Al poco de saberse próximos se reconocieron pertenecientes a la misma especie, hijos del huerto y también de los eriales, atraídos por las diferencias, mudos en su insólita sorpresa. Ninguno de los dos disimulaba su arisca condición y contenían su voz imprecisa, dejando correr las miradas sobre sus cuerpos de perfiles brutos, apenas afinados por ciertas poses que les separaban y a la vez les atraían. No se sabe quién dio el primer paso pero los animales salvajes les observaron a distancia, como si intuyeran el peligro de lo ignoto. A un ademán enérgico de cualquiera de ambos se producía un estampido de las manadas y los seres del sotobosque se escurrían hacia sus cavidades secretas, pidiendo abrigo en la tierra edificada dentro de la tierra. Ellos, desconcertados por los efectos de sus bravuconadas, también buscaban dónde refugiarse. Huían de los contrastes de la temperatura, de los cambios de los días y las noches, de las traiciones del cielo que tan pronto les proporcionaban luz y calma como negrura y furia. Se resguardaban, en fin, de la acechanza de otras especies cuya constitución anatómica, sus griteríos ansiosos y los giros violentos que efectuaban les infundían pavor. Incluso entre sí mismos se veían apresados por el temor de poseer rasgos tan desiguales, cuyas manifestaciones confundía a su entendimiento. ¿Les ponían en contacto las carencias de uno frente a las del otro? Nada se sabe de quién se acercó primero a quién y si les guiaba una intención previa y manifiesta. Tal vez se trataba solamente de la curiosidad, en cuyo caso transcurría dentro de ellos un elemento que superaba al mero instinto. Se brindaban a la observación de los atributos corporales de cada cual, a las características de fuerza que desempeñaban sus cuerpos, cuando no a demostraciones aparentemente elementales y sin embargo extraordinariamente complejas. Acaso era la disposición de un gesto o de una serie de comportamientos reflejos que ellos mismos percibían con extrañeza. El espontáneo ofrecimiento que se hacía uno a otro de un objeto cualquiera tomado del entorno. Una porción de arcilla, unas ramillas masticables, un fruto silvestre, un canto rodado que agradecía el tacto. O puede que en lo que les conectaba vibrase la perplejidad ante un paisaje superior, contemplado desde lo más alto de una elevación, que les invitaba a compartir admiración por algo todavía más inexplicable que ellos mismos. ¿Se sintieron tentados al encuentro desmedido antes o después de sentir hambre? ¿Tuvo lugar aquel arrebato imprevisto a despecho de la noche? ¿O se dejaban llevar por un indescifrable intercambio de olores que congregaban a todos los demás sentidos? Así se hallaban los amantes primitivos, desviviéndose por una incipiente entrega compartida, tentados por una posesión mutua que sospechaban fugaz. Tras aquellos amantes salvajes parecía ocultarse una descripción secreta de otros encuentros anteriores a su propia existencia, a través de los cuales ellos habían llegado a estar donde estaban, uno contra el otro. Si era el primero y el último de los escarceos o iba a haber más que viajaran desde su materia agitada hasta llegar a lo inmóvil era algo que no estaba al alcance de discernimiento para ninguno de los dos. No podía afirmarse con certeza si la hembra se imponía al macho o si éste había decidido derribar a la hembra con conocimiento de causa. Ambos, cuando el roce de sus pieles se ofrecía a familiarizarse más allá de la superficie, detuvieron de pronto el agónico golpe del instinto. Al mirarse fijamente los amantes, atrapados en un lenguaje visual que los interrogaba, dudaron. La serpentina aguda de un relámpago ocasional estremeció a los dos. El hombre y la mujer se derrumbaron, viviendo como una privación su primer acto de amor.
(Fotografía de Jörg Heidenberger)
(Fotografía de Jörg Heidenberger)
Has hecho que leyera dos veces la entrada.
ResponderEliminarMe ha dejado pensativo.
Salut
Nunca fueron las cosas como son hoy y nos parece. El texto es fantasía, pero ¿acaso podemos saber del pasado primigenio algo concreto sobre el tema si no fantaseamos? Siempre me ha intrigado el asunto. Y recurrir a las expresiones de otras especies no contentan mi curiosidad (sana)
EliminarSalut.
