¿Por qué la obsesión de los antiguos por extraer la piedra instalada supuestamente en algún lugar del cerebro? ¿Por qué adjudicar la imagen de una piedra a la melancolía y por extensión a la enfermedad mental, cualquiera que sea su manifestación? Tal vez sea cuestión de representaciones en conflicto. Lo pétreo invoca la dureza, la materia bruta, lo sólido cuyo reino, creían, nada tiene que ver con el cuerpo humano. Este, por su parte, sería la materia sensible, la carne débil, la sustancia fluctuante, la inteligencia transformadora. Consistencia inmutable versus obra de un demiurgo.
Olvidado para muchos quedó hace tiempo el relato de que Dios hizo al hombre de la arcilla. En aquella metáfora había una relación velada entre dos materias aparentemente tan dispares. Al fin y al cabo las arcillas surgen de la descomposición de minerales, luego emparentados estamos si tomamos con rigor la narración fantástica del Génesis. Mas la realidad siempre supera la ficción y hoy se sabe cómo nuestro cuerpo está repleto de sustancias químicas propias, muchas de ellas reelaboradas a partir de nuestras dietas, que actúan en muchos casos en su formación de manera análoga a las demás expresiones naturales y geológicas.
Pero al humano le gusta no solo diferenciar sino sentirse diferente, pues la apariencia forma tanta parte o más de su identidad como el esfuerzo por conocer los hechos. Nos ha costado imaginar que nuestra plasmación carnosa y ósea, compleja y permanentemente mutable en su adaptación al medio y a sus propias respuestas evolutivas, pueda acoger lo pétreo que, además de extraño, lo consideramos dañino. Los mitos son muy bonitos pero nadie quiere sentir el tacto del mineral más allá de la superchería que contaban del cerebro, esto es, en el riñón, en la vesícula o en la vejiga. Por poner ejemplos ordinarios. Y sin embargo somos creadores inconscientes de algunos materiales que se ubican en nuestro cuerpo. Pero lo extraño o inhabitual no es ajeno. Nada habita dentro de nosotros que no esté ya dentro, decía el sufí.
Maestro, saca rápidamente esta piedra. Mi nombre es Lubbert Das, dice la leyenda de exquisita caligrafía que orla el cuadro de El Bosco. Como todo lo que pinta este autor genial la imagen es una composición irónica y crítica que hoy nos puede parecer menos inteligible pero que en su tiempo podía ser entendida a la primera. Hasta el texto que acompaña incide como un grito desesperado que pone la guinda. El enfermo, atacado por la locura, pretende ser tratado por las fuerzas vivas de la época, la que se ocupa del cuerpo y la que pretende la cura del alma. Ambos personajes, decisivos en la vida de las personas de entonces, nos son presentados por Hieronymus Bosch como poco menos que charlatanes de feria. El médico -el embudo en la cabeza es chanza del pintor por medio del cual le desacredita- trata la enfermedad del paciente por la vía brava, como si el mal fuera tratable con una trepanación burda que extrajera la locura. El clérigo, mientras, muestra el lado habitual de los curas: la oferta de la consolación a través de su verbo y de la exhibición de un objeto litúrgico propio del simbolismo eclesiástico. O tal vez se trata de un recipiente de vino al que tan entregados estaban estos ociosos. Pero, ¿es la supuesta locura de Lubbert Das su verdadera condición grave, por mucho que suplique que se le libre del mal? ¿O el pintor quiere decir que lo loco, o transcribamos también como lo necio, es precisamente ponerse en manos de curanderos sin mayor capacidad científica, que solo se prestan a sacar los cuartos al ingenuo que se ponga en sus manos?
Hay un personaje en la escena cuya posición espectadora le vuelve intrigante y a la vez distante. Es marginal a la acción de los charlatanes y al sufrimiento del paciente. En general se muestra contemplativo respecto a toda la trama. En esa mujer que se apoya con aire de aburrimiento y dejadez hay quien ve una representación alegórica de la Melancolía. Pero el libro que mantiene de manera circense sobre la cabeza ¿es un mero capricho de El Bosco?¿O el libro cerrado expresa el verdadero drama al guardar en su interior el conocimiento y la sabiduría que no aplican ni el supuesto doctor ni el charlatán de lo divino? Una interpretación más lineal diría que se trata de una monja, y en ese caso su actitud contemplativa no sería sino parte del grafismo que la sitúa.
Un último apunte sobre el detalle de la extracción. Lo que el curandero saca del cerebro del pobre Lubbert Das no es una piedra, sino un capullo, una flor. ¿Es la locura lo que se pretende tratar o es la imaginación lo que se elimina del cerebro humano? Si la piedra es la dificultad y el tapón del pensamiento, el capullo representaría la eclosión de los sueños creativos del artista, el brote de la imaginación, la libertad, al fin y al cabo, de las ideas y de la fantasía. ¿Todo esto es propiedad de locos? Los agentes del control social en cualquier tiempo y circunstancia de la Historia disponen de un repertorio de recursos para anular la capacidad creativa y libertaria del individuo. Y teniendo en cuenta que La extracción de la piedra de la locura es un cuadro de juventud de El Bosco no sería nada raro que hiciera su particular y satírica interpretación de las cosas de ese modo.
Magnifico desarrollo de tesis, si señor. Sin embargo lo que mas me inspiraría si dispusiera de circunstancias favorables sería dirimir sobre ese embudo sobre testa de barbero.
