Andar por caminos de la sabana da para mucho pensar. ¿Y si me dedicase a contar cuentos como Baobab?, se le ocurrió a la Muerte. Argumentos no me faltan. Pero ¿sabría contarlos tan bien como ella? Que una niña me tenga que dar ejemplo, a mi edad eterna, sería para avergonzarme. Pero una Muerte que se precie no debe arrepentirse de nada. Al fin y al cabo yo estoy para lo que estoy y si me contagiaran los humanos de su ansia de vivir sin fin ¿para qué serviría yo?
A la viajera de la noche le incomodan sus propios pensamientos. Teme estar entrando en la racionalidad característica de los hombres, cuando ella tiene su propia e indiscutible racionalidad. Sí, yo puedo contar los mejores cuentos. Me sobra temática. Al fin y al cabo lo veo todo. Veo las vidas en su sucesión cotidiana y las contemplo con estupor en sus resistencias cuando se ven acechados por el fin, que ellos llaman desgracia. De esta me echan la culpa a mí. Pero, ¿no son ellos quienes la buscan? Unos ponen fin a sus vidas por arriesgarse sin protección en la caza, otros porque se accidentan estúpidamente al excavar un pozo, algunos quieren vivir de ponerse al servicio de los caciques de otras tribus y perecen en las incursiones que les ordenan. Muchos perecen al dejarse arrastrar por ambiciones y competencias que les sobrepasan. También hay quienes enferman de súbito, sin ninguna explicación. Y siempre están los ancianos, cuyo cuerpo desgastado y maltrecho no soporta ni una pizca de un mal. El otro día escuché en una aldea hablar de una peste colectiva que se había ensañado con una región entera. Muchos temían que les llegase a ellos. Me culpaban a mí sin pararse a pensar de dónde les venía el infortunio. Claro que yo estaba allí, pero no como causante y además tuve un trabajo excesivo. Los humanos no saben que a veces la Muerte, aunque no ceje, también se harta de ser requerida.
Podría contar tantos relatos. Pero temo que los que yo podría narrar les dé miedo a los niños. No porque les hable de mi mundo, que es muy vacío, sino porque sabrán del mundo terrible y complicado de los adultos. Y los mayores no me escucharían porque dirían que ya se saben lo que les voy a contar, y no les gustaría que se lo recordase. Y además, ¿iban a ver algún encanto en una decrépita viajera? No basta con conocer las vidas de los humanos. Hay que saber interpretarlas. Combinar las palabras y los gestos, como hace Baobab. Pero ahí fallo. Baobab, con ser tan cría, tiene la naturalidad de vivir lo imaginado como si lo viviese real. Y a la inversa, que lo palpable lo convierte en ilusión y fantasía. Pero yo no podría. A mí me abruma la experiencia de los vivientes. Me falta imaginación para lograr que los niños se rían de todo lo habido y por haber. Ay, ¿cómo será tan ocurrente esa chiquilla? Volveré a la aldea para saber dónde reside el secreto de la cuentacuentos.
Baobab, que gusta sentarse a la puerta de su choza a contemplar la luna, se sorprende de que aún ronde por allí la visitante. ¿Todavía por aquí, señora viajera? No va a saber encontrar la senda hacia otras aldeas en medio de la oscuridad. La viajera, sentándose a su lado, se pone circunspecta. Estoy acostumbrada a caminar en la oscuridad. Ah, claro, le corta ingenua la niña. Usted se guía por las estrellas, como yo. La otra se altera. Pero tú no vas a ninguna parte, no me engañes. Estás sentada a la puerta de tu casa jugando a contar estrellas como mucho. Pero la niña no se arredra. ¿Y quién le ha dicho a usted que no viajo yo también de noche? Ahora mismo, cuando ha aparecido usted recorría las constelaciones de cabo a rabo. Pero tendrías que estar durmiendo ya, ¿no?, se ofusca la Muerte. Eso viene después, explica Baobab. Con los sueños me inspiro también mucho. Contemplando el cielo y viviendo los sueños es cuando mejor se me ocurren algunas de las historias que luego cuento a los amigos. No me digas, replica la vieja. ¿Cómo es eso? Muy fácil. Para imaginar historias hay que tener muchas ganas de vivir. Yo se lo digo a las estrellas y siempre hay alguna que me escucha y me regala el principio de un cuento. La Muerte, que se cree sabionda, se siente herida en su amor propio. Sigue así, le dice a Baobab. Se levanta derrotada y toma un camino que no lleva a ninguna parte.