Espléndido relato sobre la pulsión de nuestra especie. Exquisito el narrador.
ResponderEliminarSin aquellas pulsiones -qué vaya usted a saber cómo fueron, o mejor dicho, cómo se desarrollaron y se manifestaron en su lenguaje- no estaríamos aquí. Gracias, Anónimo.
EliminarSe me ocurre que la humanidad recrea el impulso biológico de la reproducción, lo embellece, lo convierte en motivo literario, pero es un esfuerzo por comprender por qué nos atrae el otro. ¿Qué significa el amor si no un mandato grabado a fuego en nuestra cadena de ADN? Somos más animales irracionales de lo que nos gusta aceptar.
ResponderEliminarReproducción, atracción, ejercitación biológica, apasionamiento, tratamiento antisoledad, motivo literario, amor ...conceptos tan diferentes pero entrecruzados en nuestras vidas en mayor o menor medida...¿no bulle debajo de nosotros pero dentro de nosotros lo más instintivo y primitivo? ¿Es que todo esto puede ser racional? Como mucho lo que hacemos los humanos es adaptarnos a procedimientos y normativas que encauzan el instinto, a eso lo llamamos cultura y también racionalidad, pero ¿puede uno de nuestros instintos más íntimos y decisivos ser sinceramente racional? Que cada cual se mire y se responda. Asumir nuestra animalidad individual, no sé hasta qué punto domesticada, es asumir nuestra personalidad, o el ser, que llamarían otros. Es apasionante el tema.
EliminarAl menos podrán recordar que se han encontrado una vez...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Es un consuelo, sí. Pero eso nos llevaría a pensar: ¿cómo recordarían entonces? ¿Qué les aportaría su memoria de aquel momento? Etcétera.
EliminarDentro de aquella vida hostil en el espíritu del ser humano ya había sentimientos que iban mas allá de la dureza por la supervivencia. Tenían rituales como la danza, estrategias de caza en equipo, seguían el impulso artístico y lo que hoy entendemos por química amorosa, atracción o empatía me imagino que también.
ResponderEliminarPero sobran las palabras porque la maravillosa narración que has escrito lo describe de forma magistral y poética.
Pero ¿qué tenían antes de antes, es decir de lo que los investigadores actuales han pretendido describir? Nos perdemos en la noche de los tiempos. Creo que los sentimientos también evolucionaron, como el afrontar todo tipo de necesidades, o el desarrollo de medios técnicos o simplemente el intento de comprensión del medio. Fue un largo camino, muy largo, sigue siéndolo, lo que recorrieron los homínidos. Gracias por seguir las entradas y comentar.
EliminarHabrá respondido aquellos primeros amores a los vaivenes estacionales que determinan, como en los animales, el instinto de la preocreación? en qué punto habrán sentido que había "algo más" que sólo compulsión por la supervivencia de la especie?
ResponderEliminarNos dejas pensando
=)
Tal vez aquella compulsión lo era todo y se fue afinando lentamente el cerebro y generando fantasía. De todos modos creo que hoy está sobredimensionado (con todo lo que conlleva de falsedades y apariencias) el asunto llamado amor.
EliminarBienvenida al 6 de enero, Neo.
escribes muy bonito....me gusta mucho tu estilo
ResponderEliminarEres muy amable; pues ya sabes, por aquí ando, paro y echo a correr. Bienvenida.
EliminarMagnífica recreación. ¿Qué nos trasmite el mito? Que somos cobardes y tenemos miedo a la libertad, supongo.
ResponderEliminarEl precio del deseo es siempre el temor. De ahí que no siempre sepamos pagarlo adecuadamente.
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ResponderEliminarQue bello, precioso y que buen texto, me encantó, o más¡
No sé si debería o no añadir algo, una tiene miedo de manchar la belleza, pero puestos a decir diría, o lo digo por lo bajito, que no sé si en verdad pudo ocurrir así como usted lo expresa, con todas las ideas que me recorren al leerlo, con tales pensamientos-expresiones, gestos- en ella y en él. No sé, ni me atrevería a decir que acaso pudo ser sólo instinto, pero así todo que bello.
