"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 21 de junio de 2018

Deriva mediterránea

















VARADOS en aquel rincón de la vieja taberna, apagado el griterío de los insurrectos, atrás ya sus pasos agitados sobre los últimos adoquines, humedecidos por la salinidad mediterránea, estremecidos por el lenguaje secular de las campanadas de la iglesia gótica, toques de incendios, de revueltas, de ceremonias, de acatamientos, que conmovieron antes a individuos de otras generaciones, ambos se miraron curiosos, fluyendo sus fúlgidas miradas con aturdimiento, sin recelos, y se reconocieron desde sus orígenes dispares, ella tan joven, él tan reacio a que su madurez le obstaculizara la juventud perdida y aún deseada, sortearon con sus palabras, sus bocas y sus gestos un día y otro enternecidamente el damero de lo prohibido, dispuestos a decidir sus movimientos sobre la marcha, hasta que de pronto un atradecer de luz atenuada, sin saber por qué, la partida quedó inconclusa y el bar perdió a sus más entregados amantes.



19 comentarios:

  1. Este ajedrezado del pavimento me inquieta. Enseguida me viene a la mente los participantes -iniciados- con el correspondiente mandil.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Un ajedrezado de toda la vida que, como bien sabrás, aún se recupera en estos tiempos. Aquí lo hay. Los mandiles ad hoc, ya no.

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  2. No suele funcionar el acercamiento en edades dispares. Y si se da, es porque el talonario también es dispar.
    Salut

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    1. Deja un margen. Entre el cero y el infinito existe el universo de las posibilidades. Eso sí, efímeras, limitadas y aventureras.

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  3. Poético encuentro que abrió al amor una ventana de esperanza. Aunque haya sido truncado, renovó el corazón... y eso vale.
    Un abrazo

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    1. Son tantas las derivas y con tan diversas formas, Neo...Quien no vea aprendizaje y renovación en cada paso es que está muerto.

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  4. Te prometo, FACKEL, que en lo que primero que pensé ha sido en la entrada que ha puesto CORNADÓ. En el suelo masón, pero no quise ir por ahí.
    En cierta forma, casi en toda, también me inquieta el pavimento.
    Un abrazo

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    1. En el contexto de acá sospecho que no, pero nunca se sabe; preguntaré a los dueños. El ajedrezado es un tema muy antiguo en heráldica, en el escudo del fundador de esta ciudad figuraba, allá por el siglo XII.

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  5. ME PARECE QUE..
    En abstracto: factor aditivo de la naturaleza con innumerables variantes cuyo análisis y derivaciones podría resultar no solo sorprendente sino insoportable para el común de los mortales.
    En concreto: La proyección más endorfinica de nosotros mismos que le plantamos encima al individu@ que nos atraiga por lo que sea y que con el paso del tiempo suele transformar convergencias en divergencias aunque los hábitos se empeñen en conservar sin demasiado éxito.
    Entremedias: Intereses vitales de los más diversos órdenes que ejercen de “adhesivo”.

    Si las adherencias superan análisis diversos con realismo y valentía se suelen transformar en respeto y amistad, pero dejan de ser amor en su primitivo y convencional sentido.

    En una pareja estable y convencional quien posea mayor imaginación será el más proclive a aburrirse y por tanto a “derivar” sus proyecciones por doquier.

    Hasta aquí llegan mis observaciones al respecto, y sin personalizar ni añadir circunstancias que marcan los colores de cada tema.

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    1. Añade a todas esas opciones posibles que lo que asiste a los protagonistas sea simplemente el alejamiento y el olvido, aunque esto último habría que preguntar al cerebro e cada cual.

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    2. Bueno, esos alejamientos y olvidos (supuestamente) nos han conformado. Desde que nos engendran, incluso la manera y la emoción de nuestros ancestros, todos los acontecimientos y seres que pasan por nuestra vida a través del tiempo nos han configurado. Bien lo sabes. Me parece que formamos parte los unos de los otros. Así somos, aunque cueste reconocerlo y nos sintamos diferentes. Como olvidarnos a nosotros mismos? Solo la vida protegiendo a su descendencia podría olvidarlo para enfocarse en la defensa de su especie, como reflejo de su mismidad. Me parece, se me ocurre, ..... desde la experiencia de mis observaciones, por supuesto teñidas siempre del tono de mi circunstancia particular. O será que bajo un mandil gélido haya acabado en sentimental? Genes paternos me amparan, me parece.

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    3. Un mandil u otra vestimenta puede ocultar personalidades, sin duda. Parece cierto que, por regla general, sin los alejamientos, olvidos o alteraciones y novedades de distinto cariz que van llegando a nuestra vida -sobre todo en tiempos jóvenes- no sabríamos superar y elevarnos sobre las decepciones, despechos, abandonos, rupturas y un montón de situaciones más que nos hablan de que las cosas -los vínculos, las aspiraciones, las realizaciones- tienen valor y resisten vivas mientras tienen significado. Cuando los significados hacen aguas -y en las relaciones de convivencia no siempre lo hacen a la vez, sino que a uno afecta mientras parece que el otro se libera- apaga y vámonos. Pero hay un punto muy curioso en todo ello y es que a veces, sin saber por qué, quiere decir que sin reclamaciones expresas hay situaciones que finiquitan lenta y calladamente. A la corta puede que no hagan sangre pero a la larga siempre quedan casillas del damero vacías. Es un decir.

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  6. Fackel, llevan el mandil y en la mesa está el compás.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Ahhhhhh, pero la foto es de un cafetín de aquí (en su haber con un cruento suceso por los años de la transición en las carnes de un amigo), que yo no he comido nunca en el 7 Portes de ahí.

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. "... ¿a qué ese nombre de bastardo? ¿por qué no he de ser ilustre cuando las proporciones de mi cuerpo se hallan tan bien formadas, mi alma es tan noble y mi estatura tan perfecta como si hubiese nacido de una honesta matrona? ¿por qué me vilipendian con los dictados
      de ilegítimo, plebeyo, bastardo?", etc.

      Misma escena, mismo acto, mismo drama, mismo personaje. Gracias.

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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