Lo cuenta Michel de Montaigne -recogiéndolo de Diógenes Laercio- en el ensayo La semejanza de los hijos con los padres:
"Y, cuando el estoico Antístenes se encontraba muy enfermo y clamaba: ¿Quién me librará de estos dolores?, Diógenes de Sinope, que había ido a verlo, le ofreció un cuchillo: Él, si quieres, muy pronto. Antístenes replicó: No digo de la vida, sino de los dolores."
Estos cínicos...Dos posibilidades, dos métodos, para acabar con el dolor. Impecables los dos pero uno implacable. Sin embargo, ante la fórmula más radical y suicida, exterminadora no solo del dolor sino de la vida del paciente, tiene que haber un tratamiento alternativo, posibilista. Ciertamente también dice Montaigne más adelante: "¿Qué importa que demos el brazo a torcer, mientras no demos a torcer los pensamientos?". Pues es evidente que hay situaciones críticas en que ni se ve intención de ceder ni de corregir conductas y mucho menos de modificar los criterios del pensamiento.
Moraleja. No conviene ponerse en el peor de los extremos para acabar con un efecto porque se puede terminar con quienes los causan y con quienes los padecen.
Moraleja. No conviene ponerse en el peor de los extremos para acabar con un efecto porque se puede terminar con quienes los causan y con quienes los padecen.
(Cuadro de Jacob Jordaens)
Buena moraleja. Si señor.
ResponderEliminarsalut
Es que ante la acumulación de desatinos, engaños y barbaridades que vivimos uno no sabe ya qué decir. Supongo que una moraleja no sirve para mucho, pero deberíamos ir sacando conclusiones. El cinismo de los filósofos griegos aquellos era constructivo. El vigente entre políticos y parte de la ciudadanía de hoy es pútrido.
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