"El caminante vagaba de los tilos hasta el borde
rocoso de las breñas y, buscando más allá del horizonte,
lanzaba su mirada al mar".
Francesc Cornadó, Der Wanderer, de Jardí ardent.
Cuánto tiempo hacía, se admira Naxos, que no contemplaba el mar desde una altura como esta. De niños subíamos a los farallones a despedir a los navegantes. Ellos, orgullosos y esperanzados, nos decían adiós con los remos. Muchos no volvieron nunca, nadie sabe si desaparecieron en la travesía o si llegaron a tierras lejanas. Todos hablaban de los riesgos, pero el mar atraía. No bastaba la pesca próxima, había que ir más allá para encontrar mercancías que avezados marinos nos mostraban ostentosamente al retornar. No se distinguía bien entonces qué tenían estos de comerciantes o de nautas, ni qué fue transformando a unos y otros en un nuevo oficio que a veces se triplicaba. Las ofertas de colaborar en hazañas guerreras de conquista estaban bien pagadas y hubo tantos que se dejaron tentar. Además los éxitos bélicos facilitaban también los negocios. Había quienes opinaban: el dinero abundante merece que se corran riesgos. Las tormentas, las naves enemigas, las enfermedades, los naufragios no arredraban a los vecinos que partieron. ¿Qué sabían ellos de las penurias hasta que las padecieron? El hombre solo entiende cuando sufre en su propia carne. E incluso sabiéndolo vuelve a las andadas porque la miseria mata más que las empresas inciertas. Sin embargo, ¿cuántos de los que partieron regresaron con riquezas que justificaran la aventura? También yo me dejé incitar por por el mar y por lo que contaban que había al otro lado del mar. Por qué me apunté a la travesía de Odiseo solo me lo explico por mi manera de ser ingenua. Odiseo no buscaba especiales bienes, ni famas que levantaran leyendas, ni hacer de su personalidad una imagen que deslumbrara. Toda su obstinación le llevaba a perseguir una tierra utópica, donde la gente viviera con más armonía y el amor, decía, no se acabara nunca. Los demás compañeros buscaban algo más que objetivos ideales y vagos. Seguramente les motivaba a ello la mejora de las familias que habían dejado atrás, o el hambre que habían padecido. O la ambición, que al más humilde y sensato de los mortales acaba despojando de la prudencia. Que Odiseo prometiera que íbamos a alcanzar una costa nueva y diferente de todas las costas conocidas a mí me sonaba muy bien. Hace unos meses, cuando embarqué, no exigía nada más. Yo buscaba la aventura por la aventura. ¿Qué otro fin puede proponerse un joven que aún no ha recorrido mundo? Pero mis compañeros acabaron hastiados de las veleidades de Odiseo, que rechazaba cuanto se le iba ofreciendo por la travesía, si bien hay que reconocerle su capacidad para deshacerse de los monstruos. Los monstruos más peligrosos no son los que aparecen físicamente ante nosotros, esgrimiendo fuerza o malas intenciones, sino los que ocupan nuestra mente y nos arrastran hasta las caídas más expuestas. ¿Por qué abandoné también al jefe y me sumé a la deslealtad de los demás? Tampoco yo comprendía muy bien la finalidad de Odiseo. Quiero aún disfrutar de un mundo dentro de este mundo. ¿Que he elegido una opción solitaria y condenada al fracaso? Sé que eso piensa el grupo que se ha adentrado en este país, pero ¿tienen acaso ellos más posibilidades de sobrevivir?
Cae la tarde y los pensamientos han dejado al joven extenuado. Baja de la ladera hasta la playa. Se acuesta sobre la arena. La luz del cielo se vuelve líquida y le parece ver en el mar lejanos planetas. Uno de ellos se aproxima, pero Naxos no se estremece. El agotamiento le vence. ¿Volverán por aquella costa las antiguas figuraciones que tentaron a Odiseo y a sus compañeros?
(Fotografía de Ata Kandó)
La vida misma.
ResponderEliminar¿Habrá sido siempre así o de modo análogo?
EliminarDel color de sus coordenadas temporales, circunstancias temporales imagino. Las formas se derrumban, truecan y desaparecen, los fondos o conclusiones vitales inconscientementes seguramente se repitan .... imagino conforme a mi particular circunstancia .... vuelvo a imaginar.
ResponderEliminarSabes?, las tétricas catacumbas de la Ciudad de La Luz me andan inspirando mucho últimamente. Una contradicción más, para variar, y bastante importante en mi caso.
Yo no las he visitado nunca, pero sé que son espectaculares. Y claro que inspiran.
EliminarTampoco las he visitado físicamente pero un extraordinario reportaje británico me permitió fijarme en espacios prohibidos al turista común y por supuesto me impresionó e influiría desde hace unos años, menos de diez. Respecto a la primera parte de mi comentario lo acabo de ver corroborado más o menos científicamente. Nada especial que no sepámos, imaginemos o deduzcamos pero se agradece que más personas mejor relacionadas y con más medios lo compartan. Te reenviaré el enlace que me he enviado a mí misma en cuanto lo he visto lo antes posible, porque tiene fecha de caducidad.
EliminarGracias, sigamos explorando playas y cloacas (es un decir)
EliminarSobre el acantilado miramos el mar, damos la espalda a la ciudad. Un aislamiento, una desconexión con rumor de olas sustituye el bullicio.
ResponderEliminarCuántos se fueron sobre las olas buscando aquella isla donde hay un templo dedicado a Venus y hoy solo encontramos unas cabras macilentas.
Abrazos
Francesc Cornadó
Miramos y vemos hacia atrás y hacia adentro. El mar siempre es la excusa, incluso para aquellos navegantes ahítos de penurias y de envejecimiento temprano.
EliminarNaxos en un aventurero y no ha podido resistirse a su deseo interior de búsqueda de respuestas, siento mucha curiosidad por saber que le deparara su aventura en solitario.
ResponderEliminarYo también tengo curiosidad, a ver si me entero. Salutem.
EliminarEs curioso cómo el viaje ha marcado a la humanidad, incluso a los sedentarios que se quedaban en los muelles despidiendo a los que se iban.
ResponderEliminarEl viajero jamás regresa: ya conocemos la paradoja. El viaje nos cambia. ¿Igual que la espera?
La espera es transitoria. Mas los que no parten nunca ¿en qué acontecen? La historia española tendría mucho que decir al respecto. La vida humana es una constante migración.
Eliminarde viaje, recalo en tu antorcha!
ResponderEliminarrecuerdos afectuosos
Que sea un viaje grato y de vuelta, gracias por parar y leer. Un saludo cordial.
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