Gracias, gracias por tanta belleza, siempre un placer, Fackel
Salud, un abrazo
m.
No tuvo por qué ser así, porque nunca hubo una primera vez ni se dio en unos primeros hombres. La naturaleza se busca a sí misma y por mucho que los investigadores prospecten nunca estaremos en el lugar, la ocasión y el significado. Pero puestos a recrear con letras se me ocurrió esto. Tal vez los hombres y mujeres de hoy día, en algunos casos, no siempre, recreen el primitivismo, adaptado a los tiempos, pero con la sinceridad intuitiva y sensorial de los primeros tiempos, ¿no cree?
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ResponderEliminara su pregunta respondo sí
Luego acaso sigamos siendo primitivos en un aspecto y dotados de una parafernalia cultural en otro. Curiosa la evolución de los homínidos en los gajes del oficio amatorio. Gracias.
EliminarLa desanimalización fue crucial, ese paso, tan lento, elaborado, en las mismas entrañas del juego corporal, dejó paso a nuestra evolución como Sapiens. El ritual del erotismo se impuso, quizá, cuando la mujer se da la vuelta y lo toma mediante la caricia. Un proceso, lleno de azar y necesidad.
ResponderEliminarSaludos.
Siempre me pregunto hasta qué punto estamos desanimalizados, por utilizar el término que empleas. Seguimos siendo instintivos, y el instinto siempre es el lado animal, y debemos entender que somos eso aunque las culturas producto del afinamiento nos trajeran el raciocinio y la racionalización que adecua nuestras personalidades y nos permiten aproximarnos en otros planos más evolucionados y comprensivos entre nosotros. Personalmente no creo mucho en un erotismo diferenciado por el instinto si bien sí por los usos y costumbres, así que ignoro si la caricia fue iniciativa femenina o masculina y me da igual. Pero sí es un elemento importante y decisivo que, acompañada por la fantasía, permite una aproximación bastante igualitaria entre los géneros. Pero debe ser algo reciente en la historia del sapiens. De acuerdo en que azar y necesidad se retroalimentan mutuamente y permiten que lo sigamos haciendo. Las posibilidades siempre fluyen y lo que hay que hacer, visto lo visto, es atajar las zonas oscuras de los individuos, esa violencia latente mayormente de hombres sobre mujeres que se basan en una repugnante conciencia del macho que le otorga su rol tradicional. Ojalá los roles sigan cambiando para favorecer el equilibrio e impedir el crimen. Lo más preocupante ahora mismo.
EliminarEvidente, que seguimos teniendo dentro un lado primitivo profundo y que nos marca definitivamente.
ResponderEliminarQuizá, matizaba el término. Ya que nunca podremos saber como sucedió todo.
Se me ocurre siempre, en estos temas, que, los niños y la mujer, pudieron ser fundamentales en ciertos pasos evolutivos. Como observadores, tuvieron en sus manos un poder de mayor reflexión. Eso por parte de ellas; y por los niños, el juego, las semillas debieron ser su tablet, la germinación hizo pensar en muchas posibilidades.
Saludos.
Claro, todo estaría en función de los roles adjudicados por las tribus y sociedades primitivas, pero aún no hay una base científica sólida sobre comportamientos concretos en aquellas épocas, aunque teorías sí van produciéndose. Y la capacidad de observación y sacar conclusiones las tendrían todos, no sé de qué manera repartidas. Tratar de interpretar los tiempos de fragua de la humanidad da vértigo, proyectamos en ello lo que hemos sabido de tiempos más recientes y sobre todo de nuestras pautas y conductas presentes. Habrá que estar pendiente de lo que los antropólogos y prehistoriadores puedan aportarnos. Me gusta comprobar que hay personas como tù sensibles a estos temas. Para mí son apasionantes, pero sé tan poco... Gracias.
EliminarHay un número de Investigación y ciencia. Cultura y Evolución Humana. Se hacen diferentes aportaciones desde diferentes águlos. Supongo que conoces.
ResponderEliminarGracias a ti.
Saludos.
Te agradezco mucho la sugerencia de ese texto, Marcelo. Saludo.
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