Muerta y Cerdo comparten mesa de taberna. Es la década del hambre y ellos aparentan alimentarse del tinto peleón. Se saben alterados en su personalidad y, como son forzosamente de orden, esto es, porque se les fuerza a que lo sean y además del orden imperante, se les permite la transgresión formal. Siempre que se mantengan dentro de unos límites poco públicos. ¿O es la personalidad auténtica la que aflora y la máscara apenas una excusa para revelarse tales como son? Disfracémonos de lo que somos y pasaremos más desapercibidos, le dice riendo Cerdo a Muerta. ¿Lo que somos?, responde Muerta con cierto asombro. Claro, nadie puede conocer quiénes nos ocultamos realmente más allá de las máscaras, y ambos sabemos que somos cerdos, muy cerdos, y estamos muertos, muy muertos, le dice el otro. Las tabernas del pueblo llano, él prefiere llamarlo aplanado, se ofrecen como el mejor lugar para ser y no ser, y el vino ayuda. El vino mantiene el temple. Ambos no se engañan entre sí, y eligen el lugar para desviarse de sus vidas cotidianas -nefastas, indignas, desordenadas, rendidas a la pleitesía- y hacen trascender sus amores en espacios humildes. Donde nadie los localizaría. Los pobres apenas se disfrazan, pero ellos rompen la norma, sin que el disfraz, heredado de una generación anterior acaso más permisiva, les haya costado un duro. También para disfrazarse se necesita dinero, observa Cerdo. Dicen que los ricos hacen sus bailes en el Casino; ¿sabes dónde está? Muerte le responde que su casino es éste, el momento y el lugar en que comulgan con la sagrada frasca. Él mueve su cabeza porcina y desde su interior sale una risa entrecortada y ronca. En las otras mesas de mármol de la cantina pasan las horas muertas viejos del barrio y hombretones sin trabajo que se pone cada día de madrugada a la cola de peonada, justo en la travesía que hay a la vuelta. Si no les elige algún asentador del mercado o un contratista de obra se refugian a la vera de los tinos. Huele hoy esto mucho a grasa de sardinas y mugre, dice Muerta, cuyo sentido de la higiene está distante del que posee Cerdo. Me han dicho que hay una pensión dos pisos más arriba, le sugiere a su compañero. Además, nunca nos hemos querido con el disfraz puesto. Cerdo gira su cabezón hacia Muerta y cree reconocerla en su recuerdo del día anterior. Incluso de muerta estás muy atractiva, la adula. Las caretas se contemplan frontalmente; hasta su rigidez permite adivinar el asombro. ¿Tú crees que así, de esta guisa, tendremos ganas?, le responde. Muerta se rasca con delicadeza bajo la dentadura decrépita. Depende de la imaginación que tengamos los dos, dice. Además de alguna manera hay que matar la gazuza.
(La imagen pertenece a la película Domingo de Carnaval, de Edgar Neville, 1945)
Impresionante estrujamiento de cintura a las palabras. Bonita urdimbre. Neófitos del Tantra.
ResponderEliminarUn tantra del hambre y la necesidad.
Eliminar"Un tantra del hambre y la necesidad"
EliminarPues OM, caballero, es decir, Auuummm!
En la clase de hoy lo hemos convertido en mantra. Ya se sabe, el lector manda.
No está mal.
EliminarGazuza. ¡Va a ser que a cada entrada halle palabra que no oí! Gracias por ello.Mi innata curiosidad me llevó a un diccionario de los que no se compran y apenas se estilan: Diccionario de castellano tradicional, editorial Ámbito, de César Hernández Alonso. Y aquí encuentro la palabra ‘antruido’ ,dentro de la sección de Relaciones familiares y sociales, y que deriva a la máscara de carnaval, recogida en la RAE como ‘antruejo’.
ResponderEliminarNunca me gustó el disfraz por mi llaneza y mi dicecto encare pero reconozco que el todo vale de carnaval llega a unos estadios de cutrez insuperables.
