De niña jugaba por aquí, pero todo ha cambiado. Había calor en las relaciones entre las familias del barrio, no importaban los credos ni las ideas laicas que se tuvieran. También funcionaba la cooperación, dejando de lado ciertos asuntos difíciles sobre los que se podía discrepar pero que nadie pensaba en utilizar para enfrentarse. Después, cuando todo aquello sobrevino, muchos vecinos abandonaron el lugar forzosamente. Otros, como yo, venimos de vez en cuando a recordar las edades de inocencia. Naida se esfuerza en hablarme del lugar o de otro tiempo, y procura hacerlo con distanciamiento emocional. Como si no la afectara. Como si se esforzase en una clase de comprensión que le permitiera ser equidistante, que le otorgara esa calidad superadora del sobreviviente. Cualquier día, dice, derribarán las casas que quedan aún en pie. Por eso aprovecho para rescatar lo que se tuvo pero luego se detuvo, actualizando de ese modo mis recuerdos. Lo que se para se pierde. La memoria que guardo no es solo de personajes conocidos o de momentos que vivimos juntos, es algo más propio, más ¿cómo diría?, más íntimo y difícil de racionalizar para mí. Facultades de los sentidos. Y los sentidos no se pueden racionalizar así como así. ¿Ves, por ejemplo, aquellas moreras? Si nos acercamos cogeremos sus frutos, nos mancharemos, pero el tinte no será percibido de la misma manera por ti que por mí. A mí esas manchas me hablan, no te digo el gusto dulce o la forma apiñada de sus granos, y mientras nos concentramos en arrancarlas y comerlas tú lo verás como un gesto gastronómico, se podría decir, o como la actitud de acompañarme a cogerlas, pero yo lo siento como un ejercicio devoto de lo vivido. Cualquier detalle, la inclinación de la carretera, la angulosidad de las casas, el arbolado, el rumor de una acequia próxima tienen un sentido múltiple para mí. Sé que el día que venga y esto se haya transformado o acaso desaparecido del todo me parecerá una brutalidad. Aun aceptando que las obras pudieran ser necesarias para la ciudad, algo que habría que ver, yo lo percibiría como ataque a una ley no escrita, pero sí individualizada, de mi pasado. Me tocarían mis vivencias.
Naida calla, se adelanta unos pasos, mira en direcciones diversas. Nadie asoma. El silencio del lugar solo es rasgado por los ladridos estentóreos de perros callejeros que se buscan unos a otros. Naida indica con el dedo en dirección a su oreja. ¿Oyes los perros? Mucha gente los tiene miedo, corretean por estos barrios como viejos resistentes, pero cuando me ven aparecer se acercan, callan, se dejan acariciar, me acompañan. ¿Son ellos también parte de tus recuerdos?, digo. Naida se pone grave. Son la propia carnalidad de la memoria. Memoria perro, memoria voces, memoria juegos, memoria camaradería. Memoria inocencia. Ellos transportan en su orfandad el pasado. Como yo misma.
Naida calla, se adelanta unos pasos, mira en direcciones diversas. Nadie asoma. El silencio del lugar solo es rasgado por los ladridos estentóreos de perros callejeros que se buscan unos a otros. Naida indica con el dedo en dirección a su oreja. ¿Oyes los perros? Mucha gente los tiene miedo, corretean por estos barrios como viejos resistentes, pero cuando me ven aparecer se acercan, callan, se dejan acariciar, me acompañan. ¿Son ellos también parte de tus recuerdos?, digo. Naida se pone grave. Son la propia carnalidad de la memoria. Memoria perro, memoria voces, memoria juegos, memoria camaradería. Memoria inocencia. Ellos transportan en su orfandad el pasado. Como yo misma.
(Fotografía de Inés González)
En ocasiones es bueno retornar a esa inocencia en que las personas se hablaban en la calle, se comunicaban.
ResponderEliminarPosiblemente sea que me hago vieja, pero añoro esos tiempos en que de niña en la calle jugaba, había niñez, vecinos, tiendas ... nada que ahora se pueda ver, vivir, recuperar.
Será que me hago vieja.
Saludos.
Las ciudades han cambiado, las relaciones han mutado (como mucho permutado), el valor de las cosas se entiende de otro modo...No es que nos hagamos viejos, es que valoramos lo constructivo que hubo. Pero ea, líbrenos Cronos de la Melancolía.
EliminarNos hacemos viejos cuanto añoramos nuestros códigos de relacionarse que hoy en día son distintos.
ResponderEliminarSaludos.
Pues es una sabia reflexión. Me quedo pensando en el tema, da vértigo no obstante pensarlo.
EliminarMe agrada pensar o creerme o creerme que siento todo lo vivido como ingredientes de un guiso a fuego lento. Los ingredientes aunque transformados permanecen pero se han combinado al exudar toda su sustancia. No importan la humildad o heterogeneidad del mismo, a veces resultan sencillamente deliciosos. Eso me gusta, me gustan los buenos guisos y este me lo parece!
