A AQUELLA oscura caverna llegaba el eco de tantos sonidos fieros, al que se infiltraba a través de las grietas más insignificantes lo llamabas viento, océano a otro que rugía con su quemante humedad penetrando las entrañas, al que periódicamente hacía vacilar tu suelo lo llamaste sacudida, al espantoso e inextinguible resplandor que devoraba el valle fértil lo pusiste devastación, al grito de las heridas simplemente sangre, vida dijiste de los vagidos estridentes que emanaban desde el chorreante regazo de la hembra, y a la queja desgarradora que apagaba a los otros hombres para siempre la denominaste arcano, pero ¿y a los desmesurados bramidos del amor?, ¿por qué a nada nombraste amor?
(Fotografía pintada de desnudo, de Saul Leiter)
¿Sin la menor prosopopeya?
ResponderEliminarCon toda la prosopopeya que quieras. Desde los orígenes lejanos, entre cavernas o pastizales, las relaciones de los humanos con la naturaleza se han dotado de expresiones básicas pero hondas. Antes del lenguaje no existía la atribución de las conductas o cualidades humanas a los objetos naturales, luego sí y bien que progresó la prosopopeya, literaria o no. Siempre me he preguntado si no es debido a una especie de antropocentrismo soberbio, patrimonial, sobre los otros reinos de este mundo. O simplemente una necesidad de salir del aislamiento de la especie y otorgar -¡qué simples somos!- un don "lógico" que no necesitan los animales o las plantas o las rocas o los espacios, pero que a nosotros nos gusta que impere. Vanidad de vanidades.
Eliminar¡Achuntado! Un gusto dejarme instruir. Aunque ya sabes: Lo que la Naturaleza no da, Salamanca no lo facilita.
EliminarPero sin herida, eh.
EliminarPor supuesto. Ni siquiera unas grapas de acero me herirían
EliminarEso es seguridad, oui.
EliminarMe gusta la lucidez y el retorcimiento de las palabras. Que huelan a vida real y a deseo y no a florecitas de colores ni a cuartos de la plancha. Pertenezco a la generación siguiente a la tuya. Es decir: tu mano está enlazada con la mía. Se engarzan. Con prosopopeyas o sin nada.
ResponderEliminarEsto no requería propaganda. Gracias.
ResponderEliminarSiempre me he preguntado si el Anónimo es siempre el mismo o son varios los que participan. Sería conveniente poner nombre o apodo para poder orientarnos mejor.
ResponderEliminarEl otro anónimo.
No le puedo ni sé responder. Supongo que es uno de los riesgos del anonimato, digamos.
Eliminar¿Riesgos del anonimato? ¿Qué peligros podría comportar yo? ¿Acaso soy un anónimo perturbador?
EliminarY a ti, EL OTRO ANÓNIMO, también te contesto: Para orientarte mejor fíjate bien en lo que has escrito tú. El resto lo he escrito yo. Fácil, ¿no?
Haya paz y calma entre los hombres de bien. Hay que preservar incluso el derecho a la expresión de los ungidos por el Anonimato, que hasta ahora contribuyen con sus opiniones.
EliminarY a ti, caballero, aparte del consultorio para señoras, ¿qué te parecería hacerte mediador-negociador-pacificador?
EliminarEl desamor inspira más y mejor. Creo
ResponderEliminarAcaso resulte menos tópico, aunque en la literatura ha habido tanto de uno como de otro.
EliminarTriste, la vida sin amor. Creo que no conocerlo sería la única justificación -o razón lógica- para no nombrarlo. Nombrarlo, de por sí, es un reconocimiento a la vida, me parece.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, como todo, cuestión de saber o acertar a...nombrarlo. (Dirás que mi respuesta es un arcano también, y puede)
EliminarMe parece que no resulta razonable situar en el mismo plano conceptos concretos y uno tan abstracto como el amor, concretizado por cada individuo de maneras tan diferentes. Quizás por ello no lo mencionó. Dilema universal y transtemporal abocado a tragedias y morbos de toda índole. Insisto, me parece, pues siempre ando dispuesta a asumir y corregir mis errores si se me ofrece cualquier razonamiento mejor y más amplio.
ResponderEliminarLos términos abstractos no suelen tener razonamiento alguno, MJ.
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