Huésped. Hace tiempo fue una palabra que me confundía. ¿Cómo es que se llama huésped a quien se aloja en una casa y a la vez también sea huésped quien da alojamiento? Sin embargo el rodaje que proporcionaba su uso aclaraba la confusión que no era y todos acabábamos situando a dos personajes que, uno pidiendo y otro ofreciendo, se complementaban. Huésped es un término maravilloso. Implica a dos partes con roles diferentes. Una es nómada y la otra sedentaria. (Me ronda el símil de los primitivos oficios, tal como el cazador recolector, el ganadero o el agricultor urbanita, que enfrentados al principio acabaron concediéndose mutuamente) Sin embargo el huésped que aloja y el huésped que es alojado parece que firmaran un pacto. ¿Circunstancial y pasajero? Tal vez solamente en la forma. Pues la necesidad es común y es la que fija la temporalidad. Y algo muy importante: el acuerdo sobre el uso de un bien y su prestación.
George Steiner dice una frase muy emotiva en su librito La barbarie de la ignorancia: "Somos invitados de la vida". Esta es la verdadera e inexorable revelación. La única que se puede aseverar. Steiner exclama con fuerte entonación: "¡En este pequeño planeta debemos ser huéspedes! El francés (ya vemos que pasa lo mismo en español) tiene un término milagroso casi intraducible: la palabra huésped denota tanto a quien acoge como a quien es acogido. Es un término milagroso. ¡Es ambas cosas! Aprender a ser el invitado de los demás y a dejar la casa a la que uno ha sido invitado un poco más rica, más humana, más justa, más bella de lo que uno la encontró. Creo que es nuestra misión, nuestra tarea".
Aquí dejo de teclear y de tejer palabritas para entregarme a la abstracción de la hora nocturna. Solo me surgen preguntas con cierto resuello esforzado. ¿Realmente tenemos claro que somos invitados de la vida? ¿Somos huéspedes que mejoramos nuestro hospedaje? ¿Vamos a dejar en buenas condiciones la posada para próximas generaciones?
(Imagen de William Blake)
Huésped o anfitrión, todos somos metecos. Yo sé, como Josep Pla, que el mundo es una bola donde hay unos puntitos marcados que indican donde viven mis amigos y sé que allí encontraré siempre una acogida amable. Lo demás son paparruchas y lineas fronterizas trazadas a punta de espada.
ResponderEliminarUn abrazo
El justo término, Francesc, donde deberíamos pasar la vida. Las épicas cada vez me seducen menos y las líricas me resultan cursis. Lo malo es que las espadas condicionan la vida de los hombres.
EliminarCalma y paciencia.
Anaxágoras dixit?
ResponderEliminarO si no Anaximandro.
EliminarVaya...cuánto presocrático, con lo aristotélico que soy.
ResponderEliminarPues sigue siéndolo, pero cada vez me sorprendo más de las aportaciones de los presocráticos. Creo que como nunca los enseñaron muy bien ahora resulta todo un descubrimiento.
EliminarNo, lamentablemente somos pocos los que así pensamos y menos aún, quienes pactúan en consecuencia con ese concepto. La mayoría simplemente cree y actúa como si fuese el dueño despilfarrador y ni siquiera se pone a pensar en cómo será lo que le dejamos a las generaciones futuras. Busco ejemplos y me sobran. Los primeros que se me cruzan son esos dos energúmenos que juegan a ver quien insulta más y aprieta "el botón"primero, amenazando con destruirlo todo, como si eso fuese signo de poderío y superioridad. Tan estúpidos como peligrosos.
ResponderEliminarUn abrazo
Ratifico tu opinión. Y lo malo es que a la sombra de esos dos energúmenos se cobijan muchos otros. Tal vez es una constante histórica la persecución y reparto de poder en la Tierra. Pero ahora se agrava por la crisis energética en ciernes, la destrucción medioambiental y el crecimiento demográfico superlativo. Vamos que el pulso está servido y mala salida tiene. Y ya no hay donde esconderse, hermana.
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