ResponderEliminarEsas moras, esas moras aún perviven a puñados en mi persona dictando deliciosos soliloquios monte arriba, monte abajo, a la solana del emocional hogar cantabrico
Las moras y los higos y los pacharanes y las manzanas y las nueces y las cerezas y...Todo cogido de los árboles o las zarzas, subidos en ellos o arrostrando loas pinchos, y es que mis veranos del Norte estaban repletos de frutos-sabores-imágenes y mucho más...Bendita memoria. Benditas vivencias. Que nos quiten lo bailao. Es un consuelo frente a lo ligth de ahora.
EliminarFuimos afortunados en ese sentido, hermano ....y pase lo que pase, que no decaiga!
ResponderEliminarLo pasado y bien vivido (experimentado) no decaerá. Y si no, siempre quedará la opción Quino (o que se le adjudica a Quino):
Eliminar“La vida debería ser al revés; Se debería empezar muriendo y así ese trauma está superado; luego te despiertas en una residencia mejorando día a día… después te echan de la residencia porque ya estás bien, y lo primero que haces es ¡cobrar tu pensión! Luego en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro… Trabajas 40 años hasta que seas lo bastante joven como para disfrutar de tu retiro laboral; entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo y te preparas para empezar a estudiar. Luego empiezas el colegio, jugando con tus amigos sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé. Y te pasas los últimos nueve meses flotando tranquilo, con calefacción central, servicio de habitaciones, etc. Y al final abandonas este mundo en un gran orgasmo!”
Luego el revés sería el derecho ¡¡¡
ResponderEliminarUfff que lío. Me conformo tal y como está montado, sólo hace falta lo que Aristóteles llama "sentido común" y que nosotros hemos casi llegado a olvidar.
Quédome con la parte de vida que me ha llegado en cada etapa de mi vida. No añoro nada.
De todas he sacado conclusiones, y seguro que, de haber hecho las cosas diferentes, me hubiera equivocado de diferente manera, pero también me hubiera equivocado.
La vida en si ya es un premio, depende de nosotros lo que hagamos con él.
Salut
Estoy de acuerdo en tu última frase, pero...depende la vida que hayamos llevado. ¿Es un premio para los que nunca levantan su condición infrahumana en tantos territorios del planeta? ¿O nuestro occidental-centrismo no nos permite ver sino aquello que, sin ser precisamente perfecto ni feliz, vivimos nosotros y tomamos como referencia para "filosofar" sobre el resto del mundo? Cuando hacemos filosofía-abstracción -eso se lo pregunto a todos los filósofos que en el planeta han sido- ¿estamos tocando lo real? ¿O filosofando sobre ese mundo al revés que acaso es la vida soñada? Naturalmente nos conformamos con lo montado, al menos en su término general, primero porque no puede ser de otra manera y después porque constituye la referencia, aunque luego los apellidos, la trastienda o simplemente la aplicación de eso llamada vida a los individuos difiera. Y en efecto, el sentido común -ay, cuánto me lo recordaba mi padre- debería ser la primera norma conductual y ética. Pero a veces da repelús utilizar términos devaluados. Recuerdo al limitadito Rajoy hablar de sentido común, lo convertía en una abstracción para ocultar su incapacidad gobernante, pero no solo le ocurre a él. Hoy presenciamos un miedo abismal entre los políticos a utilizarlo, parece que otras propiedades menos éticas de su personalidad se imponen (la ambición, por ejemplo) Pero ¿quién de nosotros podría tirar la primera piedra? Si critico a los políticos también tengo que criticarme a mí mismo. Ea.
EliminarEsa imagen es muy parecida a mi ex hogar aldeano en Asturias en cuyo humilde frigorífico anidaba una familia de ratoncillos de campo... entre otros tantos bichejos alrededor. Corría el 2001. La ciudadana capitalina del mundo se exilió voluntariamente a una especie de medievo emocional y físico! Cerrado el círculo de la experiencia se largó a un espacio más acorde al inevitable proceso de envejecimiento... pero con los Picos de frente!
ResponderEliminarSupongo que habrá una diferencia, al menos, digamos irónicamente sutil: esta fachada de casa humilde está repleta de impactos de metralla. Seguro que el paisaje se hace más parecido al asturiano.
EliminarCierto, pero me refería a la estructura exterior, la mia era de piedra y adobe pero sin metralla, afortunadamente. De esas donde unes poques vaques dormían y parian en el establo situado en la planta baja, ya sabes. Si encuentro la imagen te la envío!
ResponderEliminarYa, ya, más o menos conozco casas de campo del Norte cantábrico y proximidad que, por cierto, tienen muchas tipologías que las diferencian, desde Galicia a Navarra. Naturalmente, depende de las disponibilidades económicas y sociales los edificios son más modestos o más de alcurnia, digamos. Es un tema precioso el de la Arquitectura rural.
Eliminar