cuentos indómitos. El juez que no leía



Más allá de los mamotretos de las causas y del periódico que apoyaba al partido político del que era seguidor el juez apenas leía otra cosa. Repasaba lo justo los expedientes, de manera muy dirigida, sin detenerse en detalles secundarios. En una causa judicial lo que es se ve a primera vista, solía comentar con ligereza. Confiaba plenamente en su oficial para apreciar las agravantes y las atenuantes.  Del periódico, aunque fuera de los suyos, tan solo se interesaba por los epígrafes y, si venía a cuento, echaba un vistazo al artículo de alguno de los amigos de su círculo. Por si le recababan la opinión. Estaba en una etapa de su vida en que todo le aburría y de todo desconfiaba. Ni siquiera la tertulia del café, de la que cada vez era menos asiduo, le generaba ilusión. ¿Estaré en el camino de la soledad más acuciante?, solía preguntarse en sus momentos frágiles.

La charla con la mujer de Pallarés le dio que pensar. Así que mi leal oficial leía más allá de lo que su cerebro le permitía digerir, pensó de su propia cosecha. Y qué callado se lo tenía. Hay para todos los gustos y capacidades, y Pallarés debe tener ambas propiedades en una dimensión mayor de lo que aparenta. Trabaja intensamente, se dedica a la familia, lee robando horas al descanso...¿Cómo podrá con todo? Que un agrimensor desaparezca se deberá a alguna circunstancia del destino que tendrá una explicación, y miren que no dejará de ser un agrimensor, un oficio reponible, sin mayor incidencia, pensó con cierto menosprecio. Pero que del mejor oficial de este juzgado y de todos los del país no se sepa dónde anda es algo que no puedo permitir. Hace que me sienta culpable en alguna medida, sollozaba como un cocodrilo y de manera impropia para un letrado con una experiencia que se suponía tan consumada. 

Los pensamientos se agolpaban en bruto y se desperdigaban sin orden dentro del cráneo del juez Ordóñez. Todo debe radicar en la investigación esa donde ha ido más allá de su competencia por lograr pistas sobre el desaparecido del río. Pero ¿y si la culpa la tienen los libros? ¿O  si le desquician sus pesadillas? Lo que no me imagino de Pallarés es largándose con otra mujer, por ejemplo. Que yo sepa nunca ha comentado nadie acerca de veleidades que se pudiese traer con otras. En eso es distinto a mí. Su esposa, por otra parte, aparenta todavía una edad briosa y seguramente es capaz de suscitar deseo en su propio marido, no obstante lleven ya varios años de matrimonio. Pero quién sabe. Tal vez los sueños le han transmitido un mensaje especial en una dirección que no podemos distinguir. Acaso las lecturas le sugieren territorios que no se había planteado recorrer, algo así como otros espacios afectivos, otras metas que sin haber conocido historias escritas no se habría marcado. O simplemente un acceso de aventura por ver mundo, como si se tratara de un adolescente cuya sangre le hierve. ¿Y si lo que busca es el tiempo perdido de su propia vida? ¿No es la carne una geografía cambiante que siempre nos reclama? ¿No son los objetivos juveniles nunca alcanzados pero sí anhelados lo que suele perseguir a un hombre en plena madurez, cuando ya no hay vuelta atrás? ¿No puede tratarse en el caso de Pallarés de una inteligencia personal superior a lo que puede demostrar en una profesión que acaba convirtiéndose en anodina? Eso puede ser, que se encuentre en plena crisis vital, y ni su mujer ni yo, ni nadie en el juzgado, lo podíamos intuir. Son ganas de escarbar en lo desconocido, y temo que estoy haciendo extrapolaciones mientras tomo como referencia mis propias quebraduras. 