(Figura enmascarada del Reino de Oku.
Museo de Arte Africano Jiménez-Arellano Alonso, de Valladolid)
La Baobab, tan sabia, sentada en la puerta escuchando la noche, imaginando los cuentos, incluso los de miedo, sigue esperando que viajera mortal acabe por alejarse, como figura informe y derrotada, por las heras del campo.
ResponderEliminarUn abrazo y día bonito
Los cuentos contra el miedo, he ahí la clave. Contra el horror, la soledad, la violencia, la carencia, la incomprensión...Una manera de mantener a raya a la inevitable. Un día llevadero y fértil para ti.
EliminarYa en el anterior relato me pregunté si Baobab sabe que le robó el nombre a un árbol que se niega a ser bonsai. Me pregunto si Finiquitante sabe que ese árbol es conocido como el "árbol de la vida" y si es así, como soporta conversar con su enemiga. O quizás la vieja señora no sea enemiga, sino solo un simple puntito en el final del relato.
ResponderEliminarCuéntanos más.
Pues no sé si lo sabrá, pero cualquiera se lo pregunta. Esa tipa se pega a cualquiera para pasar el tiempo. Y yo mi tiempo de momento me niego a concedérselo. Pero habrá que estar atentos a ver por dónde sale.
EliminarQué paradoja imaginar a una muerte con ganas de vivir...
ResponderEliminarPillín, cuando dijiste que tal vez volverías a hablar de Baobab ya lo habías escrito! Insisto en que esa niña es muy sabia.
Besos
Con la tentación de vivir. ¿O precisamente vive del no vivir? Esta Muerte convierte en sofisma cualquier atisbo de razonamiento.
EliminarNo creas, Alis, esto es como fabricar el pan cada día. A veces hay algo de masa preparada, otras veces se prepara y se hornea a medida que el apetito de escribir empuja.
La muerte borra cualquier imaginación. Tener ganas de vivir supone imaginar borrar cualquier cercanía de la muerte.
ResponderEliminarGracias Fackel.
Saludos.
Así es, así es. Pero los niños fingen mucho la muerte. Y precisamente su victoria reside en el engaño de sus juegos. ¿Ves? Personalizan a la muerte, tal vez generan otra Muerte como la que yo recreo. ¡Pero siempre resucitan! Maravilloso. Lo de ciertas edades avanzadas ya no es fingirla, es pensar mucho en todos los fantasmas que rondan, en el tormento que produce el tiempo pasado, los males que se ciernen...
EliminarEstos días pienso mucho y con emoción en la muerte en soledad de muchos ancianos, ya sabes por qué.
Discrepo contigo en el sentido del fingimiento de la muerte por parte de los niños pues es algo que rechazan de facto. No conozco a niño o niña alguno o alguna que la personalice. Trabajo con niños/niñas y es algo que ni siquiera son capaces de plantearse, les horroriza y evitan.
EliminarSí, la muerte en soledad de muchos ancianos es algo que hoy está en más de una mente, la mía entre ellas.
Por otra parte, deseo disculpes mi ignorancia y mi ineptitud por lo que en algunas de tus entradas no soy capaz de dar ninguna respuesta.
Gracias Fackel.
Por supuesto que puedes discrepar. La referencia que tengo no es actual sino la de mi infancia y entonces creo que, aunque nos diera miedo la muerte como a todos, éramos bastante morbosos. Así que tengo que cambiar los tiempos verbales del presente al pasado, pues lo hago. Está bien que indiques eso que percibes sobre los niños, me pones al día. En mis tiempos de menos juegos y medios sofisticados éramos más burros dándole al magín. Se ve que el tabú de la muerte, que siempre ha existido, se ha reproducido ahora mucho más. Y después de la experiencia del coronavirus acaso se impone lo políticamente correcto de no hablar de ella.
