Qué apacible y entrañable paseo el que dan Naida y Emina por las sendas de Slana Banja. La fronda del parque se abre a su paso. Nosotras no estamos aquí para hablar de las guerras pasadas, ¿verdad?, dice Emina. Somos supervivientes de ellas y también hemos sobrevivido a los estragos del amor. ¿No es suficiente triunfo? Nos persigue el pasado, pero, ¿a quién no? Nos encontramos en un presente que tampoco para, y buscamos que nos llene de sentido. Mira esta ciudad, Naida. No es muy diferente a la nuestra. Tiene también sus muertos, cunden los monumentos que recuerdan viejos combates, se despliegan memoriales de víctimas, nos abruman con la evocación de los héroes. Todo eso, ¿condiciona la vida? ¿O más bien cierra una etapa? Porque las heridas las lleva cada cual, son intransferibles. Las pérdidas no se comparten. Lo que queda, sí. El extranjero suele decir que de atrás todo está perdido. Que del pasado no se sabe si hay algo que sirva, y que lo útil, aprender de los errores, no suele ser suficiente enseñanza. Las coyunturas son tan variables. Así que ni altares ni cantos a personajes desaparecidos. Tú y yo podemos huir de todo ello. Quien más o quien menos, sobre todo los más jóvenes, ya lo hacen. Naida mira entregada a Emina. Hay un silencio. El rumor de los árboles suple a las palabras. La luz colorea los cabellos de ambas mujeres. La brisa fría hace palidecer sus rostros. De pronto Emina dice: Tienes a tu hombre abandonado. Y Naida: Y tú al tuyo. Ambas ríen. Se envuelven en una picardía compartida. Es curioso, dice Naida. Siendo el mismo hombre es en realidad dos hombres. Un hombre no es un ser inmóvil, como tampoco lo es una mujer. Ser es siempre adaptarse a una circunstancia. Improvisar en una situación o adecuarse a otras personas. Cada individuo se hace o se descompone en función del otro, de lo otro. Cuánto te gusta jugar con las palabras, replica Emina. Tú las desentrañas, las creas para el momento preciso. Esculpes con ellas y de inmediato las palabras desaparecen. Solo se sabe si dejan marcas en quien te escucha, y si este lo manifiesta. Yo, en cambio, vivo la atroz pesadilla de las formas en la piedra. Si recogen las ideas que me vienen de pronto o las que quiero madurar. Un día me levanto y no sé avanzar. Otros día modifico todo lo anterior o me invento una dirección nueva en el volumen de la piedra. Ahora mismo dudo en terminar la escultura al poeta de mi pasado, al amor disuelto. Si termino la obra para mí será el olvido definitivo de Edin, aunque la ciudad lo sienta renacido. Algo inútil, porque el recuerdo no revive a nadie. Pero si intento acabar la escultura faltaré a la verdad, es decir, traicionaré mis sentimientos prácticos del presente, que pasan por el olvido. ¿No crees, Naida, que a los muertos hay que olvidarlos para no obsesionarnos y poder seguir viviendo? Un día fuimos privados de los vivos con los que crecimos, eso está ahí. No podemos ahora perder la perspectiva de la vida junto a los que viven. Naida observa el brillo en los ojos de Emina. Se deja llevar con ternura hacia la mujer que lucha consigo misma. Venir a Tuzla, prosigue Emina, es como tomar carrera en el trampolín para luego lanzarnos con más claridad al retorno cotidiano. Pero, después de estos días juntas, ¿vamos a ser las mismas en Sarajevo? Naida hace un mohín escéptico. Las vivencias con frecuencia corretean y no se sabe dónde se posarán después, responde. Como las cornejas que nos acompañan junto al Miljacka, son las intenciones las que definirán lo que hagamos.
(Fotografía de Inés González)
La destrucción y las guerras suelen servir para que los supervivientes se planteen o, mejor dicho, se replanteen todo lo concerniente a lo humano y a lo divino: el destino que hay que dar a los muertos, el amor, el sentido de la existencia.
