"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 1 de febrero de 2018

Apunte a propósito de una lectura de Javier Marías donde sale el pueblo
















Berta, la protagonista de la última novela de Javier Marías, Berta Isla, reflexiona (páginas 324,325): 

"El pueblo, que a menudo es vil y cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo, nunca lo riñen ni le afean su conducta, sino que invariablemente lo ensalzan, cuando poco suele tener de ensalzable, el de ningún sitio. Es sólo que se ha erigido en intocable y hace las veces de los antiguos monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos, posee la prerrogativa de la veleidad impune, no responde de lo que vota ni de a quién elige, de lo que apoya, de lo que calla y otorga o impone y aclama. ¿Qué culpa tuvo del franquismo en España, como del fascismo en Italia o del nazismo en Alemania y Austria, en Hungría o Croacia? ¿Qué culpa de estalinismo en Rusia ni del maoísmo en la China? Ninguna, nunca; siempre resulta ser víctima y jamás es castigado (naturalmente no va a castigarse a sí mismo; de sí mismo se compadece y apiada). El pueblo no es sino el sucesor de aquellos reyes arbitrarios, volubles, sólo que con millones de cabezas, es decir, descabezado. Cada una de ellas se mira en el espejo con indulgencia y alega con un encogimiento de hombros: 'Ah, yo no tenía ni idea. A mí me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron. Y qué sabía yo, pobre mujer de buena fe, pobre hombre ingenuo'. Sus crímenes están tan repartidos que se desdibujan y se diluyen, y así los autores anónimos están en disposición de cometer los siguientes, en cuanto pasan unos años y nadie se acuerda de los anteriores". 














Sin duda habría que pedir cuentas al pueblo, sea cual sea en la realidad ese término, sea cual sea el concepto gris que se agazape bajo tal denominación, sea cual sea el grado de valor que se le haya concedido, pero quién puede pedir a quién en este caso, si es incapaz de exigirse y revolverse contra sí mismo, pues su propia condición es la inercia, y en absoluto la razón, y tal parece que se trata de un tejido sacro y difuso, donde los rotos y descosidos campan como si tuvieran el mismo significado y valor que los tramos enteros, que sirve para tragarse todas las mercaderías que se le publiciten, o venderse en unas elecciones, o para lograr consenso acerca de un líder por más dudoso e incluso siniestro que sea o para ceder a la aquiescencia sobre unos objetivos cuyo alcance suele ignorar, que permanecen en poder de aquellos que los proponen, y quienes se encuentran tras los que los proponen, o se entregan a los mesías de turno que volverán a loar al pueblo para que éste los eleve, y para ese pedir cuentas no habría que esperar al día después de la catástrofe, una recurrencia habitual en la historia cuando el pueblo se ha empecinado en sus desatinos, y entonces no hay solución, y entonces el castigo va a llegar de forma e intensidad diferentes pero atroces, porque el coste de la pérdida o del fracaso o de la rendición es un castigo que se siente como inferido por el otro, por un castigador ajeno, nunca el pueblo se pide cuentas a sí mismo, y sin embargo habría que reclamar al pueblo, antes de llegar al borde del abismo, que reconsiderase los pasos, los apoyos que está dispuesto a prestar, que no hubiera precipitación por muchos cantos de sirenas o de apocalípticos que truenen con sus trompetas, y adoptar a cada momento una parada en el tiempo, una puesta en cuestión de cada uno de los profetas y candidatos y modelos que emergen con soluciones de vendedores de crecepelo, y revisar si los embarques en que quieren meter algunos al conjunto calificado pueblo son merecedores de ser aceptados,  y desear esto es ingenuo, ya lo sé, pero muchas situaciones se ven venir, se han visto venir en tiempos pasados, en circunstancias de lo más precarias y conflictivas, y no se atendieron a tiempo los nubarrones que acaecerían en tormentas y desastres, el pueblo no suele ser muy previsor que se diga, no suele estar atento a la racionalidad de los más impuestos en el conocimiento ni siquiera a los clarividentes, que no iluminados, que avisan de los riesgos, y entonces uno se pregunta si no será que no está interesado el pueblo en dejar de ser esa masa consentida y mimada falsamente por la tribu de los elegidos, si no prefiere ignorar lo que no le gusta, si se nutre solo de lo que le ponen en la mano para el día y para de contar pues, como dice el refrán, un dios, no sé qué dios, proveerá... 