El juez Ordóñez permaneció dentro de su coche, sin saber qué hacer. No quería tampoco alarmar al resto de funcionarios ni levantar sospechas sobre el brillante currículo de Pallarés. Si había algo secreto en el paradero ignoto de este lo mejor era ser discreto. Se lo merecía. ¿Era un subalterno o un camarada aunque estuviera en otro plano del escalafón? Compartía más que el propio juez el interés por las causas judiciales, por lo tanto se merecía un reconocimiento que al mismo Ordóñez le reconfortaba. Además, Jacinta y los hijos no podían ser abandonados por él en un momento como aquel. Ah, Jacinta, masculló sorprendido porque las imágenes de su conversación con ella no se le fueran de la cabeza. En lo mejor de su madurez lustrosa, como si aún estuviera construyendo su atracción mesuradamente voluptuosa, fantaseó con palabras interiores. La clave de la desaparición de Pallarés tiene que estar en lo que ha leído toda su vida. Pero, ¿qué libros serán esos? ¿Qué vidas ha encontrado entre sus páginas que son capaces de apoderarse de la propia?

Entonces el buen juez decidió que debía volver a visitar en pronta ocasión la casa del oficial del juzgado. Quería ver su biblioteca. Puede que para él mismo, juez de instrucción hastiado de la monotonía, ni el amor ni la lectura fueran objetivos obsoletos y, por lo tanto, descartables.




(Fotografía de Manuel Álvarez bravo)

32 comentarios:

  1. "Entonces el buen juez decidió..."
    Estamos condenados a ser libres, a tomar decisiones, a equivocarnos. Esperemos que esta vez haya tomado la acertada.
    Un abrazo

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    1. Estamos condenados a encadenar aciertos, errores, fallos, sorpresas y perplejidades, somos seres encadenados por todas partes. Salut.

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  2. Igual el oficial perdió el juicio como don Quijote con los libros de caballería.
    Que el juez no lea no tiene que extrañarte. Yo conocí a una concejala de cultura del pueblo donde vivo cuya única lectura anual era el programa de las fiestas locales.
    Saludos.

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    1. Si entramos en territorios de administraciones varias, y no te digo locales, nos llevaríamos grandes sorpresas para llorar. Así que te creo. En cualquier plano de la gobernación -desde los municipios hasta las altas instancias de la llamada nación- hay más apariencia y vacuidad disimulada que nivel. Excepciones honrosas existen. Aún me acuerdo cuando el ínclito José María Aznar descubría a Azaña y fantaseaba en vano en su nombre, Nada menos que con Azaña, toma ya.

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  3. He ahí el primer paso para todo tribunal contra el pensamiento. Ay de los funcionarios que leen y piensan.

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    1. Pues los hay, pero al margen de sus cometidos monótonos que siguen protocolos y procedimientos varios. Tal vez con el tiempo llegue una limpieza de sangre cultural plena. Y entonces...doble ay.

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  4. Como al buen hidalgo caballero, capaz que tanta lectura le vuelva de mantequillas la sesera. En serio, hay veces en que tanta información nos colapsa las meninges.

    Un abrazo, para Pallarés otro, y que el juez mire relea leyes y sustitutos sin prisa.

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    1. Quién sabe si lo que sucede en el entorno del juez no servirá para una caída del caballo de este. Salud de fin de semana apacible y cuidados, que el repunte maléfico acecha.

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    1. Si los jueces jueces saben de lo suyo, son objetivos y considerados y se atienen con la mejor intención a las leyes, libres de influencias y presiones, me doy por satisfecho. Sobre los jueces aficionados, a los que escuchamos con frecuencia en derredor sin saber ellos de qué hablan, pues mejor aplicar lo de "a palabras necias..." Últimamente andan tan perdidos que prefieren algunos abanderarse antes que argumentar. Siempre la razón y el argumento, y no te digo el diálogo, han exigido un esfuerzo y una voluntad que muchos no están dispuestos a ejercitar.

      Células coordinadas...hum, no siempre se dejan.

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    4. Tocan tiempos de incertidumbre como siempre pero además otra añadida, y si encima nos llegan pestes suma y sigue.

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    5. Orador no significa dialogante o dialogador. Tal vez significa más bien embaucador, aunque se le llame comunicador. Así que no me vale que la gente se justifique con que tal o cual le lleva al huerto. Te llevan si tú quieres, y nos llevan simplemente por inacción nuestra.