ResponderEliminarUn saludo.
Pero no creo que ese replanteamiento se dé con la misma intensidad y con las mismas correcciones en unas sociedades que otras. Las nuevas generaciones pueden no estar suficientemente informadas y ser víctimas de los eternos demagogos. Buen noche.
EliminarHay muertos que no acaban de querer marcharse. Tuzla fue un polvorín en febrero de 2014, como sabes. Primero mil jóvenes y estudiantes se unieron a los trabajadores de algunas empresas importantes en su marcha hacia el edificio del gobierno del cantón. La policía les repelió, así que al día siguiente volvieron, siendo unos 3.000 y los volvieron a castigar para llegar hasta doce mil en tres días, y aquello acabó en ordenar que los policías bajaran los escudos. La muchedumbre entró en la sede de Gobierno y la incendió. El Gobierno en pleno dimitía con su presidente, Sead Causevic, a la cabeza. «Aquí no existe ningún enfrentamiento entre serbios, bosnios y croatas. Es un enfrentamiento contra la clase dirigente, contra la corrupción, contra la miseria, contra la ausencia de futuro», decían. Tal vez la convivencia de culturas y religiones les saque del letargo del destiempo y de la sal.
ResponderEliminarUn abrazo
Una anécdota interesante de la que había oído hablar pero no conozco sus entresijos. Suena a lucha de clases en el más tradicional estilo, como de otro tiempo. Entiendo tus buenos deseos, pero convivencia y conflicto suelen ser las dos caras de la moneda en las sociedades pluriculturales. El diálogo siempre es necesario, pero también rebajar los planteamientos maximalistas que las religiones y las agrupaciones políticas suelen exhibir, ¿no? Gracias, Albada.
EliminarSi por sentirse uno frágil se evade de una naturaleza humana cincelada a porrazos, difícilmente le compensará seguir respirando si carece de fuerza física. Tus protagonistas parecen tenerla, que la disfruten!
ResponderEliminarLas cuestiones que tantas pasiones levantan, simplemente me siguen espantando porque no me inducen esperanza alguna, sino todo lo contrario, por tanto que los fuertes, insensibles y egoístas diriman que suyo es el mundo ahora, tiempo tendrán de empacharse o autoaniquilarse.
He conocido a individuos de apariencia frágil, de cuerpos con limitada capacidad física y sin embargo brillantes en su entereza, consistentes en su fortaleza anímica, decididos a coger el toro por los cuernos en cada situación complicada. Cuando no soñadores y capaces de transmitir élan a otros. Copiando a Brecht: esos son los imprescindibles para mí. Y no me refiero, ya que cito a Becht, a salvadores de causas propias y ajenas, que también los he visto y a los que reconozco todavía en estos tiempos líquidos en que los valores de entrega y compromiso permanecen más recónditos. Aunque exhibicionistas de sus causas los ha habido siempre, ojo.
EliminarLos aparentemente fuertes (¿lo son como individuos o amparados en la grey o en la moda o en los vientos socialideológicos que pitan?) no lo son tantos en cuanto pierden influencia; los insensibles se desmayan a la primera que les afecta; los egoístas declarados, que pasan por encima de los demás y se prestan al mejor postor, nunca lo tienen seguro tampoco. Sigo con atención el proceso de impeachment que se sigue contra el personaje deleznable que rige los destinos del mundo (y todo no depende de él ni por el forro, pero lo pretende) y cuanto más bocazas más débil da a entender que es. Pero siempre refugiándose en estructuras poderosas, cohortes de fieles tan egoístas como él, fanáticos varios y racistas multiuso. Cada individuo es muy poco si se viera desnudo de verdad. Y sin embargo, cierto tipo de personajes retuercen una y otra vez las reglas del juego colectivo, con todas sus secuelas de dividir las sociedades. Sospecho que aquí también sucede, y si n que se lo pregunten a una parte de catalanes.
