Solo el niño sabe reproducir con fidelidad la historia del antepasado del humano.
Te ves de pronto trepando a un árbol, cruzando de una rama a otra, te arañas las piernas, se golpean tus codos. Chillas con los otros chicos que lo intentan contigo, en el mismo árbol o en uno próximo. La satisfacción por conseguir la altura y permanecer en ella no va a tener parangón en el futuro. Estás allá arriba por tu propia osadía. Tu cuerpo no tiene gran envergadura pero la naturaleza te ha dotado de la proporción suficiente para realizar el esfuerzo. También de una capacidad de energía que nadie diría de verte parado. Subir a coger los frutos es una excusa. El primate que llevas dentro te pedía que fueras fiel a tus lejanos antecesores.
Nadie te ha explicado, cómo van a saberlo, qué es un recolector primitivo. En unas semanas tú y los tuyos os habréis subido a manzanos, a nogales, a ciruelos, a higueras. Todo va estando a punto. Algunas veces no respetáis el plazo, es tanta la impaciencia. No importa que en algunos casos la fruta esté al alcance. Eso no motiva lo suficiente. El instinto os pide poneros a prueba. Catar el empuje de superaros. Probar qué se siente en lo alto. Entre el ramaje, en unos árboles más denso, en otros más despejado. Sentir. Sientes percepciones diferentes, aunque solo sean pocos metros los que te separen del suelo. El aire corre de otro modo, los olores te rozan, los sonidos se multiplican. Sujetas las ramas y te parece que ellas y tus manos se han entendido desde siempre.
Nadie te ha contado todavía que lo que tú haces lo hacían hace miles de años otros individuos como tú, que llevaban camino de ser uno más de los tuyos, y que necesitaban alimentarse para sobrevivir con lo silvestre. ¿Por qué te entran unas ganas tan intensas de quedarte subido allí? A la relativa incomodidad de la adaptación se impone un extraño placer que no es de dominio. No dominas nada. Es el árbol el que te domina a ti. Tu flexibilidad sortea el abigarramiento de la enramada. El árbol te devuelve su amable condescendencia. ¿Cómo te verá él a ti? Árbol cómplice. Árbol lúdico. Árbol que participa de vuestras risas y griteríos aunque no os deis cuenta.
Pero sobre todo te aturde, y esto lo notas por un nerviosismo axial que te sube desde la planta de los pies hasta la cabeza, sobre todo te admira la mirada que se puede llegar a tener desde un árbol. Por un rato no eres el niño que camina erguido o que al andar no alcanza a ver lo que le rodea porque muchos elementos del paisaje se lo ocultan. Desde aquí, no. Esto es una dimensión inhabitual, y te pide el cuerpo disfrutar de ella. Pero esa dimensión te permite en ciertos casos ocultarte. De pronto te has callado. Los otros se han ido, pensando que tú te has ido. No haces ruido y te camuflas en el corazón de la higuera frondosa. Va a caer la noche. ¿Saldrán a buscarte los adultos de la tribu?
Allá arriba, allá detrás, no hay ya Tiempo. Sueñas con que el valle se ofrece fértil y que animales fieros amenazan el entorno.
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ResponderEliminarEl mapamundi del Tiempo y el planisferio del Espacio se despliegan para decirnos que nunca hubo edén y que no somos los únicos habitantes del planeta. Menos del Universo. Pero entre esfuerzo y esfuerzo de primates primero, de homos después, algunas circunstancias breves, pasajeras, se nos antojan (antes aún más) increíbles, placenteras, eternas,el no va más para engaño de nuestros límites. Pero qué gusto recordar cualquier situación de goce y de gozo, ¿verdad?
EliminarPrimero:
ResponderEliminar¡Vaya ciruelas claudias que nos has traído hoy! Yo, afortunadamente este año benefactor con la ausencia de hielos en la época de floración de los ciruelos, he conseguido unos kilos. De lo mejor cuando están en sazón.
Segundo:
¡Quién fuera niño!
Tercero:
Ya los niños ni se suben a los árboles, trepan por los móviles. Los árboles autóctonos languidecen de abandono en los pueblos.
Cuarto:
Nostra raça, perdent-se
Va enllà de la memòria
Pels segles confonent-se
Sa misteriosa història
Mira taiolo
Mira taioli
La flor més bella
Serà per mi!
(Te importa aportar la traduccion?)
Quinto:
https://m.youtube.com/watch?v=2mioUzm_m8o
Sexto:
Gracias.
No conocía al flamenco ilicitano, deduzco más o menos el texto de ese catalán de allá abajo, pero la estrofa creo que está muy bien elegida. Oye, ¿y por qué recuerda su voz al gran Carlos Cano? Gracias, Tempero, muchas gracias.
EliminarAho, y lo de los niños que trepan por los móviles me ha gustado. No sé si trepan o simplemente van a acabar como los topos, eso sí, sin horadar el subsuelo.
La niña de capital gris y profundamente densa soñaba con esas actividades y tenía que conformarse con alargar su camino hacia la escuela para poder caminar entre árboles. Ya sabes que medio siglo después se resarciría por la cornisa cantábrica solo que el cuerpo ya no era tan dúctil como su voluntad aún soñadora e infantil. Luego poco a poco, casi sin percatarse fue cayéndole encima el denso manto de la vejez.
ResponderEliminarY la tentación de subirte de nuevo a un frondoso árbol que halles por el camino ¿no te acecha? A mí sí, pero tengo que reprimirme. Perdimos la osadía, incluso.
EliminarToma claro, mi niña escondida sigue como antaño, no sé si se perdió la osadía, en mi caso constato que la fuerza materializadora ha mermado demasiado, aunque solo con mirar a mi alrededor me podría consolar, pero no funciona.
ResponderEliminarEntonces, recreémonos en lo que vivimos de modo divertido y a tope en su momento. El entorno nuestro está mucho peor, sin duda.
EliminarUn placer pasear por tiempos despreocupados y divertidos. Trepar, construir cabañas marcando territorio donde accedían tan sólo nuestros iguales, escondernos y muchas risas con hermanos y primos.
ResponderEliminarAdriana.
Y cómo nos ocupaba todo ello aquellos veranos...con qué intensidad, acumulación de experiencias y estímulos. Tiempos de plenitud también. En su plano, que iba cambiando año a año.
EliminarEs un placer leerte
ResponderEliminarPara mí el placer de sentirme participado, Neo.
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