      También prefiero el estar, también, debe ser porque la Ontología llevó a ser a otro plano que nunca he tenido claro.

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    7. Concluyendo: la soledad elegida como conquista.

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  6. Se asoma la insatisfacción aún no descubierta en ese juez que se parece a muchos de los que más saben de argucias que de justicia. Intentará seguir el camino abierto por el oficial Pallarés o se quedará no más enredado entre las faldas de su esposa? Nos dejas con la intriga.

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    1. Acaso a su edad el juez aún descubre que es posible una tercera vía, aunque tengo dudas. Igual se pierde del todo en lo imprevisto, pues él se va dando cuenta de su soledad, frontera o territorio. No sé.

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  7. Si una biblioteca es peligrosa, lo es más cuando ocupa el deseo de un funcionario, el deseo de ser otro, quiero decir.Quizás la desaparición de Pallarés habría que buscarla en el propio juzgado.

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    1. O en el hartazgo del juzgado por parte del oficial. Ve a saber. No todos los que leen, incluso mucho, se desquician. Hay quienes se perturban leyendo poco, acaso en una sola dirección. Tal vez se culpa a las narraciones de lo que deberían afrontar los individuos. Un abrazo, Marga.

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  8. ¡Cuántos jueces Ordónez hay por ahí, no?
    Saber de la ignorancia y no cuestionarse minimizarla es una verdadera causa judicial personal.
    En fin, cada cual tiene en sus manos esa causa a resolver.

    Gracias Fackel.
    Saludos

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    1. No sé cuántos habrá, conozco pocos, y el del relato es ficticio.

      Sobre la lectura lo que creo es que no se considera por parte de mucha gente como elemento de conocimiento ni de acervo de ideas que oxigenan nuestra mente ni como vehículo que puede cambiar nuestra conducta. Así que causa personal es, no sabría decir de qué carácter, pero me temo que el tiempo que se dedica a ella es mínimo. Sigue produciendo pánico leer.

      Y luego nos extrañamos de la manera de comportarse el personal. Gracias a ti, Rosa.

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  9. ..."Quería ver su biblioteca"

    Y en ella encontrará el enigmático Diario del agrimensor que al parecer, había motivado también,la desaparición de Pallarés.
    Otra desaparicion?...Tal vez, esa Diosa de las Profundidades...

    Bonitos sueños, Fackel

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    1. Huy, no te fíes. Las diosas de la profundidades no sé si existen pero las de las seducciones sí. Claro que probablemente ahí ya esté la caída a lo más hondo.

      Buen día con olor a tierra mojada.

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  10. Yo soy de los que los sueños no alcanzados me persiguen sin descanso. Me lo cuestionan todo a diario. Saludos.

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    1. No eres el único, probablemente a todos nos pase en mayor o menor medida, algunos no le dan mayor pábulo, a otros les obsesiona. Otro problema es el no poder retener aquello que perdimos, y en cierto modo va vinculado a lo anterior. Y sin embargo seguimos.

      Gracias por comentar.

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  11. Todos temos momentos de dúvidas, passamos em revista todos os acontecimentos à procura de um pormenor que pode ou não ter escapado...
    Entendo a hesitação, será que podemos chamar assim?, do juiz.
    Obrigada pela visita.
    Beijos e abraços
    Marta

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    1. Puedes llamarlo vacilación o acaso el principio de un punto de inflexión o que de pronto se ha sentido desnudo ante la cultura superior de un subalterno. Obrigado, Marta.

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  12. Es curioso, pero mientras el agrimensor parece haber encontrado la felicidad, en ese encuentro con esa mujer, los personajes que están investigando su desaparición, parece volverse preocupados, inquietos.
    Saludos

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    1. Las piezas sobre el tablero de ajedrez de la vida, que en unos se colocan de una manera y en otros de modo diferente, Demiurgo. Y se van jugando de modo imprevisible, sin matemática acertada. Saludo.

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  13. El Sr. Juez, un funcionario al que se le exige saber valorar indicios, anda entre la especulación y el deseo... aventurando conclusiones y deseando a la mujer del prójimo... iremos viendo...

    Abrazo

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