¿No crees, Naida, que a los muertos hay que olvidarlos para no obsesionarnos y poder seguir viviendo?
ResponderEliminarCreo que no nos enteramos que estamos de pasada. Que hablamos de ello en los entierros, y que a la media hora se nos olvida y hacemos planes de futuro a largo plazo.
Creo que el sistema nos engaña para que consumamos como sino fueramos a desaparecer nunca, y que nos hace negar lo evidente, que es el paso del tiempo, lo irremediable.
Lo haré mañana. Bueno, aún tengo tiempo...Esto lo dejo para más adelante. Ya lo tengo todo en la vida, a ver si puedo ver a mi hijo casado...me gustaría conocer al nieto...
Salut
Pues sí, así es, pero dime si somos capaces de vivir de otra manera. Nos debatimos entre vivir al día sin planes y vivir para un futuro que no sabremos si vamos a tener. Todos queremos una solución intermedia, que suele ser desquiciante. En mis tiempos jóvenes si vivías al día y divertidamente no aprovechabas el tiempo para "ser un hombre el día de mañana", que nos decían. Si te dedicabas a estudiar fuerte no disfrutabas del día a día de otros. En fin, el problema ha estado así siempre. Cuestión de pesar y sopesar con la balanza: cuánto de aportador ha ido en un platillo y cuánto de pérdida en otro. Pero ¿cómo lograr un fiel de la balanza ecuánime? Ah.
EliminarCondición humana, hermano Miquel. En Castilla había un dicho para no obsesionarnos con estas cuestiones a nuestra edad: "total, yo ya tengo toda la cebada vendida", decía el dicho que ya no se usa porque los modos agrarios ya no son tales.
Ayer mismo utilicé la última frase del texto en una conversación con una joven de 18 años. Mi objetivo era hacerla comprender lo importante que es cuidar las intenciones primigenias de nestros objetivos. Sin arroparlas, las batallas no tienen sentido. O eso creo yo.
ResponderEliminarAh, me copiaste, jaaaaaa. Es broma. O sea una de 25 dando consejos a una de 18. Qué sesudas vais hoy en día...En serio ya: muy certera tú, porque aunque el receptor de la frase o de la idea no lo aplique de inmediato puede que siempre le quede ahí para otra ocasión. Lo que pasa, Undine, es que no siempre se sabe medir las intenciones, pues nos arrastran las pasiones, los deseos, los objetivos que creemos fáciles de lograr, o la desidia, la banalidad, la irreflexión...Lo dejo abierto. Que la lluvia te acompañe.
EliminarMe has recordado a mis inolvidables viajes por Bosnia-Herzegovina, país que me atrapa tanto como tus textos. Un abrazo.
ResponderEliminarQué es más irreal, si este relato sui generis o el país está por dilucidar (ironía) Gracias, buen jueves. JFB.
EliminarNo sabemos cuáles son los confines de lo real, si es que real describe unos límites materiales y objetivos, cosa que cada vez me cuesta más creer. Nuestras ilusiones, desesperanzas, recuerdos ¿qué son? Sombras, reflejos en un espejo de emociones que alguna vez experimentamos, o quizás no, tan solo imaginamos tenerlas. En tu relato hay una nostalgia de lo irreal, del deseo de esquivar la realidad escrita sobre las tumbas y el sufrimiento.
ResponderEliminarTambién lo imaginario o imaginado es real. Las ilusiones, esperanzas o recuerdos son algo real sobre lo incierto, lo improbable o lo perdido, en ese orden. Que en modo metafórico lo llamemos sueños o reflejos está bien, por un momento zanjamos o aliviamos la angustia por lo inasible. Me alegro de que comentes y señales detalles que percibes del relato.
EliminarSaludo desde el viento y la lluvia, efímeros antes o después, pero onerosos mientras duran.