"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 28 de junio de 2019

Leyendo al Arcipreste me olvido de la canícula




Sé de un otro modo de pasar los calores, las calorinas y los acaloramientos de estos días. Los del clima natural y los de la climatología política, sean peninsulares o mundiales. No propongo piscinas ni playas ni fuentes ni helados ni refrescos. Ése es un terreno que me resulta incompleto, pero allá el personal. Ese otro modo de pasar la canícula es sentarse, olvidarse de las cuitas y disputas, y leer. Percibir lo grato, que no solo es placer, sino también gratitud, que a su vez resulta ser una virtud. Así de sencillo. Luego, que cada cual lea lo que le estimule en esa dirección.

Yo hoy, por ejemplo, pero es que soy muy raro, he tomado de par de mañana un libro que lleva camino de cumplir ocho siglos, y que sigue vivo y vivaz. Aquel personaje llamado Juan Ruiz -Joan Roíz, Johan Ruiz, Johanne Roderici-, más conocido como Arcipreste de Hita, clérigo no al uso, supo escribir con ironía, cinismo, gracia y agudeza abundante sobre los bienes y los males que sacudían a los humanos de su tiempo en la España. Que en parte han cambiado de formas, que no de anhelos ni de intenciones. El Libro de buen amor no se refiere solo al amor de amar, sino al goce y placer del vivir. Que no solo es de penar ni de penitenciar. ¿Que satiriza a sus compadres clericales? Sin duda. ¿Qué se burla de las fiebres amatorias? Obviamente. ¿Que ironiza sobre cuanto obnubila la mente humana y sus pasiones? Es así. ¿Que se muestra socarrón con las costumbres y las artes mundanas de sus paisanos? Es indiscutible. ¿Que dispone de probada información sobre los comportamientos y vicios de los hombres y mujeres? Constancia deja de ello. ¿Que su lectura debía producir ya en su tiempo reacciones hilarantes, curadoras de los males de la mente? Es probable. Y hoy mismo, a quien se introduzca en ese Libro de buen amor le hará buen bien. Y miren que digo esto casi en castellano viejo. Uno de los cantares que elijo para leer y pensar en lo leído se titula Aquí fabla de cómo todo ome entre los sus cuydados se deve alegrar...Es decir: Cómo todo hombre entre sus preocupaciones se debe alegrar, diríamos hoy. Procurarse alegría, distensión, desconexión se me ocurre interpretar en clave presente. Una recomendación muy oportuna para los tiempos de incertidumbres y pesadumbres que nos tocan vivir. Y así empieza el mencionado cantar:

Palabras es del sabio é díselo Catón:
Que ome á sus cuydados, que tiene en coraçón,
Entreponga plazeres é alegre la rrazón,
Ca la mucha tristeza mucho pecado pon'.

Palabras son de sabio, y díjolo Catón,
que el hombre a los cuidados, que tiene en corazón,
entremezcle placeres y alegre la razón,
pues la mucha tristeza mucho pecado pon.

Aviso a los navegantes de las tristezas, depresiones y melancolías. Tal vez siguiendo consejos del osado y desconocido Arcipreste muchos podrían evitar el diván el terrible o algo menos terapéutico y sí mucho peor. 



12 comentarios:

  1. Algo de verdad lleva, para que negarlo.
    Salut

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  2. Muchos de mi generación conocimos al Arcipreste gracias a unos versos que interpretaba Paco Ibáñez. Siempre va conmigo don Pitas Payas, pintor de Bretaña, que casó con mujer joven que amaba la compaña:

    "No abandones tu dama, no dejes que esté quieta,
    siempre requieren uso mujer, molino y huerta;
    no quieren en su casa pasar días de fiesta,
    no quieren el olvido; cosa probada y cierta.

    Es cosa bien segura: molino andando gana,
    huerta mejor labrada da la mejor manzana,
    mujer bien requerida anda siempre lozana;
    con estas tres verdades no obrarás cosa vana."
    Un genio.

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    1. En efecto, a Paco Ibáñez y otros hay que agradecer textos clásicos vertidos musical y reivindicativamente.

      Tenemos un acervo importante y sabio, pero qué mal se ha divulgado. País ingrato.

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  3. Biennnnn, que leer supone la actividad de compartir y el consiguiente enriquecimiento psicológico a eso que los neurotransmisores conecten, cuanto menos! Tanto que decir que no sabría por dónde empezar, solo que alguna visita temprana y puntual por alguna biblioteca bien acondicionada y no demasiado alejada también ayuda!
    Aún recuerdo con gusto cuanto me agrado ese texto cuando lo leí muy jovencita!
    Me viene bien pasar la canicula experimentando las posibilidades al respecto en mi nuevo hogar! De momento muy bien! Si por ahora no tuviera ciertas obligaciones por la meseta ya estaría pateando por la cornisa cantábrica! Tenga vuesa merced feliz lectura!

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    1. Gracias. Dicen que ha hecho hoy más de cuarenta grados por estos lares. Y yo perdido en el siglo XIV, entre clérigos ociosos, taberneros borrachines, goliardos provocadores y dueñas tentadoras. Y he salido indemne.

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  4. Menos calor no sé si pasaré pero distraído me he quedado. ;)
    Saludos.

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    1. Pues ya la distracción alivia la sensación térmica, no lo dudes, Alfred.

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  5. La lectura como sombra en verano, me parece la propuesta ideal. Si sopla una brisa marina de fondo, entonces ya es el goce el mayúsculas. Hace demasiado que leí al Arcipreste, y con tu lúcida reseña me provocas que lo busque y vuelva a disfrutar de la reflexión continua de ese libro.

    Al final, ocho siglos no son nada cuando se habla del ser humano y sus luces con sus sombres. Un abrazo y buenas lecturas

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    1. En efecto, no son nada porque, por una parte, persisten las mismas motivaciones humanas y, por otra, atrapa acercarse a tiempos que apenas alcanzamos a vislumbrar en sus formas de vida a través de textos. La novela histórica como recreación cumple un papel interesante, aunque no es oro todo lo que reluce. Pero leer autores de hace siglos propicia nuestro esfuerzo imaginativo, ponernos en su lugar y en el del medio que habitaban, fantasear, sentirnos más cercanos y, sobre todo, sacar conclusiones sobre el tiempo transcurrido y lo que somos o creemos que somos ahora.

      (Las maneras físicas que adopta nuestro cuerpos para leer son múltiples, no siempre la sombra de un árbol es la apropiada -los bichitos incordian- o una terraza de café al aire libre resulta lo más adecuado, y mira que a mí me gusta -el vocerío de otras mesas interfiere- y ya no te digo una playa, que desestimo por sistema porque en ellas hoy ya no se está tranquilo y ni siquiera a gusto)

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  6. Los clásicos, siempre ahí para ayudarnos.
    Recuerdo haber leído algo, pero no entero. A ver si algún día me animo.
    Salu2.

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