(Dibujo a carboncillo de Albert Birkle y litografía de Joseph Hirsch)

6 comentarios:

  1. ¿Qué culpa tuvo del franquismo en España, como del fascismo en Italia o del nazismo en Alemania y Austria, en Hungría o Croacia? ¿Qué culpa de estalinismo en Rusia ni del maoísmo en la China..."

    Es que la conciencia no se optimiza socialmente, sino individualmente, FACKEL, y es por eso mismamente que los "sistemas" no quieren que la gente se aplique y saque conclusiones, sino que obedezca a un lider. Por eso tenemos desaguisados de tal calibre, y por eso nacen de nuevos, aunque sean minúsculos.
    Dentro de 3000 años España ya no será, y Catalunya tampoco, pero no hay ningún político que hable claro, y no lo hacen porque viven del "sistema". No hay más que ver que dentro dicen una cosa, mientras, y en el mismo tiempo y para la masa están diciendo otra.
    Salut

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    1. Ratifico tu opinión, y la de Álvarez Junco, un historiador al que admiro mucho porque no se anda con remilgos a la hora de interpretar la historia de España, incluso la España catalana. Hay libros, por cierto, donde se habla de la complicidad de las sociedades, en concreto en el tema nazismo, que hubo hace años polémica en Alemania al respecto y bien que se demostró la anuencia de la sociedad. Bien supo aprovecharse de la fragilidad y la miseria de una Alemania llegada hundida de la Primera Guerra aquel energúmeno y sus secuaces. Bien que estaba dispuesta la sociedad, sobre todo la rural y conservadora, cristiana, por cierto, a apoyar la posverdad y hacerla suya. Bien que cooperó una socialdemocracia sin respuestas adecuadas y cuyo perfil llegó a ser muy derechista. Bien que la gente se deje engatusar por mitos, liderazgos, haciendo dejación de lo que dices, la conciencia individual. El peor nazionalismo llegó a las últimas consecuencias de lo que guarda en su interior todo nacionalismo.

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  2. Al leer esto hace un rato he pensado en l que has escrito, no va descaminado Marías ni tú despistado precisamente en el tema.

    https://elpais.com/internacional/2018/02/01/actualidad/1517475787_162025.html

    Algunos no quieren corregir ni desde el gobierno.

    Fermín.

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  3. Cuando las individualidades se masifican, cuando las responsabilidades se diluyen dentro de la masa informe que aparenta actuar en unidad, suelen verse al desnudo las debilidades y las mezquindades más grandes de los seres humanos, que salen a la luz amparadas por el anonimato que garantiza la impunidad.
    Una reflexión muy descriptiva la que hace el personaje.
    Un abrazo

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    1. Es creencia general que porque haya mucha grey siguiendo una causa hay más razón y justificación de ésta. No tiene que ver. Como demostró el nazismo se puede nutrir un movimiento de esa calaña aunque su ideología esté repleta de barbaridades, insensateces y falta de pensamiento racional. La lógica de un movimiento, que suele inventarse y cargarse de mitificaciones y posverdades, no tiene por qué coincidir con la lógica razonable, digamos. Para mí el recurso a los mitos por parte de cualquier movimiento o acción me hacen desconfiar. Buscar la justificación a través de tradicionalismos obsoletos, mitos en desuso o inventados pero con pies de barro, o teorías exclusivistas y supremacistas puede tener seguidores, sin duda, pero no lo hace mejor porque sea seguido. A más gente que llevará al abismo.

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