EliminarTampoco tienes por qué preocuparte si no comentas. Uno escribe en función de lo que le sugiere. Pero no creo que seas de ineptitud ni de ignorancia, simplemente no se te ocurre. También a mí me pasa en otros casos. Salud y resistencia al virus.
La muerte derrotada puede ser una noticia. Y por una muy joven narradora, tal vez con intuición de quien es su interlocutora.
ResponderEliminarEs que hay en contar historias, como en escucharlas, leerlas, algo de apetito de inmortalidad, de persistir de alguna manera, aun después de la muerte.
Algo que no tiene La viajera de la noche. Hay en la muerte como personificación algunas interesantes paradojas. Si ella recuerda a quienes se lleva, entonces los resguarda de ella misma, ya que la memoria de ellos persiste en quien no muere, porque es la muerte. Y su mayor derrota sería su triunfo masivo, porque ya no tendría más que hacer. Sino llevarse a si misma o quedar sola mirando las estrellas, que tardan más en morir, contándose a si misma las historias de los que alguna vez vivieron.
Es curioso que los sueños estén vedados para ella, a quienes algunos imaginan, como Neil Gaiman, como la hermana mayor del Sueño.
Acertada metáfora lo de viajera de la noche.
Saludos.
A los niños de antes se nos antojaba ver en personajes diferentes o extraños a personificaciones también extrañas. Gente de paso, viejos, incluso vecinos con algún trastorno nos hacían potenciar la imaginación nos parecían misteriosos y con extrañas y ocultas artes tras de sí. Una vez un chatarrero nos birló a toda la panda los hierros y plomos de basuras que habíamos recogido. Creo que aún no se lo he perdonado (seguro que los necesitaba más que nosotros) Las sombras de la noche siempre han sido un aliciente para el juego de los niños. Las historias de muertes y muertos eran el no va más de estar entretenidos días y días.
EliminarSí estoy contigo en que todo lo que gira en torno a lectura o escucha de cuentos es un intento por perseverar, por trascender. De hecho en los cuentos muchas veces no importa tanto la precisión de ciertos datos como el lado de intriga, las emociones que nos causen situaciones o personajes.
Pues sí, me haces pensar en que la Muerte, al menos esta, tiene mucho de eternidad no solo de su cometido sino de los vivos, por esa permanencia en recordarlos. Pero el recuerdo también perece. Algunos somos muy raros y ante determinados paisajes pensamos en los que perecieron allí: cuando visitamos una ciudad antigua en ruinas, cuando pasamos por un río (cuántos desparecidos de todos los siglos no habrá entre el cieno profundo de los ríos), cuando pisamos sin saberlo (algunos lo sabemos) fosas de fusilados de guerra...
No conozco a Neil Gaiman. Me falta tanto por conocer que voy a tener que pactar con mi personaje LM una prolongación sine die.
Dice la viajera que los cuentos que podría narrar darían miedo a los niños...como si ellos no necesitaran su dosis de miedito y llevarnos al límite a los adultos.
ResponderEliminarMe ocurrió una vez con una sobri en una exposición. Se escondió( un buen rato), le pregunté porqué lo hizo y su respuesta me dejó perpleja: sabía que me querías mucho y me buscarías y verte así me divierte ¡Tocate las napias!, verte así era desquiciada,llorando y al borde del ataque.
Adriana
Anda, me has retratado, porque yo era de esos. En una ocasión, jugando al escondite, un juego delicioso sobre todo si es en zonas abiertas, me escondí tan bien que no salí ni cuando declararon el fin del juego. Y llegó la noche y me quedé oculto bajo la higuera. No sé por qué me daría por ahí. Era como mi hogar, o mi madriguera. Y el personal buscándome.
EliminarA mi me gusta mucho contemplar el cielo, de noche y de día.