‘Se saben alterados en su personalidad’ es una frase demoledora por su tristeza. No es el hambre lo peor sino no poder reivindicarte sin máscara. Y eso ocurrió y de ahí las insistentes prohibiciones (o su intento) del carnaval. Al menos hoy contamos con buenos vinos sin frasca de por medio. Y lo que no tengo claro es que a falta de peleón (hoy llamado vino de Tetra Brik) peleemos como es debido por lo que es debido.
Su texto: irónicamente desenmascarado (y hermoso y nutrido).
Un saludo.
Gazuza, la escuchaba con frecuencia de niño, de uso habitual entre los mayores y quienes habían pasado gazuza. César Hernández me dio clase, nada menos que de ¡Fonética!, nada fácil, por cierto.
EliminarEl tema del Carnaval lo dejo en el ámbito de las tradiciones y significados heterodoxos de España. Por supuesto, y de otros países. Hay mucha bobada hoy día superficial y propia de calendario escolar, que no me dice nada, y no tenemos que identificarnos con ella. De ahí lo cutre porque es algo diluido. Disfrazarse por disfrazarse no significa nada. O el disfraz es alteración y crítica del orden cotidiano o el significado es algo vacío.
Comparto el criterio de lo que expones, Tempero, gracias.
Muy ingenioso! La falta de medios para extender mis letras forzosamente ha de agudizar ingenio: por tanto: guarrillo+muerte = panceta, jamones, chorizos, callos, morcillas, etc.
ResponderEliminarEl carnaval....basta con la supuesta realidad, si se puede elegir, me quedo con el jamón, puestos a elegir: lo mejor entre cadáveres. Ole por el salero!
Hala, a materializarlo todo en plan ibérico.
Eliminarextraordinario y aterrador... touché
ResponderEliminarTras lo descarnado de un tiempo llegó la mascarada, para ocultar la carne herida.
EliminarSeñor, usted aprendió mejor que bien fonética y también fonología. Y aún a pesar suyo, aquí nos deja una buena muestra.
ResponderEliminarTengo debate en menos de diez minutos. Respiro abdominalmente en ocho tiempos y tomo asiento en mi sitio. Al tiro.
La fonética no se me dio sino para un aprobado raspado, era como un lenguaje con otros signos dentro del lenguaje. Me pasó un poco como cuando antes me tocó cristalografía: interpretar el interior de las figuras geométricas y captar toda su especialidad era de una imaginación que se me resistía. La fonología...eso quedó en mi dicción de infante y como cantor del coro escolar.
EliminarSería curioso saber de ese debate que le espera; que lo supere, seguro que tiene callos suficientes de haber practicado tamaño arte.
En los ingredientes ancestrales del Antroido perviven todavía reminiscencias que se mantendrán en el tiempo. Romper con lo establecido, cambiar los roles, dejar en evidencia a las autoridades. Darle la vuelta a todo. Unos ingredientes que garantizan su pervivencia, al menos en los pueblos todavía se conserva ese carácter satírico y reinvindicativo de salir a la calle para soltar todo lo que no ha caído bien o ha causado burla en la población.
ResponderEliminarQue duda cabe que de todas las celebraciones del calendario anual el Antroido es el mas higiénico y terapéutico para la salud mental del pueblo.
Además es generador de infinidad de textos maravillosos como éste que acabo de leer y que me evoca la magia del mas genuino Cunqueiro.
Glup, ¿sabes lo que dices? Que Cunqueiro y su Merlín son mucho magos del lenguaje.
EliminarNo solo en Galicia sino en otros lugares de España dispersos existen por tradición Carnavales con cierto significado purificador y crítico. Imagino que todos ellos quieren jugar su papel sincero. Otra cosa son las historias de desfiles para el turismo y lo de los colegios, pero en fin no digo más, que sé poco del tema. No lo mamé en mi ciudad, en el franquismo sobrevivieron antes carnavales de pequeños pueblos que los de las ciudades, por algo sería.