Mira qué juguetonas están las cornejas, exclama Naida tirando de mí. Hay testigos que aseguran que nunca se fueron ni en los peores trances vividos en este valle. El oscuro Miljacka se tiñe hoy a plateado. Estas aves tan curiosas como domésticas son más de aquí que nosotros. No te fíes, la contesto con irónica intención, tal vez las trajeron los vecinos del sur. Qué importa con quiénes llegaran, salta Naida con carácter, y además ¿por qué no iban a venir solas? ¿Quién te dice que no estaban ya antes de fundarse la ciudad? Podrían perfectamente ser ellas las que sugirieron el lugar a los primeros pobladores, ríe Naida. Además, que hubieran acompañado a turcos o a eslavos, ¿importa mucho? A mí me transmiten la paz que nunca hubo de modo definitivo entre nosotros. Cuando pienso en lo padecido en esta ciudad hace unos años me siento en un banco y las contemplo. Te lo creerás o no, pero hablo con ellas. Naida siempre me sorprende y he llegado a la conclusión de que no solo son metáforas lo que revela. Hablo con ellas, prosigue, como a veces hablo con los muertos. Es una manera de no olvidar pero también una exigencia de evitar el odio. ¿Sabes por qué? Ni idea, le respondo. Porque tanto los muertos como las cornejas son intermediarios entre los hombres y las familias de unas y otras creencias. Si todos escuchasen lo que tienen que decir guiarían sus reflexiones por otro camino más constructivo. Y acaso la calma aparente de hoy podría llegar a ser definitiva. Es inevitable dejarse seducir por ese lenguaje literario de Naida. Yo insisto en traerla al lado racional de la realidad. No es fácil lograr una paz fiable y definitiva, la memoria sigue siendo onerosa y los intereses en juego se han vuelto ambiciosos y divide a todos de manera desigual, matizo. Naida habla absorta y lenta en su mirada sobre el río. Sin duda, eso es lo que me lleva a considerar que si volvieran los malos tiempos optaría por convertirme en corneja.
(Fotografía de Inés González)
Adorable entrada que pone en evidencia la inexistente comunicación entre quienes somos únicos dueños del pensamiento y la palabra: los humanos.
ResponderEliminarTal vez dejará de ser utópico hablar con las cornejas y con los muertos en una sociedad donde predomina de-humanidad.
Muy buena entrada.
Saludos.
Es una comunicación relativa, como toda relación humana, cargada de aproximaciones y alejamientos, comprensiones y desentendimientos, de visión panorámica y de óptica reducida, etcétera. Creo que nuestra especie descoloca a todas las demás.
EliminarSalud y disfrute del atardecer de estío.
¿Convertirse en corneja? No sé yo sí diera buen resultado.
ResponderEliminarSaludos.
Depende del hábitat. Las cornejas de Sarajevo son poderosas.
EliminarImporta saber quién estuvo o llegó primero? Lo importante es comprender que las ciudades no pertenecen a la gente -ni a las cornejas- sino que, al contrario, somos los seres vivos -y los muertos- quienes pertenecemos a cada sitio y a cada historia.
ResponderEliminarUna cosa es el sentido patrimonial y otra la identificación, yo me quedo con esta última. Los amos propietarios de haciendas y vidas sobran.
Eliminar(Importa tener de cualquier cultura y civilización datos sobre quién, cuándo y cómo llegó para reconstruir una información histórica. Para saber cómo vivían, pensaban y, en la medida de lo posible, sentían. Sin esa información dudo que podamos comprender el pasado y cómo los valores y significados por los que se hicieron las cosas han variado o han permanecido, según. Por supuesto pertenecemos a un lugar, aunque está muy extendido entre nosotros la identificación = posesión, una manera de hablar ¿o de creernos reyes del mambo?)
El placer de la sensibilidad. El placer del agua, del vuelo ..... del pensamiento no tanto.
ResponderEliminarPues cuando el pensamiento y los sentidos se alían son el no va más...
EliminarLa fotografia és preciosa, pel contrast de pedra i aigua, i la "corneja" com a símbol del pensament i els sentits aliats.
ResponderEliminarLas cornejas de Sarajevo son muy independientes y ácratas; crees que te dejan acercarte a ellas pero su patria es su vuelo y no se dejan llevar al huerto por nadie.
EliminarFackel...has descrito amor, paz, sensibilidad en este relato, maravillosamente escrito.
ResponderEliminarGracias, ten una linda semana :0)
Eres de generosidad abundante en tus epítetos, Loola, me releeré el escrito para descubrir lo que tú has visto en él. Gracias.
EliminarEs curioso, lo primero que he recordado es que las cornejas están en el inicio de la literatura en castellano (los primeros versos del Cantar de Mio Cid). Ya estaban aquí. Quizá seamos nosotros los extraños.
ResponderEliminarAllí piensan de aguijar, allí sueltan las riendas.
EliminarA la exida de Bivar ovieron la corneja diestra
e entrando a Burgos oviéronla siniestra.
Meció mio Cid los ombros e engrameó la tiesta:
—¡Albricia, Álbar Fáñez, ca echados somos de tierra!—
No andas descaminado. Los españoles tenemos la facultad de extrañarnos (de nosotros mismos) aunque aparentemos estar muy entrañados. En ocasiones recurrentes de nuestra historia somos de dudoso fiar. No nos veamos de nuevo en tal tesitura. Las cornejas ¿nos precederán en el reino de la paz?
Un barranco hacia el abismo. Así, como las cornejas, tal vez los humanos vamos hacia ese final.
ResponderEliminarUn texto encantador. Un abrazo y feliz día
Y yo que me había levantado hoy animado...Debemos recordar que la historia de la humanidad es así, con fases de acción/regresión, no vamos hacia fases destructivas por un fatum ni por una sola razón o personajes, hay razones más de peso para considerar que si no corregimos a tiempo las catástrofes seguirán produciéndose y a nivel planetario incluso. Vamos, ya es un tema de debate extendido, y no solo por el asunto climático.
EliminarGracias por el comment. Recuerda: las cornejas nos precederán, huelen el peligro y hacen caso. ¿Nosotros?
Siempre he considerado a las cornejas aves muy enigmáticas. Algo tendrán que ver las lecturas con esto. Su mirada penetrante resulta enigmática e inquietante. No me fío de ellas porque provocan sensaciones contrapuestas...que desvelan nuestras propias contradicciones.
ResponderEliminarEn efecto, Luis Antonio. Por alguna parte leí una vez que en Irlanda la corneja es uno de los nombres que se daba a la diosa de la guerra, ¡nada menos! Eso atemoriza, porque allí donde cohabitan con humanos transmiten otras sensaciones. Pero qué curioso que si se aplica el mito irlandés a la terrible experiencia bosnia, y más en concreto de Sarajevo, parece que fuera también parte del fatum. En la Grecia clásica, en su mitología, también aparece y además es considerada atributo de los adivinos u oráculos. Lagarto, lagarto dirían los andaluces aunque fuera cosa de cprnejas.
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