ResponderEliminarDespués de comer suelo tomarme un té y disfrutarlo delante de la ventana. Puedo ver las montañas que rodean mi valle, lo cual es agradable, pero mi vista siempre se va al cielo, a las nubes.
A veces, pocas por desgracia, son redonditas y me encantan, hacen formas que evocan animales o cosas y me arrastran a la infancia, cuando disfrutaba muchísimo poniéndoles nombre a las nubes según su forma.
Qué bella la infancia, o más bien la libertad de ver las cosas sin estereotipos, con muchas más páginas en blanco que escritas.
Eres una privilegiada si dispones de paisaje natural. Los urbanitas de toda la vida como yo, salvo en aquellos veranos lejanos, no nos proporcionan visiones relajantes. Sí, no hay como los tiempos de aprendizaje e iniciación. Pero yo no me he rendido, aún creo en ciertos modos de aprender y de iniciarme (o acaso me engaño para sobrellevar las canas)
EliminarHacerle frente a la Muerte no es fácil, es más, quizá no es posible. Pero no es tan lista como cree. Prefiero a la niña sentada a la puerta de su casa que teje cuentos cada noche en su sueño y su vigilia.
ResponderEliminarTus narraciones, un regalo.
Salud.
Quizá no es posible hacer frente a la muerte con minúscula. Me hace pensar esta frase, cuya respuesta solo depende de cada individuo. Y no la va a dar cuando pase por la experiencia, por razones obvias. Pero si no hubiera visto a algunas personas de mi familia pasar la agonía en calma aparente, es decir, cara a nuestras miradas (vete a saber lo que hay por dentro de cada cual en tal tesitura) te daría la razón. La Muerte con mayúscula, si has seguido la serie de los indómitos verás que varios individuos la torean. Pero son ganas de novelar. Agradezco tu lectura, siempre admito comentarios críticos y que incluso defenestren.
EliminarEstos días de ataque viral serio ha potenciado el pensamiento de la muerte -me horroriza la escarda que está haciendo sobre todo con gente de edad avanzada y patologías- pero hay que reaccionar tanto contra el patógeno, como contra los individuos nefastos que no colaboran y ponen palos en las ruedas, como contra el virus ideológico que pretenderá campar social y políticamente cuando esto vaya pasando.
Salud y cautela, Anna.
A veces, sin buscarlo, se encuentra en la narrativa la poesía que se precisa.
ResponderEliminar¿Por qué lo dices?
EliminarNo te quito la razón. Yo hace tiempo que encontré en la narrativa de otros la poesía. Esta tiene tantos rostros...
ResponderEliminarComo siempre, disfruto mucho tus Indomables.No se trata de hacer frente a la Muerte, sino de aceptarla con naturalidad, ser amable con ella, hasta poetizarla, me parece elemental y muy sano, puesto que ella, no es responsable de su cometido inevitable. Por eso, estoy de acuerdo con Chiloé -si entiendo lo que quiere decir-
Por la Vida, siempre. Y por la poesía, allí, donde se encuentre.
Bueno, lo de hacer frente lo entendía como afrontar, aceptar, asumir...Pero no es fácil la naturalidad. Además depende de las circunstancias del proceso final de cada individuo. Pero, ea, yo no quería insistir tanto en el lado realista como en el lado, como decías vosotras, poético, o de ficción, o de juego de personajes.
EliminarPor la mejora de la vida, que muchos no la tienen nada fácil y lo que pasa estos días y cuanto va a acarrear en materia económica va a ser muy duro. Necesitaremos todos algo más que invocaciones. Gracias, Soco.
Entre la niña ocurrente e imaginativa y la propia humanidad que hace todo lo posible por autodestruirse, a la muerte se le rompen los esquemas o, como se dice en términos coloquiales, se le caen los palos del sombrajo.
ResponderEliminarUn saludo. Cuídate.
Me apunto "se le caen los palos del sombrajo." Se ve que los da la Nueva Castilla tenéis un repertorio no muy diferente al de los castellanos viejos, que para el caso lo mismo. Hay que cuidarse y pasar la travesía del desierto y otras travesías que lleguen. Un abrazo.
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