ResponderEliminarPor cierto la imaginación respetuosa implica vitalidad y movimiento, creatividad en resumidas cuentas, me parece, algo que resulta muy peligroso y temido por quienes no disponen de reservas suficientes al respecto. Me temo, de nuevo. Y conste lo peligroso de semejante afirmación en un planeta bipolar ligeramente escorado. Jaja polo norte y sur, ambos helados. Se deberá s ello mi búsqueda de algún calorcito? 25 gradetes en mi hogar, sin mas calefacción que la solar. Pero sin red, eso si.
Si pudiera relacionaría ese embudo con el cilindro de la cabecera de mi blog del braserillo. En otro momento, si se tercia.
Su temperatura ambiente, mylady, es privilegiada. El Mediterráneo depara bienestar de clima, sin duda, para mí no basta si no hay bienestar circunstancial, ámbito urbano acogedor y atracciones varias, que los hay sin duda, por la última experiencia, al menos, que tuve hace pocos meses de estancia en Valencia. Valoro mucho el clima exterior pero sin su complemento humano y urbanístico me serviría de poco. El embudo es una burla contundente de los charlatanes de la salud, que hoy mismo, acogidos a pseudociencias visionarias pretenden aún tener su espacio dogmático y de terapias dudosas. Allá cada cual en asumir sus errores. PIénsate lo del embudo antes de relacionar nada.
EliminarMás adelante Dürer se empeñó en atribuir una forma poliédrica a la melancolía, casi un poliedro regular. En todo caso, la cosificación de la pasadumbre o la aflicción.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Es curioso eso que dices, la riqueza de imágenes variadas y complejas que se pueden aplicar a una caracterización emocional o a una perturbación de la personalidad pueden ser tantas. Salud siempre.
EliminarEl comentario de EMEJOTA me ha hecho sonreir.
ResponderEliminarSalut
Aunque El Bosco pintó el cuadro en su territorio nativo el embudo, propiedad de todas las culturas seguramente, se instaló en España con su característica propia, la cual debió dar lugar a aquello de la "ley del embudo". Todavía en vigor.
EliminarExquisita caligrafía, la suya.
ResponderEliminarNo comparto valor alguno de los que me propone esta sociedad malintencionada y violenta. Intentan reducir el poder de la Imaginación al estado catatónico. La necedad se está adueñando de nuestras fútiles conciencias.
¡Que no nos extraigan la piedra!
Siempre consideré la caligrafía un arte excelso, una plástica, reglada, si se quiere, pero sumamente creativa y en muchos casos y estilos sensual. Las caligrafías hablan tanto o más en su forma que en su contenido textual. Las de otros alfabetos me deslumbran. Puedo quedarme un buen rato absorto ante un texto caligráfico como quien se queda ante un paisaje.
EliminarLa imaginación está domeñada hoy día. Hay márgenes, resquicios, intimidades donde burlar el látigo del domador. Lo que se ofrece como verdad imaginativa tiene truco, los sistemas expresivos ultramodernos la reducen no sé si a lo catatónico y a la mínima expresión. Se quiere -el mercado y el orden establecido quieren- una imaginación de salón, controlada, empobrecida, cartón piedra. No hay más que ver las películas que se hacen y los best sellers que se escriben, por ejemplo.
Que no nos extraigan la flor del día, que ya es mucho.
No sabemos si la locura hace referencia a los tres personajes que rodean al hombre trepanado. Me da que la locura no está en esa cabeza de la que se ha extraído un flor, un nenúfar. Esos tres tienen pinta de haber perdido la cordura, han convencido al pobre Lubbert Das de que está chalado y lo operan, pero esa flor es la evidencia de que su mente es clara, limpia y equilibrada. El del embudo es lo más parecido a un religioso que persigue el pecado en su locura dogmática.
ResponderEliminarPues podría ser que convencieran al pobre Das y así ellos se justifican como falsos cuerdos. En aquel tiempo los curanderos estaban más próximos a los religiosos que a la ciencia, aunque habría márgenes de ciencia empírica y otra más elaborada que ya funcionara, pero lo cierto es que ante enfermedades graves que hoy se tratan y superan la mayor parte de los individuos morían. Una simple piedra instalada en un órgano interno que hoy se extrae sin dificultad entonces causaba dolores infinitos y el fin del paciente.
EliminarMe parece a mí o sobre la mesa ya hay una flor antes extraida? quizás la imaginación y los sueños no le surgen al pobre loco como dureza que debe ser quitada sólo una vez sino eliminadas de raiz para que no crezcan constantemente...
ResponderEliminarQué pintura tan curiosa! jeje
Podría ser una flor extraída y entonces la función es anular al hombre el lado imaginativo que otros tildarían de locura. Las lecturas pueden ser tantas...Todos los cuadros de El Bosco son extraordinarios, diferentes, interesantes y nos invitan por una parte a conocer el tiempo histórico en que vivió el pinto y por otro a reflexionar sobre la personalidad humana y su mundo complejo, que él sabe tratar en distintos planos. ¿No conoces El Jardín de las Delicias?
EliminarLo conozco y es de ensueño. Una bárbara composición. Una Idealización acróstica y nada procelosa es como yo lo veo. La doble moral de la Iglesia y sus adláteres, con alevosía, se encargó de mixtificar su concepto.
EliminarLa Iglesia ha intentado siempre apropiarse de las intenciones de los artistas pero yo creo que estos se la han jugado siempre a la institución con éxito. Como se la ha jugado a los poderes civiles. El artista o es libre siempre o no será artista.
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