"El fragor de la mar
morada y removida en torno a mí,
anclado me retiene".
Simónides, Efecto del fragor.
A estas alturas de su desdicha desearía no ser como había sido, haber probado de lo que quedó al margen, tocar lo que no alcanzó, le gustaría no haber transcurrido por caminos que fueron callejones sin salida, calles cortadas que obligaron a retroceder sobre sus pasos, y en este sentido piensa si su pensamiento habría sido diferente, menos rebelde y más condescendiente en el justo tiempo en que uno fue y otro pudo haber sido, piensa así vagamente, a contrapelo, en choque con los hechos que llegaron a suceder y que no admiten cambio, mientras el oleaje le exaspera, pero es tarde, fue tarde incluso al momento siguiente de tomar decisiones, de elegir una dirección, de decidirse por una meta que hasta entonces no se contemplaba para él, de pactar los acompañantes, de disponer los pertrechos y el aprovisionamiento, es tarde desde que la nave puso rumbo a experimentaciones deseadas cuya seguridad siempre es incierta, no cabía sino intentarlo a pesar de que ya preveía desde el principio que el futuro era una ilusión, un espejismo donde proyectar sus deseos confusos pero enardecedores, le habían hablado de riesgos cuyas denominaciones no aceptaba, desfiguraba el sentido de las leyendas y de los vaticinios para que se adecuasen a sus pretensiones, necesitaba palpar la materia misma del peligro, lo que no se podía dimensionar más que acometiendo la travesía, por mucho que algunas descripciones de esta fueran o intentaran ser precisas le resultaba improbable valorar el alcance de cuanto iba a sobrevenirle, pero a medida que los días y las noches se apoderaban de él y de sus compañeros se veía más limitado para medir sus fuerzas en la accidentada progresión de la nave, incluso aunque le hubieran advertido de en qué parte del océano iban a aparecer los monstruos o a qué latitud se iban a mostrar seductores personajes fantásticos o en qué costa de proximidad iba a recibir acogida amable donde se le ofrecería detenerse para siempre, la duda sobre si había acertado le acompañaría, era su sino, y ahora allí, enmaromado a su soledad en una nave perdida, mientras arreciaban inclementes tormentas, herido por el sol, carcomido por la salinidad maligna, la piel ulcerándose a través de todo su cuerpo, y la intensa luz negándole la mirada, siente la acometida del arrepentimiento, envidia la suerte de quienes le han traicionado, le urge blasfemar contra la imaginaria patria que había concebido en sus ambiciones, ya no es el héroe que alguna vez soñó, a cada instante deja de ser el que fue, la otredad se impone, y piensa en medio del marasmo si a un héroe puede aún sucederle otro, y piensa si tendrá otra oportunidad al solicitar el auxilio de aquellas fuerzas en las que no cree, pues recibir su ayuda sería rebajar su rango, dónde está la virtud por la que antaño me reconocían, clama en su furia de hombre perdido, a punto de perecimiento.
(Imagen de Ata Kandó)
No importa la edad que se tenga, hay momentos en los que a uno le tambalea la decisión por dentro.
ResponderEliminarLas decisiones (o las opciones a decidir) son Jano, de ida y vuelta, de direcciones opuestas y contradictorias muchas veces. Solo a posteriori se sabe, pero incluso ese después puede ser cuestionado.
EliminarTodos los Odiseos tan solo nos limitamos a cumplír con lo que las sombras nos indicaron y si torbellinos nos hunden, tsunamis nos arrastran sin remisión. En otro “idioma” diríase, me parece, que se trataría de asumir que cierta consciencia personal, que proyectamos como transpersonal, nos dirige. Ah pero esta es inconsciente de sí misma y de sus inmensas limitaciones. Me temo que la manipuladora cultura la ciega al tiempo que la engrandece manipulativamente, insisto.
ResponderEliminarPor tanto, afortunadamente nacida en una generación privilegiada por su diversidad cultural, aprovechemos nuestra condición de polvo de estrellas para seguir empatizando con el concepto más impersonal de la materia de la que formamos parte. ....
Se aceptan sugerencias mejores, que seguir soñando en adquirir mayores perspectivas que la propia de una simple mota, anima mucho.
Sí, privilegiados somos y aunque suenen clarines de extrema orfandad, que nos desproveerán hasta del pensamiento y la memoria si cunden, que nos quiten lo bailao, digo. Nadie hay a salvo y los más tontos puede que triunfen pero ojito que la noria no siempre sigue el mismo ritmo ni idéntica circularidad, aunque lo parezca.
EliminarNo es fácil vivir a conciencia, alentando sueños y arriesgándose por ellos.
ResponderEliminarEvidentemente, pero hay que intentarlo y no sucumbir ni a las primeras ni a las últimas de cambio. Salvo el agotamiento cuando nos llegue.
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