ESCRIBE, como vive, a saltos. Se remonta a cualquier episodio del pasado y lo altera. Se dispone a ocupar un espacio del presente y se arrepiente. Intenta imaginar un estado posterior y se desinteresa. ¿Qué clase de escribiente es que solo sabe manejar las palabras a golpe de instinto? Solo le atrae negar que el tiempo haya avanzado, no obstante su cuerpo le dé toques de atención irreparables. Vive pues en la constante ficción de que continua siendo un animal que se sigue haciendo. No importa si presencia entre asombrado y jocoso su propia descomposición. Con frecuencia toma un texto de un clásico griego y le da por pensar en lo que llama la necesaria invención de la eternidad humana. Pero no es en absoluto metafísico. Su estado natural es el deseo. Más allá no encuentra otra explicación ni razón ni motivo.
(Fotografía, Martin Munkacsi)
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ResponderEliminarHay una nube de los sueños que absorben lo más nimio y también lo oneroso; a veces descarga su tormenta.
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EliminarY moldea nuevas formas (con ayuda artesanal, claro)
EliminarEs decir simplemente humano .... dentro de su categoría circunstancial impuesta. Los irracionales ni se lo plantean. Ya te digo simplemente humano. El deseo humano envuelto en categorías de lo más diverso . Analizarlas nos puede transportar largas distancias más o menos convenientes, como siempre.
ResponderEliminarComentario simplista también.
Me haces recordar la expresión de Blas de Otero de ángel fieramente humano.
EliminarHay un momento en la vida en el contemplar la propia decadencia es necesario. Eso sí, debemos tener la precaucación de no trasladar la decadencia nuestra al mundo. Este tira hacia adelante sin nosotros.
ResponderEliminarDe acuerdo, pero ¿más o menos decadente que nosotros?
EliminarCoincido con emejota: esencialmente humano. Con fortalezas, carencias y contradicciones. Jamás perfecto.
ResponderEliminar=)
Creo que la perfección como objetivo no estuvo jamás en sus cálculos; ni siquiera los cálculos estuvieron. Litiasis aparte.
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